(Iglesia de Asturias) Si no fuera porque el conflicto entre Ucrania y Rusia repercute directamente en nuestras economías, y probablemente más que lo va a hacer, los telediarios ya no dedicarían tantos minutos a este enfrentamiento. Como ya no lo hacen acerca de los millones de desplazados que la guerra ha provocado, que fueron noticia en primera plana durante muchos días, y que ya han dejado de serlo. Sin embargo, su situación continúa, y evoluciona, no siempre a mejor.
En Cáritas lo saben bien. En Asturias, concretamente, se encuentran atendiendo a unas 300 familias llegadas de aquel país, con muchas y diversas necesidades. También conocen bien la situación de Ucrania en primera persona, ya que, por un lado, desde el año 2010 la institución está presente en el país y desde el 2014 lo está nuestra Cáritas diocesana también, apoyando con fondos propios un proyecto con niños de alta discapacidad, uno de los ámbitos en los que Cáritas trabaja especialmente en Ucrania, ya que es una realidad muy frecuente debido a las consecuencias que aún se viven de Chernobyl. Este proyecto de colaboración continúa activo a día de hoy. Las personas mayores también son otro de los grupos con los que Cáritas trabaja en el país desde hace más de diez años, gestionando incluso alguna residencia. Eloína Bermejo, responsable de Cooperación Internacional de Cáritas diocesana de Oviedo, explica que «Desde allí nos dicen que la guerra sigue, produciendo mucha violencia alrededor, mucha desigualdad. Siguen los bombardeos, sobre todo en la zona del sur del país y nuestras Cáritas siguen abiertas como el primer día. Han vivido la desgraciada situación de que dos de los técnicos que trabajaban en el Donbass murieron por un bombardeo junto con sus familias, pero este golpe les ha impulsado también a seguir trabajando. Ahora mismo realizan labores puramente humanitarias: facilitan acompañamiento, alimentos, medicamentos, tienen cocinas comunitarias, cada vez más gente se agolpa a sus puertas porque las dinámicas laborales no se han puesto en marcha y hay ciudades todavía donde los efectos de la guerra continúan de forma muy cruel». Pero siguen dando pasos. De hecho, ya se está pensando en la reconstrucción. «Cáritas Ucrania ha llamado a todas las Cáritas hermanas en Europa para que empecemos a trabajar en ella», manifiesta Eloína.
Así lo está haciendo Cáritas en todas las diócesis. En la nuestra, ya se han recaudado unos 345.000 euros en la campaña de urgencia que Cáritas puso en marcha cuando explotó el conflicto. «Los resultados están siendo increíbles, pero es que a día de hoy seguimos recogiendo donativos –afirma Eloína–. Lo más emocionante de todo esto es ver cómo el pueblo asturiano se ha puesto en la piel de esta gente que se ha visto inmersa en una guerra. Hay gente que todos los meses nos lleva un donativo. Gente muy modesta, y lo veo yo personalmente, que estoy en la Cáritas arciprestal de Gijón. Hace unos días, llegaron a la oficina unas personas ucranianas, justo cuando una señora se había acercado a darnos una ayuda. Al ver a estas personas, la mujer me dijo «¿Ves por qué os ayudo? Porque veo que vosotros estáis ayudando y veo a la gente ayudada».
¿Qué tipo de personas llegan a Cáritas en Asturias? «A nuestra diócesis han llegado personas ucranianas a través de las instituciones que estuvieron designadas para esta labor, Accem y Cruz Roja –explica Eloína–. Pero también a través de otras vías, como eran los propios familiares o conocidos que ya estaban en Asturias, y también han llegado a través de otras organizaciones que no eran las del cauce regular, pero que, cuando empezó la guerra, solidariamente llenaron autobuses y se las trajeron hasta aquí. A Cáritas concretamente están viniendo personas que vinieron a Asturias a través de estas dos últimas vías, y se encuentran completamente solas y desamparadas. Es lógico: llevan ya muchos meses y soportar económicamente el pago de un alquiler y los gastos que genera vivir, es complicado».
A día de hoy Cáritas en Asturias atiende a alrededor de 300 familias, que llegan con todo tipo de necesidades: «nos piden ayuda para la vivienda, para la alimentación, medicinas o ropa, pues llegaron prácticamente sin nada –afirma Eloína–. También te piden trabajo: son personas que no están acostumbradas a estar sin hacer nada. Estos días concretamente, ya que entre esas demandas que nos hacen, una de ellas es aprender el español, aprovechando que en verano está todo parado, estamos haciendo unos cursos de español. Son totalmente inmersivos, ya que ni siquiera están los traductores que tenemos para la primera acogida, es todo en español. Intentamos que sea para ellos unas horas de desconexión, por lo que también hacemos salidas, para que conozcan las calles y sepan ubicarse».
«Junto con todo ello, lo más importante es la acogida, para valorar sus necesidades y ver cómo apoyarles –explica la responsable de Cooperación Internacional de Cáritas diocesana–. Y también, aunque todavía no hemos podido hacerlo, nos parece fundamental atender una necesidad que para ellos es vital y tenemos que hacer todos los esfuerzos para intentar cubrirla, y es la atención psicosocial: la gente se rompe, llevan mucho tiempo aquí. Además están en un compás de espera porque ellos lo que quieren es irse. Hay mucha gente que se ha ido ya, de hecho, aún sabiendo que la situación que se van a encontrar no es nada halagüeña. Los que se quedan es porque no pueden irse porque quizá tienen que acompañar a gente que se tiene que quedar. Pero su idea es irse. Y después, al estar aquí, solos, sin hacer nada, pues allí tenían su trabajo, modesto o no, y esa falta de actividad les mata».
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