Cuando la indiferencia se hace olvido
Se suele decir que la vida, cuando duele y nos golpea, genera una reacción defensiva y nos crea costra, nos endurece. Ante los duros palos, nos hacemos de pedernal, como una forma de defendernos y protegernos ante los avatares que nos tumban y desgastan. Este año, la “Campaña contra el hambre” que organiza Manos Unidas, tiene un lema que aborda esta actitud evasiva que estamos señalando: “Nuestra indiferencia, los condena al olvido”. Como decía Mons. Giussani, la actitud del niño puede ser la distracción, la del adulto es el olvido calculado.
Recientemente le han hecho una entrevista en la Revista Omnes a la Presidente de esta organización católica, Clara Pardo. Ella lleva ya dos mandatos al frente de esta importante ONG eclesial, donde comenzó como voluntaria. Han sido muy directas sus respuestas. Porque estamos en un momento en el que nos jugamos nuestra credibilidad como cristianos, si no nos sacudirnos la inercia que tantas veces nos empuja a refugiarnos en nuestros pequeños mundos evitando la intemperie en donde se percibe la soledad, la precariedad, el infortunio, la desesperanza de tanta gente que sufre por mil motivos en su propia carne, en su propia alma, los estigmas de las hambres y pobrezas varias.
Decía así Clara Pardo: “queremos llamar la atención sobre cuantas veces te ponen unas imágenes duras en televisión y cambias de canal… porque no quieres saber más o piensas que «bastante tengo ya con lo mío». La única forma de trasformar el mundo es que todos participemos como nos ha dicho el Papa. Podemos pensar que «no voy a matar a nadie» pero, realmente, si miro a otro lado, no evito que esa persona muera… Tenemos que concienciar a las personas de que es imposible que habiendo alimentos suficientes en el mundo haya 811 millones de personas que se mueren de hambre o que no tienen acceso a la sanidad, o a la educación”.
Efectivamente, la indiferencia de piedra en la que a veces nos evadimos, la desinhibición de pedernal con la que endurecemos nuestra conciencia, hace que nos quedemos en nuestra propia seguridad “bunkerizada” sin tener esa entraña que nos abre a los demás. Cuando nuestros ojos pierden la mirada cristiana de las cosas y de las personas, asistimos distraídos a las malas noticias sabiendo que son simplemente calamidades o infortunios de los demás, siempre ajenos, que no deben perturbar nuestra tranquila vivencia y supervivencia. Pero entonces, dejamos de ser cristianos en la práctica, porque Jesús nos dijo precisamente aquello que siempre nos deja la sana mala conciencia: “tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme” (Mt 25,35-36). Esta es la razón y el motivo de nuestro compromiso como cristianos, y el horizonte en el que Manos Unidas se mueve.
Esta organización católica, alza la voz ante la creciente indiferencia que se está instaurando en nuestro mundo, pues constituye uno de los mayores desafíos y quieren denunciarlo en esta Campaña. Hay que despertar conciencias anestesiadas para que nadie se quede atrás, porque no es posible construir un mundo diferente con gente indiferente.
No podemos permanecer impasibles ante la desigualdad que condena al olvido y a la marginación a mujeres, niños, ancianos, personas con discapacidad, minorías étnicas… que representan a los “desheredados” de la Tierra. Si no reaccionamos, sin nuestra mirada, atención y apoyo, los más pobres del planeta serán olvidados y se harán invisibles. Jesús nos espera en todos ellos, ante quien no cabe ningún tipo de indiferencia con la que empujemos al olvido de los más necesitados.
+ Fr. Jesús Sanz Montes, ofm
Arzobispo de Oviedo
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