Concluimos hoy la Octava de Navidad con la Solemnidad de Santa María Madre de Dios; qué mejor forma que empezar el año civil que de la mano de la Santísima Virgen. Hay quienes hablan de la misa de año nuevo, pero no; es la solemnidad de la maternidad de María, que coincide con esta fecha al celebrarse ocho días después del día del nacimiento. María y José, fieles a la tradición judía llevaron al Niño Dios a circuncidar. En la liturgia antigua se conmemoraba aquel hecho -la circuncisión- hasta que la reforma litúrgica del Concilio Vaticano II decidió trasladar esta celebración mariana del 11 de octubre al 1 de enero. Contemplar este misterio de la maternidad de María, como todas las verdades de fe nos sobrepasa; cómo pensar que una mujer mortal pudiera dar a luz y criar a Dios.
La Octava es una prolongación del día mismo de Navidad, el día en que María dio a luz al salvador "sin perder la gloria de su virginidad" -como proclama la liturgia-. La antífona del "benedictus" que hemos rezado en laudes esta mañana nos decía: ''Hoy se nos ha manifestado un misterio admirable: en Cristo se han unido dos naturalezas, Dios se ha hecho hombre y, sin dejar de ser lo que era, ha asumido lo que no era, sin sufrir mezcla ni división''. Fue un tema muy discutido, pero que el pueblo fiel desde los albores de la cristiandad tuvo perfectamente claro hasta el punto de ser ésta, sin duda, la fiesta mariana más antigua de la Iglesia Occidental en la que se reconoce aquello que los obispos reunidos en Éfeso afirmaron en el año 431:“La Virgen María sí es Madre de Dios porque su Hijo, Cristo, es Dios”.
También nosotros hoy desde nuestra humildad queremos proclamar esta verdad: Sí, Santa María, Tú eres la Madre de Dios, la "Theotókos", pues gracias a Tí la Palabra se hizo carne entre nosotros. En estos días en que nos afanamos en comidas, compras y decorados especiales, no podemos olvidar que Dios se complace en los sencillos y humildes; son siempre sus predilectos, aquellos que Él elige para desconcertar a los que piensan según los cálculos humanos. Dejémonos sorprender también hoy por el Señor como lo hizo María y digámosle sí como lo hizo María.
Es un día especial tan bien para orar por el fin de la violencia, dado que la Iglesia Universal de la Paz este año suma su LV edición. El Papa Francisco en su mensaje para esta celebración no se ha limitado a abordar la cuestión espiritual de pedir por la paz, o la moral de las consecuencias de la violencia, sino que en esta ocasión nos habla de poner los medios reales para lograr la paz verdadera. La receta del Papa es muy directa, según Él, para lograr una paz duradera necesitamos: diálogo entre generaciones, educación y trabajo. En la Eucaristía de hoy, en el momento de la fracción, miremos con los ojos del alma a Cristo, el hijo de María realmente presente en la patena y pidámosle a Él que es el verdadero Príncipe de la Paz y Cordero de Dios, que le dé al mundo la paz que tanto necesita.
Feliz y Próspero 2022
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