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domingo, 21 de noviembre de 2021

''Soy Rey''. Por Joaquín Manuel Serrano Vila

Culminamos este domingo el año litúrgico con la solemnidad de Jesucristo Rey del Universo. Esta celebración quiere ser la meta a la que aspira nuestra vida terrenal para que Cristo sea ya en el aquí y ahora el rey de nuestra vida, para que cuando vuelva en la majestad de su gloria podamos ser partícipes de su triunfo. Es éste un día muy hermoso en que honramos al Señor como lo que es: Rey sobre todos los reyes y Señor de todos los señores. La fiesta de "Cristo Rey", fue incorporada al calendario litúrgico en 1925 por el Papa Pío XI por varios motivos, el primero para subrayar que Él es nuestro origen y nuestro destino; no hay más soberano en toda la Iglesia. Caemos en la cuenta de que hablamos no de un reinado político, sino de un reino que se resume en revelación, salvación y reconciliación. Si nos fijamos en el contexto histórico en que surge esta fiesta, podemos detectar cómo aquél Papa quiso salir al paso de la situación que atravesaba Europa en los años veinte del siglo pasado: los estragos de la primera guerra mundial, el auge del comunismo en Rusia y como consecuencia un notable incremento del ateísmo, la persecución de la Iglesia y la secularización de una sociedad polarizada y manipulable. Así, aprovechando el 1600 aniversario del Concilio de Nicea, nace esta solemnidad como respuesta a la situación de un momento crítico que abordada en la encíclica "Quas Primas". Como podemos comprobar, una situación no muy distinta a la actual...

Todos los textos de este domingo quieren acercarnos a la contemplación del Señor como soberano de todo. La primera lectura del profeta Daniel nos presenta la visión final del Hijo del hombre, al cual se le confía el destino del mundo entero. Este texto del Antiguo Testamento parece una prefiguración de Jesucristo como rey, pues en él se nos habla de una misteriosa figura -la cual nosotros identificamos como Cristo- a la que  Dios entregará tanto el poder como el reino, pero no un reino mundano, sino uno que no será destruido jamás; es decir, un reino eterno que supera los límites de nuestro conocimiento y que va más allá de nuestro barro, y en el cual no hay ni corrupción, ni tiranía, ni injusticia. Mirar la historia universal es constatar cómo los reinos, imperios y dinastías, han terminado cayendo dando paso a otras nuevas realidades; es un día para tomar conciencia de que todo lo humano es finito y sólo hemos de tener por infinito lo que procede y es de Dios. 

La segunda lectura está tomada del Libro del Apocalipsis; vemos un texto profundamente cristológico donde el autor nos presenta a nuestro Salvador como el testigo fiel, el que es digno de ser alabado como ''príncipe de los reyes de la tierra''. Es el "traspasado" que ha triunfado, un rey que ha sabido anteponer el amor a cualquier interés político, económico o de poder. Un reino que no es como los que conocemos, sino divino, pues como nos dirá luego el propio Señor en el evangelio: ''mi reino no es de este mundo''. Él es un Rey que para nosotros es principio y fin, por eso San Juan recluido en la isla de Patmos recoge en esta visión las palabras que los asturianos entendemos muy bien mirando la cruz de La Victoria: «Yo soy el Alfa y la Omega, el que es, el que era y el que viene, el Todopoderoso.»

El evangelio de hoy nos presenta si duda cómo es la realeza de Cristo, al cual contemplamos en ese diálogo con Pilato en el Pretorio en la llamada Sala de la fortaleza Antonia, donde comienza el Vía Crucis del Señor. Ahí vemos a un Cristo esposado, maltratado, flagelado y humillado al que interroga un poderoso de su tiempo, siendo el suyo el mayor poder de todos: liberarnos por su entrega de las cadenas del pecado y de la muerte eterna. "¿Eres tú el rey de los judíos?", pregunta Poncio Pilatos. Quizá hoy la pregunta que nos hemos de hacer es: ¿eres Tú, Jesús, el rey de mi vida? ¿Te dejo reinar sobre toda ella, o hay aún parcelas de mí vetadas y que me sigo resistiendo a que poseas?...

Tú lo dices: soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo; para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz... Si yo no sirvo a Dios ni le glorifico, ¿Cómo puedo decir que le tengo por rey?. Él ha venido para anunciarnos su Reino, para hacernos partícipes del mismo e invitarnos a él. Qué bien nos viene para esta jornada tomar conciencia del recordatorio de San Pablo en su segunda carta a Timoteo: ''si con Él morimos, viviremos con Él; si con Él sufrimos, reinaremos con Él'''. El Señor reina y también quiere reinar en nuestro corazón desde el trono de su cruz donde le vemos clavado bajo la inscripción ''INRI'': «Iesvs Nazarenvs, Rex Ivdæorvm.». Él es el mejor rey que podemos tener. Mirando al Sagrario digámosle con fe desde lo más hondo del alma: 
¡venga a nosotros tu reino! ...

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