Cuando llaman a la puerta
No se hace una selección de personal, ni es tampoco un concurso en el que obtener plaza en propiedad. Aquí no hay carreras de obstáculos, ni un pulso contra algo que permita ganar. Es algo mucho más sencillo y misterioso a la vez. Lo cierto es que llevamos ya varios años en los que un número creciente de adultos llama a las puertas de la Iglesia para entrar. Es lo que hemos venido en llamar el “catecumenado de adultos”: un proceso de preparación para acoger y acompañar a estas personas que quieren vivir como cristianos. Algunos de ellos están sin bautizar. Esto se debe a que cuando nacieron y en sus primeros años de itinerario humano y familiar, no se les ofreció la entrada en la comunidad cristiana por diversos motivos, pero a un cierto punto, ellos se han encontrado con el Señor en sus vidas, y entonces piden voluntariamente abrazar nuestra fe recibiendo el bautismo, haciendo la primera comunión y recibir la confirmación. Son los tres sacramentos de toda iniciación cristiana, que ellos recibirán en la misma celebración.
Cuando hablas con ellos y les preguntas cómo ahora dan ese paso, las respuestas son preciosas, y te das cuenta que Dios tiene todos los recursos para salir al encuentro de quienes se dejan encontrar por Él. Quizás ha sido un encuentro con otros cristianos que con sencillez viven todo desde el compromiso de su fe, aprendiendo a llamar a las cosas por su nombre sin trampas ideológicas y sin condicionamientos manipuladores. Abrazar la vida, en todos sus tramos y circunstancias; ser instrumentos de la verdadera paz en un mundo violento, esa que naciendo del corazón de Dios llena completamente nuestras entrañas; indicar la bondad y la belleza que existen en el mundo y en tantas personas, para no ser rehenes de la maldad fea que tampoco nos falta; aportar en este mundo egoísta, insolidario y opulento, una serie de valores morales que nacen precisamente del Evangelio. Todo esto fundamenta esa decisión de algunas personas para pedir libremente su ingreso en la Iglesia, y comenzar a vivirlo todo desde una perspectiva cristiana.
Otros que llaman a la puerta ya están bautizados. Quizás sólo estaban bautizados desde su más tierna infancia, pero que ulteriormente no han tenido o no han sabido tener un cauce de crecimiento en su fe. Formalmente ya eran cristianos, pero sus vidas no estaban iluminadas ni sostenidas por todo lo que significa pertenecer a Cristo y a su Iglesia. Y sucede aquí lo mismo que en el caso anterior: de una manera insólita y sin cita previa, se encuentran con Jesús, se dejan provocar por el testimonio sencillo de algunos cristianos, y entonces deciden ellos llamar a la puerta de la que ya era su casa, pero que vivían dentro de ella como extraños. Es también una alegría reconocer a estas personas que así piden hacer su primera comunión y recibir la confirmación en su edad adulta.
Finalmente están los que habían sido bautizados e hicieron su primera comunión, pero estaban sin confirmar. Es una ocasión para prepararse de modo conveniente y recibir también la plenitud del Espíritu Santo con este sacramento que culmina su iniciación cristiana.
Todo esto es un regalo para nuestra Iglesia diocesana, que celebramos estos días en nuestra Catedral de Oviedo, acogiendo a estos trescientos adultos (¡nada menos!), que dan un paso adelante y desean vivir su vida como cristianos conscientes y comprometidos. Hay personas –muy pocas– que inducidos por conocidas siglas políticas son empujados y jaleados para que apostaten y salgan de la Iglesia. Yo lo siento en el alma cuando esto se da, pero la gozosa desproporción entre los que deciden marchar (quizás sin haber entrado nunca) y los que deciden entrar o continuar de otra manera, nos llena el corazón de esperanza. Este es también un regalo de pascua. Por él damos gracias con toda el alma.
+ Fr. Jesús Sanz Montes, ofm,
Arzobispo de Oviedo
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