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lunes, 24 de octubre de 2022

Fe, ciencia y amor. Por Jorge Juan Fernández Sangrador

Ha fallecido César Nombela (1946-2022), microbiólogo toledano, catedrático de la Universidad Complutense, presidente del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, de la Fundación “Carmen y Severo Ochoa” y del Comité de Bioética; rector de la Universidad Internacional “Menéndez Pelayo”, asiduo conferenciante en los Cursos de Verano de La Granda y miembro del jurado, en varias ocasiones, del Premio “Príncipe/Princesa de Asturias” de Investigación Científica y Técnica.

Fue discípulo del luarqués Severo Ochoa, aunque le gustaba decir que también lo había sido de otro asturiano, Julio Rodríguez Villanueva, de Villamayor; sin embargo, sería su matrimonio con Nohelly Arrieta, natural de Pola de Laviana, y con la que se casó en Covadonga, el que forjase el más íntimo, fuerte y determinante vínculo de unión entre el eminente científico y Asturias.

En 2008, siendo yo el director del Secretariado para la Cultura del Arzobispado de Oviedo lo invité a que pronunciara una conferencia en el Palacio de Congresos–Auditorio “Príncipe Felipe” de la capital del Principado, en un ciclo que llevaba por título “La cruz, árbol de vida”. César Nombela disertó sobre “Valor de la vida humana en la investigación biomédica actual”. Gustó muchísimo al público, que ocupaba todos los asientos de la sala grande del Palacio-Auditorio ovetense.

Se le invitó porque Nombela era capaz de conjugar, en el discurso, sus acreditados conocimientos, resultado de una reconocida y prestigiosa labor investigadora, y su fe en Cristo, cuya resurrección era, para él, «la mejor noticia, la única importante. Significa que mi vida tiene sentido, como lo tiene mi libertad; es un don que debo merecer. No estamos abocados al vacío ni al absurdo, sino a la esperanza. La justicia histórica se consumará para todos. Y no desde las estrechas categorías de un sentir meramente humano, sino desde la redención que brota del corazón de Dios, Padre Bueno, que ha querido hacerse presente en la Historia del Hombre. Es proyecto, presencia e invitación que requiere una respuesta libre y comprometida, con toda una vida para hacerla realidad».

Mas de la relación existente entre la fe cristiana y la ciencia se ha pronunciado también en estos días, no una científica, sino una popular directora de programas de televisión: Ana Rosa Quintana (1956-). Anunció hace un año que padecía cáncer de mama. Tuvo que someterse a un tratamiento, pasar por el quirófano y sobrellevarlo como pudo. ¿Y cómo pudo? Con la ayuda de la fe: «Creo en Dios y creo en la ciencia. Son las dos cosas más importantes. A mí me ha salvado la ciencia y me ha consolado creer en Dios».

Contó, además, con el apoyo y el cariño de su familia. Al igual que la actriz María José Cantudo (1951-), quien, en un momento muy difícil de su vida, ha sabido conjugar la fe cristiana con la ciencia, como ha manifestado en unas declaraciones recientes. Sufrió una reacción alérgica, de consecuencias imparables, hasta que quedó postrada en la cama, sin poder moverse y sin encontrar el médico que la atendiese como era debido. Cuando dio con el que habría de operarla y hacer posible el que saliese adelante, confesó: «Caí en las manos de una eminencia que me salvó la vida y que me envió Dios».

María José no lo oculta: «Creo que esto ha sido, una vez más, obra de Dios. Yo soy muy creyente y sabía que Dios me iba a sacar de esta. Me he salvado de milagro, y no es la única vez que cuando ya no podía más y la noche era eterna, él me ha salvado». Allí estaban, pues, Dios y el médico, y también su familia y las amistades de siempre.

Como le sucedió igualmente a Jesús Candel (1976-2022), conocido como “Spiriman”. Este médico de 46 años, que logró movilizar a diversos sectores de la sociedad andaluza para que reclamasen mejoras en la sanidad pública, falleció del cáncer de pulmón con metástasis que padecía desde hacía dos años. Y este fue el mensaje que hizo circular por las redes cuando ya se encontraba en la fase final de su enfermedad:

«Yo creo que Dios me hizo con un motivo. Me hizo generoso para poder unirme a muy buenas personas como vosotros y poder hacer muchas cosas que le agradasen. Solo Él sabe el fin de mi destino, pero tanto amor que me está dando a través vuestra y de mi familia, me mantiene aquí». En las manos de Dios se ponía él y ponía también a sus lectores: «Y que Dios nos bendiga a todos», dejando, en otro mensaje, esta consigna: «Si el cáncer te toca tienes que ser más fuerte que nunca y agarrarte a Dios».

De modo que, en estos otoñales días de octubre, los testimonios de cómo la fe cristiana ha iluminado los espacios de dolor, de oscuridad y de aparente sinsentido en las vidas de un científico, una comunicadora, una actriz y un médico han llegado hasta nosotros, a través de los medios de comunicación social, como un cálido abrazo del Sol que, en lo alto, brilla, nos conforta y nos revitaliza. Es decir, Dios.

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