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martes, 9 de noviembre de 2021

Lo que los mártires españoles enseñan a los sacerdotes de hoy

(La nuova bq/ Aurelio Porfiri) Este sábado pasado España ha recordado a los mártires de la persecución religiosa desatada entre 1931 y 1939, y especialmente durante la guerra civil (1936-39). Desde 2019 contamos con 11 santos, 1.889 beatos y numerosos siervos de Dios. Un heroico tributo de sangre, muchas historias que nos hablan de la inmensa tragedia que supuso aquel acontecimiento histórico también para la Iglesia católica, en el que sin embargo se da la paradoja que nos enseña Tertuliano, es decir, que la sangre de los mártires es semilla de nuevos cristianos. Y es que estos hermanos nos muestran un ejemplo heroico de la exigencia de la fe que nos pide una adhesión total, hasta el punto de derramar sangre si es necesario.

Muchos de estos mártires eran sacerdotes, seminaristas, religiosos y religiosas. Según un cálculo, más de 6.800 personas fueron martirizadas entre los consagrados (incluidos los que aún no han sido elevados al honor de los altares), un número enorme que correspondía a una parte importante de las fuerzas religiosas españolas de la época. Obviamente, también fueron martirizados muchos laicos, pero el hecho de centrarse en los consagrados refleja el valor y la importancia del sacerdocio y cómo hay que defender su dignidad incluso a costa de la propia vida. Esto es lo que nos enseñan los mártires españoles a los sacerdotes de todo el mundo.

Y sin embargo, si miramos las estadísticas, debería preocuparnos que los países de antigua tradición cristiana vean un descenso constante del número de sacerdotes: «En cuanto al número de sacerdotes, es de nuevo Europa (-2.608) la que ha experimentado un descenso mayor, seguida de América (-690) y Oceanía (-69). Se registraron aumentos en África (+1.649) y Asia (+1.989)». (Eliana Ruggiero, AGI, sobre datos estadísticos proporcionados por la agencia Fides). Nos consolamos diciendo que a nivel mundial hay un crecimiento porcentual de los católicos, pero en realidad hay que interpretar que probablemente este aumento esté impulsado por el crecimiento de la población mundial. Y este crecimiento hace aún más preocupante el descenso estadístico que se viene produciendo desde hace años. Podríamos analizar el crecimiento en África y Asia, pero probablemente este no sea el lugar.

Preguntémonos por qué, hoy en día, en Occidente, el sacerdocio ya no se ve como un camino a seguir. ¿Será que la secularización del clero y la clericalización del laicado han contribuido a ello? Hace años un arzobispo dijo que el Concilio Vaticano II había contribuido a mostrar al sacerdote no sólo como un funcionario de lo sagrado. ¿Pero no es ésta su principal tarea? Al perderla, ¿no renunciarán a su identidad más profunda, que se manifiesta en el uso del hábito eclesiástico, en la vida de oración y, sobre todo, en la salvaguarda de la dignidad de la liturgia? Se es sacerdote para siempre precisamente porque el carácter fundamental del sacerdocio ordena a las personas a Cristo y debe ser siempre una llamada a Él.

Los mártires españoles nos enseñan que hay algo más grande que nuestra vida, que hay que reconocer nuestra dignidad de cristianos, como también nos enseñó San León Magno, y saber defenderla, en el ámbito de la propia vocación, hasta el final.

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