Páginas

domingo, 8 de mayo de 2022

''Ego sum Pastor bonus''. Por Joaquín Manuel Serrano Vila

Nos encontramos en un Domingo especial, el IV de Pascua, popularmente denominado como el "domingo del Buen Pastor". Es una jornada para orar y dar gracias, para adentrarnos en la figura de Cristo Resucitado verdadero y único pastor de nuestras almas; modelo de todo pastor y referente de cualquier pastoral. Cuántas veces nos sentimos necesitados en nuestra vida una palabra de aliento, una caricia que nos levante de un tropiezo... Esto es lo que somos: ''su pueblo y ovejas de su rebaño''. A nadie nos gusta que nos corrijan, hoy menos aún; parece que no hace falta que nadie nos acompañe, nos señale el camino y nos salve, pero lo ciertamente lo necesitamos. A la luz de las lecturas de este día os propongo tres ideas:

1-Nunca secuestremos la gracia de Dios

La primera lectura de los Hechos de los Apóstoles nos presenta los problemas que Pablo y Bernabé se encontraron en Antioquía donde los judíos les insultaron, nos dice el texto, movidos por la envidia. Ante lo que ellos les replicaron con esa afirmación que es toda una declaración de intenciones de San Pablo: ''Teníamos que anunciaros primero a vosotros la palabra de Dios; pero como la rechazáis y no os consideráis dignos de la vida eterna, sabed que nos dedicamos a los gentiles''... No olvidemos que era el pueblo judío el que esperaba desde hacía siglos a su Mesías y, llegada la hora de la verdad, se convirtieron en los principales opositores haciendo verdad las palabras del profeta: ''vino a los suyos, y los suyos no lo recibieron''. Por esta razón, se da un salto cualitativo en el anuncio del Evangelio que muchos consideraban restringido tan sólo al pueblo de Israel. San Pablo tiene perfectamente claro que no hay fronteras para anunciar a Cristo, por ello centrará su predicación en los paganos para escándalo de no pocos. Utilizando las palabras del Papa Francisco, podríamos afirmar que Pablo apuesta por aquellos que parecían descartados del Kerigma, por aquellos que en la mente de muchos estaban en las antípodas o en las periferias de merecer ser destinatarios de la predicación. Hay una santa ruptura aquí; ya no es un sector de judíos que los tienen por Mesías al nazareno, ahora creen en Él hombres y mujeres de toda raza, pueblo y lengua. Y es que no podemos olvidar la importancia de esta ciudad de Antioquía donde se empezó a llamar a los seguidores de Jesús ''cristianos'', como discípulos de Cristo; un nombre nuevo para una nueva realidad nueva a la que se abría la Iglesia primitiva. Alegría fue lo que provocó entre los gentiles saber que ellos no estaban excluidos de la vida eterna, sino que tenían los mismos derechos que  los judíos. Fue un episodio hermoso que por desgracia puso en riesgo las vidas de Pablo, Bernabé y sus seguidores, los cuales tuvieron que huir al levantarse una fuerte persecución en la comarca contra ellos. Pero, ¿qué hay que temer cuando Dios está con uno? ¿Cuándo pueden quitarte esta vida pero no tienen armas ni poder alguno para decidir sobre la vida eterna?. Esta Iglesia de los comienzos: vivía abierta a la gracia y así querían que se viviera, por ello los apóstoles insistían en su predicación: ''exhortándolos a ser fieles a la gracia de Dios''. No somos marionetas en manos de Dios, sino que vivimos la libertad de ser sus hijos por el Espíritu que hemos recibido. Ojalá nunca secuestremos la gracia que se nos ha dado.

2-La unidad de hoy frente a la unidad del mañana

Continuando la lectura del Apocalipsis, nos encontramos con este emotivo pasaje: nuevamente una simbología que nos evoca la liturgia del cielo, esa en la que anhelamos participar algún día donde no se hará ante un altar de piedra o madera, sino ante el mismísimo Jesucristo que es en sí mismo el único sacerdote, altar y víctima. Siguiendo la línea de la primera lectura, aquí no encontramos diferencias entre judíos o no judíos, sino como nos dice el autor y ya anticipamos: ''de toda nación, raza, pueblo y lengua''; es decir, de todos los pueblos haciendo un único pueblo: El Pueblo de Dios; su Iglesia. Si algo nos cuesta a los seres humanos es vivir unidos. Si nos paramos a pensar, ni ser del mismo país, de la misma religión, del mismo signo político, del mismo barrio, de la misma parroquia, del mismo edificio, o incluso de la misma familia es garantía de unidad, sino que la victoria del diablo -el que separa y divide- abarca tristemente muchas realidades que deberían ser más nexo de unión que motivo de discordia. Si los cristianos estamos llamados a esforzarnos a vivir cada día la unidad entre los de nuestra sangre, nuestros vecinos, los de nuestra comunidad parroquial, etc, es precisamente porque hemos de manifestar nuestra fe con obras y testimonio. Como testigos del Resucitado hemos de ejercer en nuestra sociedad como fermento de unidad, de manera que podamos vivir en nuestro entorno de forma humilde aquello que esperamos algún día degustar: la asamblea de los Hijos de Dios donde ya no habrá razas, naciones, lenguas ni pueblos; donde todos seremos única y exclusivamente de Cristo. Ya no habrá causas personales, ni egos ni problemas, ya que allí "no habrá muerte, ni luto, ni llanto, ni dolor". Y nos dice más San Juan, de forma especial para tantos que se afanan en buscar la justicia por su cuenta pensando que a Dios se le escapan las cruces diarias que cargamos los que preferimos llevarlas en el silencio resignado: ¡nada de eso! Allí enjugará el Señor las lágrimas de nuestros ojos, ya no habrá más hambre ni más sed, ya que el que bebe de la fuente de agua del Señor nunca más se sentirá sediento de nada. Qué gran evocación pascual este texto que nos anima a seguir gastándonos por el anuncio del Reino; no caerá en saco roto lo que hayamos trabajado por dar a conocer en nuestro mundo su victoria.

