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lunes, 21 de febrero de 2022

Fashion & Religion. Por Jorge Juan Fernández Sangrador

Hace ochocientos cincuenta años que fue consagrada la catedral de Tournai (Bélgica). En el marco de las celebraciones conmemorativas se mostraron públicamente los ornamentos litúrgicos más preciosos del templo y se montó una pasarela sobre la que desfilaron varias personas, que no eran modelos profesionales, ni tampoco sacerdotes, sino voluntarios que se prestaron a recorrerla luciendo las vestiduras artísticas de la sacristía catedralicia.

Antes de la exposición, el TAMAT (Musée de la Tapisserie et des Arts Textiles de la Fédération Wallonie-Bruxelles), con el apoyo de los Amigos de la catedral de Tournai y la Universidad católica de Lovaina, realizó una meticulosa labor de cosido y reparación de desperfectos en las telas y en los bordados.

Además de por razones estéticas, los promotores de esta gran obra de recuperación de los textiles litúrgicos, poco vistos por estar siempre guardados en calajes de la sacristía, la han llevado a cabo sobre todo por la estima que les merece su sacralidad: «Pertenecen a la esfera de lo sacro en el mismo grado que las oraciones, las palabras y los gestos que componen los ritos de las ceremonias religiosas. Si admiramos su belleza, debemos igualmente emplearnos en reinscribirlos en el corazón de la liturgia, que es en la que verdaderamente cobran sentido pleno». De aquí el título de la muestra: “Habiller le culte. Les fastes du textile liturgique de la cathédrale de Tournai”.

Esta exposición, sin embargo, no ha tenido el eco de la del Metropolitan Museum of Art de Nueva York, en The Met Fifth Avenue y The Met Cloisters, en 2018: “Heavenly Bodies. Fashion and the Catholic Imagination». Fue acompañada de bastante alboroto mediático, debido a que, además de las piezas históricas, se exponían vestidos confeccionados bajo inspiración de ropajes de imágenes religiosas, de ornamentos litúrgicos y de atuendos eclesiásticos, lo que le confirió un aura de irreverencia para con las realidades sagradas a las que hacían referencia, que acabó siendo ofensiva para el sentir religioso. Algo parecido a lo que sucedió con la película “Roma”, de Federico Fellini, en 1972. Fue la exposición más visitada de cuantas se han organizado en el Metropolitan Museum of Art (1.659.647 visitantes), superando a la de “Treasures of Tutankhamun”, en 1978, que, hasta ese momento, era la que figuraba como número uno (1.360.957 visitantes).

Para la Iglesia, la importancia de los tejidos, no solo para los usos litúrgicos sino también para el embellecimiento de los templos y de las estancias en las que discurren las horas de cada día, está asociada a la obra creadora de Dios, pues, en el libro bíblico del Génesis, fue él mismo quien confeccionó, en el paraíso, el primer vestido de la humanidad, el de Adán y Eva, que ocultaron su vergüenza tapándose con hojas.

Más aún, el ser humano fue formado, en las entrañas maternas, con primor y amor por Dios, como se lee en el salmo 139: «Tú has creado mis entrañas, me has tejido en el seno materno». Basándose en estas palabras del salmo y en el pasaje del Génesis arriba mencionado, a la Virgen María se le da, en la iglesia siria, el título de “Tejedora”, porque en ella fue tejido el cuerpo humano de Cristo, siendo revestida así, nuestra naturaleza, de gloria.

Y esto es lo que se ha hecho durante siglos en la Iglesia: crear. De los monasterios han salido los paños cosidos y bordados más hermosos que han circulado por el mundo, trabajados con paciencia, un gusto exquisito y una técnica de altísima precisión, siendo los talleres monásticos una suerte de paraísos en la tierra, en los que, además de obras de gran belleza, inapagable aunque pase el tiempo, se tejen relatos.

Relatos distintos de vidas que se encuentran y se unen para escribir un texto (“textus” = tejido), en el que hilos de distintos colores se combinan, de acuerdo con las antiguas tradiciones recibidas, hasta conformar un inmenso y bellísimo tapiz al que luego añadirán su arte otras manos. Y así es como se va desarrollando y embelleciendo también ese ya de por sí extraordinariamente hermoso Tapiz que es la Iglesia.

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