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viernes, 3 de junio de 2022

Carta semanal del Sr. Arzobispo


La alegría de recibir nuevos hermanos

La comitiva es larga. Una fila inusual que permite la entrada lenta y parsimoniosa en una celebración esperada cada año con especial ilusión. Son tiempos de recortes en demasiadas cosas y, por eso, cuando se muestra una imagen distinta, se llena el corazón de secreta alegría que te empuja a cantar dando sencillamente las gracias.

Es extraño este momento nuestro donde la vida puede quedar tan poco querida por las leyes que la matan antes de nacer o cuando se acerca a su ocaso natural. Pero también hay otra vida no deseada, enrocando en la mayoría de los casos los motivos maquillados del egoísmo de nuestra época. Lo cierto es que se da un reduccionismo demográfico con tantas consecuencias en nuestra opulenta y acomodada sociedad. 

Esta es la razón por la que el escenario distinto provoca tanta alegría llena de gratitud. La fila no es otra cosa que la procesión de entrada en nuestra Catedral de Oviedo cada vez que llega la tarde del domingo de Pentecostés, con el que concluimos el tiempo de la Pascua. Y según es nuestra tradición, en esa tarde tienen lugar las ordenaciones sacerdotales y diaconales en nuestra Catedral. Un regalo tan inmenso como inmerecido, que en este año supondrá nada menos que ordenar a tres nuevos sacerdotes y siete diáconos. En épocas de precariedad, es un alivio respirar con agradecimiento al poder ordenar este grupito extraordinario de jóvenes que acceden a las sagradas órdenes. 

Hay detrás todo un trabajo de años, en donde quien más se ha empleado es el mismo Dios que trabajó con ellos. Muchos serán los rincones donde les esperaba Él para decirles lo que eternamente había preparado para la felicidad de cada uno de ellos. Hay un camino que Dios a todos nos traza que no es postizo ni prestado, sino que nos corresponde como lo más nuestro, como el verdadero destino para el que fuimos creados. Esto no se negocia pretenciosamente, sino que se descubre y se abraza como quien encuentra la senda en la que conducir los pasos verdaderamente. Los dos diáconos permanentes están casados. Junto a ellos estarán sus esposas que los apoyan y acompañan, como quien ayuda y sostiene la andanza cristiana de sus maridos a los que dentro de su vocación matrimonial ahora Dios los llama a este nuevo servicio como ministros de la Caridad y de la Palabra. Tenemos en la diócesis catorce diáconos permanentes, que realizan una preciosa labor en las diversas pastorales con las que ellos evangelizan en nombre del Señor y de su Iglesia. Los cinco diáconos transitorios, célibes, iniciarán un periodo breve, aproximadamente un año, en el que viviendo ese ministerio diaconal se irán preparando para recibir el presbiterado como sacerdotes del Señor. 

Y a eso se unirán los tres presbíteros que podré ordenar tras su año de diaconado. Comenzarán su camino sacerdotal propiamente dicho con ese pueblo de Dios que les espera, al que servirán con todo su celo y entrega como colaboradores del obispo en el anuncio de la Palabra del Señor y en la distribución de los sacramentos, acercando la luz que enciende nuestras penumbras, repartiendo la ternura de la gracia que Dios mismo pone en sus manos, mientras acompañan las comunidades que se les confíen con la enseñanza sabia de la Iglesia y el gobierno responsable para bien de las personas. 

Es una inmensa alegría poder imponer las manos a estos diez hermanos que como diáconos o presbíteros enriquecerán tan bella y fructuosamente nuestras comunidades cristianas. Los niños y los ancianos, los jóvenes y los adultos, las familias, los enfermos, los pobres con tantas pobrezas, podrán encontrar en todos ellos que llegan, como en los que ya estamos, la ayuda fraterna de quien con la paz en los labios y el bien en las manos, hacemos un mundo nuevo según Jesús nos lo confió a su manera. Una buena noticia. Damos gracias al Señor y a nuestra Madre la Santina. Estamos de feliz enhorabuena. 

+ Jesús Sanz Montes, 
Arzobispo de Oviedo

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