3-No hay más Pastor que Cristo 

"Ego sum pastor bonus" (yo soy el buen pastor). No sé si "cualquier tiempo pasado fue mejor", pero hay una verdad innegable: antes cada parroquia por pequeña que fuera tenía su sacerdote. Para nuestra diócesis de Oviedo esto suena a pasado; es verdad, aunque no nos queda tan lejano. El Santo Cura de Ars rezaba mucho para que hubiera sacerdotes, pues estaba convencido -como él mismo afirmaba- que "Si comprendiéramos bien lo que es un sacerdote en la tierra, moriríamos: no de miedo, sino de amor". Hay diócesis en España donde hay más sacerdotes que parroquias, lo que les permite tener muy atendidas hasta las comunidades parroquiales más pequeñas. He aquí que la Iglesia en celebra este fin de semana la "Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones, y la Jornada de Vocaciones Nativas" bajo el lema: «Deja tu huella, sé testigo». Necesitamos que surjan vocaciones nativas en los países recién evangelizados y en los de antigua cristiandad, hoy apagada como el nuestro. Necesitamos sacerdotes santos, religiosas santas, seglares santos, misioneros santos, matrimonios santos... Si nuestra meta no es la santidad, nuestra vida se estancará en la mediocridad. 

Hay discursos dentro de la misma Iglesia que ante la falta de clero en muchas zonas se habla de la misión de los laicos.'' El Papa Francisco no se cansa de denunciar ''el clericalismo'', el cual no es un mal sólo de curas, sino de laicos que ante la falta de clero se empeñan en clericalizar al laicado de la parroquia cuando su misión es el apostolado propio de seglares. El Papa llama a esto un "cristianismo infantil", y es que es falso que el sacerdote sea un laico más -aunque actúe como tal en algunos casos- en la parroquia, sino que es el único que puede hacer presente a Cristo por medio de su ministerio. Quizás aquí nos encontremos ante una falta de formación teológica importante, pues la diferencia entre el sacerdote y los fieles no significa que éste esté por encima de sus fieles, todo lo contrario; significa que es él que está por debajo. Como dijo el Señor: ''en medio de vosotros como el que sirve''... Sólo cuando tomemos conciencia de que el Pastor no es otra cosa que el servidor, quizá logremos ver al romano pontífice, al arzobispo o al párroco, no como si fueran únicamente los que están jerárquicamente por encima en una Iglesia ciertamente jerárquica, sino como aquellos que ha querido el Señor poner en el camino como guías, servidores y pastores ejerciendo una especialísima presencia suya en medio de su pueblo. 

Jesús nos ha recordado en el evangelio: ''Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna''. He aquí la misión que tenemos los sacerdotes: encaminar como pastores a las ovejas del Sumo Pastor a la vida eterna, por eso somos a veces "pesados" insistiendo en cosas tan sencillas como la reconciliación, la auténtica vida cristiana, la oración... Porque deseamos la salvación de las almas. Los sacerdotes no elegimos a nuestra grey, es el Señor quien nos la confía por medio de la Iglesia: ''Mi Padre, que me las ha dado, supera a todos, y nadie puede arrebatarlas de la mano del Padre''. He aquí un nuevo reto que nos cuesta asimilar en todas las latitudes: el pastor de la comunidad no es Don fulanito o menganito, sino que es Cristo mismo, al cual representa el sacerdote de turno. Por tanto, ''quien a vosotros os recibe, a mí me recibe; quien a vosotros os rechaza, a mí me rechaza''. Innegable es que cada sacerdote tiene -humanamente- sus miserias y virtudes, cosas que hacemos bien y cosas que hacemos mal, pero todo ello es secundario; hemos de ser -somos, por sacramento del Orden- un sólo Pastor qué, en comunión con el Obispo y el Romano Pontífice actuamos "in persona Christi" dentro de su Iglesia.

No hay comentarios:

Publicar un comentario