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martes, 2 de noviembre de 2021

Santa Misa en el Cementerio Militar Francés de Roma

(Iglesia actualidad) A las 11 horas de esta mañana, en la Conmemoración de todos los fieles difuntos, el Santo Padre Francisco ha presidido la Santa Misa en el Cementerio Militar Francés de Roma.

A su llegada, el Papa ha colocado flores blancas en algunas tumbas y ha mantenido un momento de oración ante una tumba anónima. Luego, antes de llegar al altar, ha saludado a un grupo de niños con sus familiares.

Al final de la Santa Misa, el Papa Francisco, de regreseo en el Vaticano, se ha dirigido a las Grutas Vaticanas de la Basílica Vaticana para rezar ante las tumbas de los Papas.

Ofrecemos a continuación la transcripción de la homilía que el Papa ha pronunciado durante la Misa, tras la proclamación del Evangelio:

Homilía del Santo Padre

Me viene a la mente un escrito, en la puerta de un pequeño cementerio, en el norte: “Tú que pasas, piensa en tus pasos, y de tus pasos piensa en el último paso”.

Tú que pasas. La vida es un viaje, todos estamos en camino. Todos nosotros, si queremos hacer algo en la vida, estamos en camino. Que no es un paseo, ni siquiera un laberinto, no, es camino. En el camino, pasamos frente a tantos hechos históricos, frente a tantas situaciones difíciles. Y también frente a los cementerios. El consejo de este cementerio es: “Tú que pasas, detén tus pasos, y piensa en tu último paso”. Todos tendremos un último paso. Alguien me puede decir: “Padre, no estés tan triste, no seas trágico”. Pero esa es la verdad. Lo importante es que ese último paso nos encuentre en camino, no caminando; en el camino de la vida y no en un laberinto sin fin. Estar en camino para que el último paso nos encuentre caminando. Este es el primer pensamiento que me gustaría decir y que viene de mi corazón.

El segundo pensamiento son las tumbas. Esta gente –buena gente– murieron en la guerra, murieron porque fueron llamados a defender su patria, a defender valores, a defender ideales y, muchas otras veces, a defender situaciones políticas tristes y lamentables. Y son las víctimas, las víctimas de la guerra, que se comen a los niños de la patria. Y pienso en Anzio, en Redipuglia; pienso en el Piave del 14 –muchos se quedaron allí -; pienso en la playa de Normandía: ¡cuarenta mil, en ese desembarcadero! Pero no importa, cayeron…

Allí me he detenido frente a una tumba: “Inconnu. Mort pour la France. 1944”. Ningún nombre. En el corazón de Dios está el nombre de todos nosotros, pero ésta es la tragedia de la guerra. Estoy seguro de que todos ellos se han ido de buena voluntad, llamados desde su patria para defenderla, están con el Señor. Pero nosotros, que estamos en camino, ¿luchamos lo suficiente para que no haya guerras, para que las economías de los países no están fortalecidas por la industria de armas? Hoy la predicación debería ser mirar las tumbas: “Muerto por Francia”; algunos tienen nombres, otros no. Pero estas tumbas son un mensaje de paz: “¡Deteneos, hermanos y hermanas, detente! ¡Deteneos, fabricantes de armas, deteneos!

Estos dos pensamientos os dejo. “Tú que pasas, piensa, de tus pasos, en el último paso”: que sea en paz, en paz de corazón, en paz todo. El segundo pensamiento: estas tumbas que hablan, gritan, se gritan a sí mismos, gritan: “¡Paz!”.

Que el Señor nos ayude a sembrar y mantener estos dos pensamientos en nuestro corazón.

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