Domingo VI del Tiempo Ordinario, día del Señor en que como comunidad nos reunimos para celebrar la victoria de este Cristo resucitado donde una vez más recibimos su palabra y su cuerpo. Esto es lo principal, no sólo lo que hoy celebramos, sino lo más grande que cada día de nuestra vida podemos recibir: a Cristo mismo. San Pablo, en la epístola que hemos escuchado tomada de su primera carta a los corintios, incide en esta verdad que jamás hemos de perder de vista. No hay forma de creer en Jesús y quererlo negando su pasión, muerte y resurrección; esta es la clave de nuestra fe. Por eso el Apóstol es tajante al afirmar que si no hay resurrección no hay perdón de los pecados, y por tanto, no habría vida eterna.
La primera lectura de Jeremías, por su parte -que perfectamente luego enlazaremos con el evangelio- nos habla de la mayor felicidad o dicha, la cual no es otra que creer en el Señor y fiarse plenamente Él. Por eso el Profeta tiene una palabra para los no creyentes y para los creyentes; de unos dice ''Maldito quien confía en el hombre'', y de otros, ''Bendito quien confía en el Señor''. En el evangelio de este domingo nos encontramos exactamente lo mismo: Jesús en el sermón de las bienaventuranzas también hace una dicotomía; primero habla de los ''Dichosos'', para después lamentar: ''Ay de vosotros''. Quizá una buena acción para cada uno de nosotros en esta semana sería volver sobre este pasaje y preguntarnos si el Señor me dirá a mí ''Ay'' o ''dichoso''...
A continuación una reflexión sobre tres realidades a la luz de la palabra proclamada:
Manos Unidas: ''Los que ahora tenéis hambre''
Hoy la Iglesia en España vive la Campaña de "Manos Unidas" (Campaña contra el hambre) y el evangelio del día no podía venirnos mejor para meditar esta realidad: ''Dichosos los que ahora tenéis hambre, porque quedaréis saciados''. ¿Acaso Dios se alegra de que haya en el mundo pobres, hambrientos, tristes, odiados, perseguidos, excluidos, insultados, proscritos...? En absoluto, pero cada año por estas fechas volvemos a avergonzarnos al caer en la cuenta de que en nuestro "avanzado" mundo siguen muriendo cada día cientos de personas por no tener nada que llevarse a la boca, personas que mueren por no tener recursos para adquirir medicinas, gente que se quita la vida quizá porque no supimos ver su tristeza y ayudarles a salir del hoyo; personas que son asesinadas con violencia, atacados por su fe, marginados y proscritos de la sociedad... Sin duda vivimos en un mundo insensible y en una sociedad "líquida" y hueca de valores y sentimientos, manifiestamente mejorable. Los cristianos estamos llamados a contribuir a esa mejora y dar consistencia a la cimentación de una sociedad y un mundo diferente.
En concreto, las colectas de las parroquias que realizamos este fin de semana irán destinadas al objetivo que el Arciprestazgo de Oviedo junto con los de Siero y el Fresno, han asumido para este año. Se trata de un proyecto de mejora de agua y saneamiento en la región y diócesis africana de "Kara" en el país de Togo, cuyo coste superará los 113.000 euros y beneficiará de forma directa a 5.824 personas. Ya de antemano gracias a los que van a colaborar con esta buena obra, casi siempre los mismos y más humildes que son la verdadera Iglesia y los elegidos del Señor. Fieles en la bonanza y en la persecución hipócrita y mediática de nuestros días.
Asistimos en estos días "a bombo y platillos" en los satisfechos y serviles medios de comunicación de la mamandurria subvencionada -con el dinero de autónomos, funcionarios, pensionistas y trabajadores y obreros con mayúsculas- a un auténtico acoso y derribo que se está acometiendo en España contra la Iglesia Católica (sólo ésta, claro; para otras confesiones innombrables o grupos como la misma casta política, de artistas y de la farándula y la "cultura" -algún "poeta" a promocionar que no lo conocían antes ni en su casa a la hora de comer-) no hay más que hueco vacío en los pantalones de los revanchistas valientes y tiranos de nueva pátina "democrática". Es cierto -dramáticamente- que ha habido abusos y pecados graves en el seno la Iglesia, pues la formamos humanos de carne y hueso, pero lo triste es que no se quiera erradicar un execrable mal social que esta misma sociedad enferma de valores morales y pansexualista promueve, sino etiquetar a la Iglesia como si la pedofilia fuera un adjetivo de ésta. La única Institución -por otra parte- que lleva tiempo luchando contra ello. Según el último Anuario Pontificio, en el mundo hay 410.219 sacerdotes católicos entre los que habrá de todo, pero la práctica mayoría están dando su vida en el día a día al servicio de todos y haciendo el bien sin salir en ningún telediario. En los últimos días se ha dado a conocer en España el informe de la fundación ANAR, que no es sospechosa ni de ser una institución cercana a la Iglesia, ni de ningún posicionamiento próximo -os animo a leer dicho informe- en el cual se aportan los porcentajes del abuso sexual a menores en nuestro país en las últimas décadas. La cifra más elevada de esa lacra la ocupan los padres de los niños abusados con un 23.3 %. Hay muchas más cifras de por medio en los datos, muy lejos de la Iglesia: compañeros de colegio 8,7%, los amigos de internet 5,2 %, hermanos 2,15%, vecinos 1%... Los sacerdotes ocupan el último puesto con un 0.2 %... Es decir, que a esos que dicen que sacerdote es sinónimo de pederasta habría que decirle: ¿tienes un niño en tu familia?, pues según la pura matemática estadística tienes un 50% más de posibilidades de ser tú el pedófilo que el sacerdote. Es un tema duro, dramático y dolorosos, aunque sólo fuera un caso. Pero tampoco debemos dejarnos pisar, asumiendo que este un mal a erradicar de toda la sociedad, no un problema que se reduzca a los clérigos. La Iglesia ya ha pedido perdón en numerosas ocasiones y ha puesto en marcha muchos mecanismos para sanar ese mal. Hay que exigir que esto se aplique a todos los ámbitos sociales... ¡y ya veríamos! Es evidente que los satisfechos y soberbios de corazón utilizan este tema como arma arrojadiza de acoso y derribo, pero ante esto hemos de sentirnos confortados con las mismas palabras de hoy del Señor: ''Dichosos vosotros cuando os odien los hombres, y os excluyan, y os insulten y proscriban vuestro nombre como infame por causa del Hijo del hombre. Alegraos en ese día y saltad de gozo, porque vuestra recompensa será grande en el cielo''.
Perseguidos ''Dichosos los que ahora lloráis, porque reiréis''
D. José Ignacio Munilla, en una entrevista que concedía hace unos días ante su salida de la diócesis de San Sebastián para asumir la sede episcopal de Orihuela-Alicante, afirmaba: es importante que asumamos que se acercan tiempos de persecución hacia la Iglesia, en la medida en que nos resistamos a la imposición del pensamiento único dominante. El pensamiento cristiano siempre ha sido contracultural, pero hoy lo es de manera especial. Otros perseguidos hoy son nuestros obispos. La persecución no es algo nuevo en el cristianismo, y menos en España. Jesús nos recuerda en el evangelio: ''Eso es lo que hacían vuestros padres con los profetas''...
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