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domingo, 16 de octubre de 2022

''Es necesario orar siempre''. Por Joaquín Manuel Serrano Vila


En este domingo XXIX del Tiempo Ordinario, el tema que el Señor nos propone interiorizar es la oración. Jesús se nos presenta como Maestro que nos invita a su escuela, la escuela de la piedad sincera, y para ello tenemos los textos de la escritura que buscan tocarnos el corazón respecto a esta realidad. Jesús oraba; a lo largo de los evangelios vemos que era una constante sus momentos de intimidad con el Padre, buscaba el momento para estar sólo y dedicarse a la oración. Para los creyentes no es algo accesorio rezar; no es solamente para algunos días o momentos, sino que hemos de acudir a la oración hasta que no sepamos vivir sin orar. No podemos querer al Señor sino hablamos con Él, y esto es rezar, como nos explicó Santa Teresa: ''tratar con quien sabemos que nos ama''. 

I. Donde hay armas, Dios no está 

La primera lectura del libro del Éxodo nos presenta un episodio bélico: la escena en el desierto donde se auguraba una dura lucha entre la tribu amalequita contra el pueblo elegido. Y Moisés en lugar de buscar una táctica para la contienda acude a la oración; no toma armas, sino que busca al Señor para pedirle su ayuda. No fue un gesto supersticioso, sino de confianza firme en Yahvé. Moisés bendice a su humilde ejército que a buen seguro ya se veían exterminados a manos de aquel pueblo de beduinos que conocían mejor el desierto que ellos. Es un pasaje complejo, como toda la historia del pueblo en el desierto, pero de forma concisa este hecho es una manifestación del querer del Señor. Dios no quiere las armas, no le gustan las guerras, la fuerza... El fin nunca justifica los medios, y ninguna causa es tan noble para apostar por la violencia. Esto nos ocurre a menudo cuando se presentan en nuestra vida dificultades, complejidades, obstáculos... Pensamos que "la solución" está optando por el camino drástico, cuando en realidad las cosas que parecen más imposibles, que parecen estar más obstruidas o que no tienen otra salida que por las malas, comprobamos por experiencia que se solucionan antes y de mejor modo cuando ponemos el corazón en Dios y le dejamos actuar a Él. La religión -cualquier religión- jamás podrá casar con la guerra, por eso todo el que trate de justificar lo injustificable se autoengaña. Ninguna causa merece tomar el camino de la violencia, de las armas y el mal contra otros. En este mes del Rosario qué mejor que recordar aquella frase de San Pío X: ''Dadme un ejército que rece el Rosario y lograré con él conquistar el mundo"

II. Saber vivir del Espíritu 

Nos acercamos ahora a la epístola de San Pablo a Timoteo, la cual desde hace domingos estamos leyendo y reflexionando. En este fragmento el Apóstol aborda algo muy importante en lo que se refiere precisamente a esto que hacemos a diario: leer la Biblia, profundizar en cómo nos habla Dios y qué nos está diciendo. Es una realidad bien triste: pasan los años y los creyentes no acabamos de sumergirnos en este tesoro que tenemos de meditar la Sagrada Escritura. Timoteo no era un desconocido para los textos sagrados, pues como el mismo Pablo le dice: ''desde niño conoces las Sagradas Escrituras: ellas pueden darte la sabiduría que conduce a la salvación por medio de la fe en Cristo Jesús''. Y San Pablo nos recuerda una verdad innegable, que ''Toda Escritura es inspirada por Dios''. No pone Juan lo que le apetece, ni Lucas, ni a Santiago... Es el Espíritu Santo el autor, utilizando la mano de estos santos autores por cuyas letras Dios nos habla hoy. Pero no es un susurro del Espíritu al oído de los que escribían, sino más bien que éstos se llenaban de Dios para a continuación relatar su experiencia de Él. No es sólo una verdad para los textos de la Biblia, también lo deberíamos saber llevar nosotros mismos a nuestra vida: el vivir no según nuestros impulsos y criterios, sino dejarnos guiar más a menudo por el Espíritu Santo. Dejar que Dios sea el timonel de nuestra vida; acudamos a Él, insistamos "a tiempo y a destiempo".

III. El Señor está a la escucha 

El evangelio de este día tomado del capítulo 18 de San Lucas, insiste en el tema de la oración por medio de la parábola que Jesús les regala del juez inicuo y la viuda importuna. Es un texto bien directo, con una especial carga de contenido social donde nuevamente Dios se manifiesta cercano al sencillo, al pobre y al humilde. Cristo les regala esta parábola por un motivo específico; como dice el evangelista, lo hace ''para enseñarles que es necesario orar siempre, sin desfallecer''. Y los personajes de la parábola no son aleatorios, sino un juez y una viuda; dos prototipos a lo largo del Antiguo Testamento con lo que implicaba ser juez en aquel tiempo, a menudo emparejado al despotismo, y lo que representaban las viudas como desvalidas y sin otro fin que vivir de la caridad. El juez y la viuda, la viuda y el juez que en este relato se ven las caras; aquel juez que ni temía a Dios ni le importaban los hombres y que se caracterizaba por su iniquidad, hizo justicia para una viuda aunque no pensando en ella, sino en quitársela de delante cuanto antes y que no le volviera a reclamar. La viuda logra lo que deseaba, ¿y como lo hace? No con armas, sino rogando, insistiendo, pidiendo a tiempo y destiempo. Eso es orar. Si el juez injusto hizo justicia a la pobre mujer, cómo no va el Señor ser justo a nuestros ruegos. Necesitamos introducirnos en la oración, perseverar y madurar en ella desde un corazón que viva la paz y la busque. Un cristiano que no reza es como un pez en una charca con poca agua, no tiene futuro ni mañana en cuanto llegue el calor y evapore el poco agua que queda. Por eso necesitamos sostener nuestras vidas en un diálogo continuo y constante con el Señor. Sería absurdo aspirar al cielo y no hablar en intimidad con Dios; es como planear presentarnos en una casa sin avisar previamente al dueño. Por eso, qué acertadas las advertencia que Jesús nos regala en este domingo: ''Es necesario orar siempre''. 

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