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jueves, 21 de abril de 2022

Diario de un hombre atribulado

(Angélica González/ Diario de Burgos) 'Creo, amo, espero... ¡Luego existo! Del hogar monacal a las periferias urbanas' es el larguísimo título del último libro del obispo emérito de Ciudad Rodrigo, el arandino Raúl Berzosa, y probablemente el primero que no se publicó rodeado de la clásica trompetería que acompaña a los nuevos textos: primero porque apareció en el año de la pandemia y después porque no se publicitó en absoluto -apenas hay un par de reseñas sobre él en webs católicas- a pesar del indudable interés que tenía, ya que no hacía ni un año que se había despedido de la diócesis de Ciudad Rodrigo tras presentar su renuncia por motivos personales. En este texto, de la editorial Monte Carmelo, Berzosa explica el itinerario geográfico y personal que siguió desde que la Conferencia Episcopal anunciara su retiro temporal en junio de 2018 pasando por la despedida oficial de su diócesis al año siguiente, hasta sus vivencias en Roma en plena pandemia.

A lo largo de más de 350 páginas, el que fuera obispo auxiliar de Oviedo se desnuda espiritual y casi físicamente. Habla del estado de su alma pero también ofrece muchos detalles sobre pequeños asuntos mundanos. El monasterio benedictino de En Calcat (Francia), la Casa Generalicia de los Jesuitas en Roma y la parroquia de Nuestra Señora de Las Nieves en Bogotá (Colombia) son los escenarios de la recuperación anímica de este sacerdote, que acaparó la atención de todos los medios de comunicación al tomar una decisión prácticamente inédita en la Iglesia Católica española: "De lo experimentado, por gracia, y con profundo y sincero agradecimiento, hablan estas páginas; al mismo tiempo, con mucho pudor y respeto, ya que es como desnudar mi corazón. Confío en que serán bien comprendidas ya que no tienen otra intención que dar gloria y gracias al Padre de la Providencia y Señor de todos los dones", afirma en el prólogo.

"UN PARIA EXISTENCIAL". No se anda con rodeos al contar cómo se encontraba al despedirse de Ciudad Rodrigo: "Me sentía tan solo como un mendicante y como un paria existencial. Viviendo literalmente de la caridad y lejos de España. Abandonado a la misericordia de Dios y de su iglesia, providencialmente presidida y pilotada por el papa Francisco, y sostenido únicamente, con la gracia del Espíritu, por la fe, la esperanza y la caridad". Hay mucho dolor en sus palabras: "Gracias a Dios, sin tener nada material, o mejor, tan solo deudas, y ni siquiera el poder y la capacidad para administrar tampoco nada; no era nada, ministerialmente hablando, ya que no tenía ningún oficio y no me esperaba nada humano ni eclesial en orden a "medrar" o a "hacer carrera" como nunca lo he esperado ni buscado en mi vida de pastor".

No obstante estas carencias materiales, su fe se mantuvo inquebrantable y, según cuenta, creció y se agigantó a pesar de las adversas circunstancias: "La vida es una escuela permanente de aprendizaje. Y si algo había aprendido ha sido a no ceder al acoso, al chantaje, a la paranoia o esquizofrenia victimista, ni a la manipulación de datos o información falsa. Ni tampoco a entrar en el rol tóxico de salvador-víctima-controlador".

En este punto cabe recordar que nunca se hicieron públicas las razones por las que Berzosa dejó su sillón episcopal de Ciudad Rodrigo y, por tanto, las especulaciones, que hasta entonces se habían producido con sordina, se ampliaron y reprodujeron. Desde que llegó a la diócesis salmantina, dos mujeres vivían con él y le acompañaban a actos públicos. Comenzaron las habladurías en el sentido de que con una de ellas habría algo más que una relación de amistad -algo que siempre fue negado por el entorno del arandino- y que con ambas, el obispo había puesto en peligro su patrimonio económico. "Si tuviere que seguir expuesto a la incomprensión y al juicio de los hombres y a algunos hermanos en la fe y en el ministerio, lo asumo y perdono, rezando por quienes trataron de hacerme mal, a mí y a otras personas cercanas y afectadas, de forma injusta y cruel".

