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miércoles, 3 de agosto de 2022

Sor Ana, la Hermanita del Carbayu. Por Rodrigo Huerta Migoya

Este pasado jueves 14 de julio, partía de este mundo al Padre en el Asilo de Nuestra Señora del Rosario de Oviedo Sor Ana, religiosa "Hermanita de los Ancianos Desamparados". Una vida entera de entrega y servicio a los mayores y enfermos en los que supo encontrar al Señor, al mismo tiempo que les tendía a los ancianos sus manos de buena samaritana. 

Aunque nacida en Luarca quedó muy marcada por la realidad de la tercera edad en la cuenca minera, donde a pesar de la fama de las altas jubilaciones de la mina para los hombres, la Congregación dio cobijo a muchísimas viudas sin recursos y con pensiones paupérrimas o sin apenas ahorros. La mentalidad de "las Hermanitas" siempre ha ido a contracorriente del mundo, y eso dice mucho y muy bueno de ellas: ''primero los pobres, y si queda sitio los menos pobres''. Nadie duda de que no existen asilos mejores que los de ellas, por eso las listas de espera para poder ingresar en éstos son infinitas, y es que sus casas no huele a geriátrico, ni lo parecen; son sencillamente un hogar acogedor, una Betania para la ancianidad. 

Conocí a Sor Ana en sus vacaciones de verano en Lugones junto a su familia, siempre fiel a la fiesta de Nuestra Señora del Buen Suceso a la que tenía una especial devoción y en la que participó mientras las fuerzas y la salud se lo permitieron. Dejó una profunda huella en Langreo por su humanidad y por su preocupación por próximos o lejanos: los ancianos, el personal de la casa, familiares, vecinos... Fue una mujer que vivió siempre despreocupada de sí misma para estar muy atenta de todo aquel que estuviera cerca. Quiso entrañablemente a los sacerdotes, y como no, a los que tuvo de capellanes, aunque hubo dos a los que estuvo muy unida: Don Esteban Menéndez -el cura de Santa Bárbara de San Martín del Rey Aurelio- y Don Cristóbal Samaniego -el último capellán que tuvieron en Ciaño-. Fue un desgarro especial el cierre de la comunidad de Hermanitas de Ciaño, más a ella sólo le preocupaba una cosa: que las ancianas con menos recursos no tuvieran que buscarse otra residencia al cambiar la dirección, ni que afectara al personal del asilo la marcha de la Congregación. Estas fueron las únicas peticiones que las religiosas hicieron a "Mensajeros de la Paz" al entregarles el testigo del Asilo langreano. 

Sor Ana, para muchos en Lugones era la hermanita del Carbayu; y decían bien, pues en ella se unía el Carbayu de Lugones con el Carbayu de Langreo, nombre del Asilo en el que con tanta dedicación oró y trabajó encarnando en sí misma la máxima de toda buena hija de Santa Teresa de Jesús Jornet: ''Ya que el Señor nos ha confiado el cuidado de los ancianos, hagámoslo con esmero''. Que la Santa Fundadora, Patrona de la ancianidad, junto a San José y Santa Marta intercedan por tí ante el Señor, seguros de que la Madre del cielo, la Reina del Carbayu -Nuestra Señora del Buen Suceso- ya te habrá amparado an te Él por haber sido caricia de tantísimos desamparados. Descansa en Paz "Sor". 

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