Dios lo hará todo nuevo
La segunda lectura nos trae una nueva visión de San Juan, con unos matices especialmente idealizados, pues es como nosotros esperamos que sea el mañana en Dios. Nos habla de un cielo nuevo y una tierra nueva. Y es que Dios todo lo hará nuevo. De esa novedad de cielo y tierra nuevos desciende la Jerusalén celeste, más bella que en tiempos del rey Salomón. En el fondo es una alegoría lo que San Juan nos presenta. Jerusalén es el lugar santo por excelencia, y esta nueva Jerusalén es ciertamente un nuevo lugar, un nuevo tabernáculo, una nueva figura: La Iglesia; esta es la esposa amada de Jesucristo. Alguna vez en la misa de aniversario de la dedicación del templo he utilizado este pasaje que no habla tanto de la Iglesia como edificio, sino del templo espiritual siempre en construcción, retrasado por nuestros pecados y avanzado por nuestras virtudes. Este pasaje hemos de leerlo hoy teniendo presente el relato sobre Pablo y Bernabé de la primera lectura. Ellos venían a decirnos que ''hay que pasar mucho para entrar en el reino de Dios'', y ahora San Juan Evangelista nos aclara qué pasará allí: ''Ya no habrá muerte, ni luto, ni llanto, ni dolor. Porque el primer mundo ha pasado''... Si Dios resucitó a su Hijo, si Cristo que había sido introducido sin vida en aquel sepulcro nuevo salió resucitado, ¿Cómo vamos a dudar de que Dios pueda hacer nuevas todas las cosas?. Así termina precisamente este fragmento de la visión que Juan describe en su encierro en Patmos: ''Y el que estaba sentado en el trono dijo: «Todo lo hago nuevo»''.
Luchemos la batalla del amor
Pero la gran enseñanza que hemos de llevarnos con nosotros este domingo es la que nos presenta el evangelio del día, el relato joánico de la última cena ó, para ser más concisos, el discurso que Jesús hace al terminar la cena pascual antes de salir para el huerto de los olivos. Alguno podría pensar: ¿Qué pinta en plena pascua un texto de algo que ya hemos dejado atrás? Pero la Iglesia que es sabia, quiere que hagamos nuestro este pasaje por ser clave para entender la Pascua. Adentrémonos en este brevísimo evangelio para descubrir cuánta riqueza esconde: ''Cuando salió Judas del cenáculo...'' He aquí el principio de todo, no nos quedemos en el drama, sino que ahora que conocemos que el final es feliz recapitulemos descubriendo el sentido. Judas no deja de ser un instrumento, y es que su salida de la sala donde cenaban marca el comienzo del camino de Cristo hacia su glorificación, y esa salida pone en marcha, o será desencadenante, para que llegue el momento de la redención. Jesús es consciente de esto, por eso afirma estas palabras que a los apóstoles les quedarán grabadas, como todas las que les dijo aquella noche, aunque "in situ" no llegaron a comprender ni la mitad. Tras la marcha cumplido su papel de Judas Iscariote, el Señor afirma: ''Ahora es glorificado el Hijo del hombre, y Dios es glorificado en él. Si Dios es glorificado en él, también Dios lo glorificará en sí mismo: pronto lo glorificará''. Parece un trabalenguas con mensaje encriptado, pero es muy sencillo; fijémonos únicamente en la primera palabra: ''ahora''... ¿Cómo que ahora?: Sí; la glorificación comienza en la traición, pasa por la Pasión y culmina en la Resurrección. A veces nosotros no somos capaces de ver esto, a menudo pensamos que nuestros días buenos y gloriosos son aquellos en los que no tenemos disgustos, problemas, dolores o cruces; nada de eso. Hemos de remitirnos nuevamente a la predicación de los apóstoles en la primera lectura que narra el Libro de los Hechos: ''hay que pasar mucho para entrar en el reino de Dios''. Esta ascesis, este aceptar sin queja la voluntad de Dios para nuestras vidas, ese abrazarse a la cruz que llega es lo que da sentido a la gloria que falta. Nuestras generaciones pasadas lo entendieron perfectamente, se les habían educado sabiendo descubrir a Dios en toda circunstancia; nosotros, sin embargo, cuando nos vienen mal dadas perdemos la fe, dejamos de ir a misa y nos enfadamos con Dios, a menudo por tonterías. Jesús, en el comienzo de su cuenta atrás dice: ''ahora es glorificado''; es decir, es capaz de ver la luz cuando aún estaba empezando a entrar en el túnel. Necesitamos crecer en este aspecto; por seguir a Jesús no vamos a estar libres de tormentas, y en estos tiempos menos, pero detengámonos para descubrir que detrás del nubarrón vendrá el día radiante de sol. La glorificación acontece ya en la traición que da comienzo a la gloria de la Pascua.
Jesucristo sabe que se le acaba el tiempo, por ello les dice ''Hijos míos, me queda poco de estar con vosotros''; en otras traducciones dice ''hijitos'', y es que es un momento de intimidad, de cariño del maestro a los suyos, a los que lega su testamento: ''Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros; como yo os he amado''... Es curioso lo que hace Jesús, sabe que un discípulo se ha marchado para traicionarle y, sin embargo, no habla de venganza, de empuñar armas ni de "ojo por ojo"; todo lo contrario, su último mandamiento es clave: ''Amaos''. Jesucristo no se arrepiente de haber amado a Judas; tampoco nosotros hemos de cansarnos de amar. Una expresión muy común en conversaciones coloquiales es: ''yo quise mucho a esa familia, y mira que poco me lo han agradecido''; ''yo siempre trate bien a fulanita, y sé que me critica por la espalda'', ó ''yo fui buen vecino con los del tercero, y me han denunciado por ruidoso''... Todos sabemos que cuesta, pero el que ama no es el tonto, ni el que se rinde o renuncia al conflicto directo, sino el que sabe vaciar su interior de sentimientos de odio y rencor que nos destruyen. El que odia, el que critica, el que insulta, el que tiene sed de venganza, él mismo se hace daño y autodestruye; nosotros como seguidores de Jesús no podemos ser así. Nos lo dice el Señor de forma muy clara: ''La señal por la que conocerán todos que sois discípulos míos será que os amáis unos a otros''. A menudo pensamos que la Pascua es sólo un tiempo para celebrar que Cristo venció a la muerte, pero es algo más; es un tiempo de interiorizar en cada uno de nosotros: ¿Cómo me estoy preparando yo para mi propia Pascua que un día ha de llegar? Tenemos la fórmula y respuesta, toca ponerla en práctica: ¡''AMAOS''!
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