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jueves, 5 de mayo de 2022

Rafaela conoce a los Heraldos del Evangelio. Por Jorge González Guadalix

(De profesión cura) Sorprendida se quedó Rafaela al ver a los Heraldos del Evangelio en la tele. Sorprendida, sobre todo, porque escuchó cosas raras y no le entraban en sus esquemas. Así que llamadita a un servidor:

- Oye, cura, ¿esos Heraldos del Evangelio no son los que estuvieron por el pueblo una vez con la Virgen de Fátima, que la fueron llevando por las casas y se quedaron unos días rezando y organizando cosas con la gente?

- Sí, esos mismos. ¿Por qué me lo preguntas?

- Porque ha salido en la tele algo de ellos, creo que van a hacer una iglesia o un colegio o algo en un pueblo y parece que hay gente en contra porque dicen que visten de una manera rara y que si son muy antiguos. Era por confirmar contigo que son los que estuvieron por aquí.

- Pues sí. ¿Y a ti que te parecieron?

Se ha explayado como es su costumbre. Dice, lo primero, que a ver si a estas alturas de la vida, cuando todo el mundo reivindica la democracia y la libertad ahora va a resultar que ellos no pueden vestir como les dé la gana, y que la impresión que sacó de ellos de cuando estuvieron por el pueblo fue de personas generosas, entregadas, amables, muy religiosas y entregados por completo al trabajo apostólico.

Me ha tocado preguntar a mí:

- Y tú, Rafaela, si son buena gente, que yo creo que lo son, ¿por qué crees que son atacados por algunas televisiones o por algunos periódicos?

- Mira, cura, a mucha gente le molesta la religión y las cosas de la fe. Vivimos en un mundo de descreídos y de gente sin principios, y de repente toparte con personas que creen en su religión, que la practican y la enseñan, pues molesta porque te están diciendo que tu vida a lo mejor es un sin sentido, y eso joroba.

No puedo estar más de acuerdo con Rafaela. En este mundo nuestro la fe vivida con autenticidad es algo molesto. Se tolera a la Iglesia mientras se quede en un plano discreto, pero claro, llegan los Heraldos, con un hábito vistoso que no deja dudas de su compromiso, aparecen llevando a la Virgen por las casas, rezan, cantan y dan testimonio en público y privado de su fe y la hemos liado.

¿Razones? Yo las he visto de tres tipos:

- El hábito. Ahí digo lo de Rafaela, que a ver si a estas alturas los más demócratas van a reglamentar cómo debe vestirse cada cual. Digo yo que si vivimos en un mundo de libertades y Roma acepta su hábito no hay más que hablar.

- Que si son conservadores, que ahora siempre dicen, especialmente algunos, “ultraconservadores”. Vuelvo a lo de siempre. Tienen sus reglas, y lo que yo creo es que viven de acuerdo con la doctrina de la Iglesia y es lo que predican.

- La sospecha de vidas raras, de abusos, de matices no adecuados. Pues si hay algo que Roma resuelva. Que yo sepa, habrán tenido sus visitas como todo el mundo, pero no me constan especiales problemas.

Si quieren hacer un edificio en Sevilla la Nueva, por mí que lo hagan y que se ajusten a la ley como hacemos todos. ¿Y luego qué? Pues se dedicarán a sus obras de apostolado, para nada obligatorias. Pero… somos así. Posiblemente si en Sevilla la Nueva se instalara un monasterio budista, a pesar de llevar su vestimenta peculiar, no pasaría nada. Así somos los humanos.

Y otra cosa. Somos tan especiales, tan raritos, que en cuanto vemos una Institución como los Heraldos o como las religiosas de Iesu Communio que rezan, son felices y visten su hábito con alegría, y que además tienen vocaciones, sacamos la conclusión de que seguro que por dentro pasan cosas raras, y es verdad. Tan raras como la fraternidad, la oración y el amor a Jesucristo. En verdad, rarísimo todo.

Animo a leer el comunicado de los mismos Heraldos aclarando y explicando todo.

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