Queridos hermanos:
Con el Tiempo del Adviento comenzamos el año nuevo litúrgico en el "ciclo C", en el que principalmente haremos nuestro el evangelio de San Lucas en la liturgia de la palabra de estos domingos. Decimos coloquialmente que el adviento es el tiempo de preparación de la Navidad, pero esta afirmación hay que matizarla un poco más. Podríamos decir que este tiempo litúrgico tiene dos partes, la primera es en la que nos encontramos, adentrándonos en la verdad que profesamos y asentimos en "el Credo": y de nuevo vendrá con gloria; y una segunda, en la que nos centraremos más en la primera venida de Cristo.
Los textos de adviento se presentan cargados de esperanza, así el relato de la profecía de Jeremías de la primera lectura nos habla de cómo el Señor es el único justo del que podemos esperar justicia. Si nos adentramos en la vida del autor, descubrimos a un hombre perseguido, con una realidad llena de dificultades, el cual define el nombre de Dios con una anhelada y firme esperanza: ''el Señor nuestra justicia''. Los entendidos piensan que el profeta habla en un momento histórico concreto en el que había interés en el pueblo judío por lograr la restauración del reino de Israel y de Judá. De fondo, más que un proyecto político, hay un anhelo de alianza con Dios; ésta es la invitación que se nos hace también a nosotros este tiempo: ser un tiempo de volver a Dios, de intensificar la oración, de pensar en el día final de nuestra existencia terrenal.
La epístola de San Pablo a los Tesalonicenses nos hace pensar que hubo un tiempo en que el Apóstol también creyó en que el Señor regresaría muy pronto, hasta el punto que quizá confío que él mismo llegaría a ver ese momento con sus propios ojos. Por eso el apóstol de los gentiles, invita en conciencia a los cristianos de la iglesia de Tesalónica a estar preparados para el retorno del Señor, tenido por inminente. San Pablo fue evolucionando en la visión de su retorno; quizá él pecó al comienzo al tener esta venida por próxima, mientras que tal vez hoy nosotros pecamos al contrario, de pensarla muy lejos... Durante todo el año, no sólo en adviento, hemos de tener muy presente esta evidencia: el Señor está por venir; volverá para manifestarse gloriosamente, para transformar y dar a cada cual tan sólo lo que le corresponde.
Hoy quiero quedarme con este versículo del evangelio que se proclama: ''levantad vuestras cabezas, se acerca vuestra liberación''. Es momento de despertar y también de decirnos: ¡año nuevo, vida de fe renovada! No nos quedemos sólo en el mensaje apocalíptico de este domingo, sabemos que nada hay eterno más que Dios, y por ende, todo lo demás tiene su fecha de caducidad, igual nosotros mismos. Por ello sepamos mirar más allá: ¿Puede haber mayor esperanza que saber que Cristo volverá a buscarnos?... No podemos ser cristianos vergonzantes o de cabezas gachas y cara de funeral, sino que es hora de ponerse en pie y vivir la fe y el testimonio con la cabeza erguida, de estar contentos, pues Dios cumple siempre su palabra: ''volveré y os llevaré conmigo, para que donde yo estoy estéis también vosotros''. No pretendo que la reflexión del primer domingo de adviento sea "exequial", pero se hace imprescindible recordar la verdad del "ya pero todavía no"; así es, lo vimos el domingo pasado: mi reino no es de este mundo, pero el reino de Dios ya ha empezado entre nosotros por medio de Cristo que viene, que se hace presente y nos llama y conduce a la gloria del Padre más allá de la cruz.
A algunos les asusta escuchar eso de que "vendrá a juzgar a vivos y muertos", pero mirad, Dios es tan inmensamente bueno que nos pone todas las facilidades para ese examen: nos dice las preguntas, nos da todas las facilidades para hacerlo bien y adapta el examen a cada uno de nosotros en particular. Pero claro, luego está la libertad de cada cual para prepararse o no para ese día. Tampoco valdrá esquivarlo o no querer presentarse; examen habrá, seguro...
No hay comentarios:
Publicar un comentario