Este domingo XVI del Tiempo Ordinario viene con una idea importante de fondo: la acogida. Encontramos cobijo en la fe, y ésta nos ha de llevar a ser acogedores con los de alrededor. No es sólo ser "buenos samaritanos'' como veíamos el domingo pasado; es dar un paso más, y no llevar únicamente al que encontramos maltrecho a una buena posada, sino a nuestra propia casa. En las lecturas de este domingo encontramos las claves de cómo el auténtico seguidor de Cristo no vive en fríos lugares existenciales, sino que sabe dar a su entorno sabor y calor de hogar. Ese es el ambiente que ha de reinar en nuestras parroquias, domicilios, colegios, comunidades... Que sean un espacio donde se respire evangelio y familia en esa dualidad activa y contemplativa que Marta y María representan.
1. ¿Completar la pasión?
En primer lugar, quiero detenerme en un detalle de la epístola de San Pablo a los colosenses que quizá hemos escuchado muchas veces, pero que posiblemente no terminamos de interiorizar: ''completo en mi carne lo que falta a los padecimientos de Cristo''. Es una frase dura si nos detenemos en ella, es como decir que no está completa del todo la pasión de Cristo. Pero el Apóstol nos está diciendo que Jesucristo nos ha amado hasta el extremo de la misma muerte, y una muerte de cruz, pero con esto no está todo ya terminado. Ahora cada uno somos libres de vivir respondiendo a ese amor del Señor o ignorarlo. No caigamos tampoco en la trampa que posiblemente el demonio que nos susurra: ''si Cristo te salvó con su muerte despreocúpate y a vivir que son dos días''... Nada de eso; hemos de corresponder al amor del Señor con coherencia de vida, guiándonos por su palabra y sostenidos por los Sacramentos. Si ya tuviéramos la garantía de que todos vamos a ir al cielo: ¿para qué perder el tiempo rezando, confesándonos y atemperando tantas cosas que nos pide el cuerpo? Precisamente, porque queremos ir al cielo nos mortificamos y abrazamos a la cruz de Cristo y, como nos dice el Apóstol, completando en nuestra carne lo que falta a los padecimientos de Cristo. Hoy en día nos chirría en el oído eso de aceptar las cruces... No desaprovechamos nunca una oportunidad nueva de redención personal.
2. La experiencia de Mambré
La primera lectura nos presenta una escena muy conocida de la historia de Abraham, como es su visión junto a la encina de Mambré. El Señor habla a Abraham y éste le escucha, dado que supo vivir atento a su voz y pronto para aceptar sus designios. Así deja su tierra y se pone en marcha aún desde la incertidumbre, pero con la seguridad de que el Señor no le fallará y le llevará a la tierra de promisión. Abraham ve a aquellos tres hombres en el momento de mayor calor y agotamiento y les ofrece lo que tiene; cumple con la ley de la hospitalidad tan propia del desierto oriental. No es un acontecimiento al uso lo que vivió en Mambré nuestro padre en la fe, sino que vive toda una profunda experiencia espiritual ante aquellos tres misteriosos hombres, de los cuáles sólo uno hablaba. La tradición cristiana siempre ha visto en este texto una alusión al misterio de la Trinidad, pero de forma más especial, muchos autores consideran la escena como un símbolo eucarístico: los dones que Abraham les ofrece en aquellos panes que manda preparar a su esposa estéril. Y resultó que por aquel gesto se confirmó que la infértil Sara tendría un hijo. En un paralelismo, nosotros podemos venir a misa por rutina, y quedarnos con que nos dan un trozo de pan, pero no; se nos da Cristo mismo y no lo podemos olvidar. Sólo cuando estamos en relación con el misterio y nos acercamos con el corazón bien dispuesto, descubrimos que ésto no se queda en un Dios que habla a su pueblo y un pueblo que implora a su Dios, sino qué, además, se obran maravillas e imposibles en nuestra vida.
3. "Ora et labora"
De la hospitalidad del antiguo testamento pasamos al evangelio de este día donde San Lucas nos habla de la hospitalidad que tuvieron con Jesús sus amigos de Betania Lázaro, Marta y María. Quiero fijarme en unos detalles de gran valor: Jesús hace una parada en su predicación pública, se toma un pequeño descanso, unas vacaciones en Betania, un lugar especial para Él por la acogida que le daba esa familia tan querida, por ser espacio de paz y lugar para reponer fuerzas. Esta escena es una gran catequesis para las vacaciones estivales; que no se quede todo en la inactividad, sino movamos el cuerpo y enriquezcamos el alma. Otro detalle es el atrevimiento de Cristo entrando en casa de unas mujeres solteras -todo un escándalo en aquel tiempo- y es que el Señor vuelve a realzar la dignidad de la mujer de aquella época, que tan desplazada y arrinconada estaba en aquel contexto social. El tercer detalle son las dos actitudes que parecen enfrentadas, pero que realmente se complementan en la lógica preeminencia, teniendo claro que lo primero es el Señor de las cosas, y luego las cosas del Señor; la acción y la contemplación, algo que San Benito de Nursia, patrono de Europa y al que hemos celebrado recientemente, supo resumir de forma tan exacta en la regla de vida que dejó a sus monjes, resumida en una máxima de tres palabras: ''ora et labora'' (reza y trabaja). No sólo trabajar por trabajar, sino hacerlo con sentido, ofreciendo el esfuerzo, teniendo en Dios su origen y fin. Y la oración, tan descuidada hoy día, los ratos de silencio y contemplación sin prisas ante Sagrario es lo que hace María: mirar, contemplar y escuchar al Maestro en el calor de su hogar... Si así lo hacemos, también nosotros habremos escogido la mejor parte.
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