La parte desarrollada en el cenobio francés está escrita a modo de diario. En él, Berzosa todos los días da cuenta de su actividad -fundamentalmente, oración y lectura- y ofrece detalles del entorno, la comida, las características físicas de los monjes, de las personas que van a la iglesia... haciendo algunos análisis bien singulares: "Los monjes tienen fisonomías de cara a las que no estoy muy habituado encontrar. No sé si por ser franceses o por ser monjes. Casi todos son muy delgado; los mayores, de aspecto más bien descuidado. Entiendo que puede ser por el voto de pobreza y por no haber mujeres que cuiden la ropa". "Noto que, por lo general, las mujeres francesas se mantienen delgadas y tienen el pelo corto, a lo 'chicote'". Narra, además, de forma muy detallada lo que come, lo mucho que suda por el calor que hace, que está pensando en dejarse barba, las veces que lava su ropa, se corta el pelo o limpia su habitación, y analiza su realidad con circunloquios solo aptos para conocedores de lo que ocurrió: "He tolerado a mi alrededor, no tanto la idolatría como la mundanidad (...) a veces, por no herir a personas o no ser firme con ellas he cedido ante el mal y la maldad, nunca en máxima gravedad; incluso tapándolo con medias verdades o falsas argumentaciones (...) he estado adormecido, alertargado, viviendo sin radicalidad, en lucha y contradicción entre lo que mi corazón me decía, mi cabeza pensaba y mis obras hacían".

En constante oración, le pide a Dios perdón por haber sido "cobarde" y haber cedido "a favores o favoritismos personales, en personas ricas y en pobres, bajo la tiranía de los fuertes y poderosos y la tiranía de los más débiles" y asegura haber sido consciente de la existencia del demonio: "Puedo afirmar que he visto el poder del diablo y la realidad del infierno en mi vida y en el entorno social que me ha rodeado". En el monasterio francés no experimenta el tiempo pasado como de ruptura. Haciendo un metáfora agrícola dice que los días han sido "de poda, para poder dar más fruto". Allí, en En Calcat, le cuenta sus pecados al abad emérito: "Ha sido una confesión sacramental sosegada, como una confesión general, y al final para lo que necesitaba mayor detenimiento en relación a mis últimos años en Ciudad Rodrigo, además de lo hablado, le he dejado algunos papeles para que los pueda leer más despacio".

"CURIOSIDAD MALSANA". No deja de estar al tanto de lo que pasa fuera y lee los mensajes y correos que le llegan: "Confieso que agradezco que se acuerden de mí, aunque a la vez no me gusta el tono ni la forma ni el contenido de algunas frases: oscilan entre la curiosidad malsana y el darte consejos 'desde fuera'. Me enseñan, con humildad, a que en las cosas de Dios hay que ser solo testigos y acompañantes, nunca maestros ni compañeros de curiosidades malsanas. ¡Señor, perdón por esta confidencia y desahogo!". A veces recibe buenas noticias: "He tenido contestación de Ciudad Rodrigo. Me comunican que la auditoría económica diocesana ha sido muy positiva, de lo cual me alegro".

No para en ningún momento de rezar ni de leer textos de autores sacros y a partir de ellos, reflexionar sobre su vida y las circunstancias en las que se encuentra: "Creo, Señor, que como a Jesús tu espíritu me ha conducido al desierto de En Calcat. Se ha servido de circunstancias 'imprevisibles' para traerme aquí. No he venido con la inocencia de Jesús. Ni estoy libre de las tentaciones del padre de la Mentira (sic): egocentrismo, excentricidad, manía persecutoria, melancolía, afectividad descontrolada...". Y no faltan las comparaciones con personajes de la historia sagrada: "Me siento como María Magdalena en el desierto y pido al Señor que mi expiación sea subir al Calvario acompañando a Jesús, estar al pie de la cruz como ella sin importarme las críticas, las burlas, el ruido de los martillos, las blasfemias de los hombres...".

Tras los meses de tranquilidad, reflexión y rezos en el cenobio francés cambia radicalmente de escenario y llega a Bogotá, donde se da un baño de realidad. Ahí su relato no tiene tanto que ver con él mismo como con los complejos casos que ve en la parroquia de Nuestra Señora de las Nieves, que también explica con detalle. Lo llama "realidades pastorales" y tienen que ver con la extrema pobreza, las violencias y las enfermedades que viven las personas que la frecuentan.

Es septiembre de 2019 cuando vuelve a Roma (estuvo en la Navidad del 2018) y es allí donde pasa el confinamiento por la covid. Reflexiona mucho sobre la nueva situación, el miedo, la solidaridad... y refleja que "existe la tentación de comer más, sobre todo dulce, en los momentos de inevitable ansiedad". Humanísimo, siempre y ante todo, Raúl Berzosa.

¿Y AHORA QUÉ? Raúl Berzosa se encuentra en la actualidad en una parroquia de la República Dominicana y apoya a Francisco Ozoria, arzobispo de Santo Domingo. Pero recientemente han vuelto las especulaciones sobre su futuro inmediato, que no contemplan otro escenario que el de volver a España. Y son muchas: Obispo titular de Menorca, auxiliar en Valencia, Sevilla o Toledo e incluso director nacional de las Obras Misionales Pontificias, tal y como publicaba recientemente la web Infovaticana.

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