En este domingo XXVIII la Palabra de Dios nos presenta un tema muy interesante: ''la riqueza''. Es un tema que nos interroga, también los que somos pobres a menudo vivimos la miseria de la avaricia: ¿Estamos dispuestos a dejarlo todo por seguir al Señor?; ¿comparto las riquezas materiales y espirituales que Dios me ha dado?. Cuando llegue el momento de presentarme ante Él cómo me calificará: ¿avaro o generoso?...
Qué importante es dejarnos empapar y poner en práctica la Palabra que nos regala el Señor cada domingo; siempre será poco el tiempo que en nuestra vida dediquemos a leerla, estudiarla y meditarla, y, sobre todo, a vivirla en nuestro ser cotidiano. No escuchamos fragmentos de la Sagrada Escritura en nuestra celebraciones para rellenar el tiempo, sino porque estamos convencidos de lo que San Pablo nos dice en hoy en su carta a los Hebreos: La palabra de Dios es viva y eficaz, más tajante que espada de doble filo, penetrante hasta el punto donde se dividen alma y espíritu, coyunturas y tuétanos. Juzga los deseos e intenciones del corazón. No es cualquier palabra, es la Palabra que se cumple en Jesucristo verbo encarnado, en quien tiene cumplimiento todo lo anunciado y profetizado en el Antiguo Testamento.
A menudo, cuando pasamos por un mal momento nos dicen que tengamos presente que Cristo camina con nosotros pero, siendo cierto, la clave es precisamente lo contrario, somo nosotros los que necesitamos caminar al lado de Jesús, a su ritmo, tras sus huellas... Ante esta realidad tenemos dos peligros: que la palabra de Dios no cuente para mí, y, lo que es igual de malo, acomodarla a mis criterios o modelos filosóficos o ideológicos. Sólo cuando interpretamos las sagradas escrituras como la Iglesia nos enseña somos fieles a la verdad que Cristo nos regala, de otro modo caemos en un modelo Protestante: ''yo creo que dice'', ''a mí me sugiere'', ''yo tengo esta visión''... Estemos atentos al mensaje directo que el Señor tiene para nosotros escondido en el versículo que menos esperamos. Por eso es muy importante para el cristiano acercarse y conocer en profundidad la Biblia.
La primera lectura del Libro de la Sabiduría en su exégesis habitual, nos prepara para evangelio; en este texto el autor claramente demuestra que sabe valorar lo que merece la pena, por eso nos dice: vino a mí el espíritu de sabiduría. La preferí a cetros y tronos, y, en su comparación, tuve en nada la riqueza. En el lado opuesto el relato del evangelio tomado del capítulo 10 de San Marcos, nos presenta a un joven rico. Ese muchacho que siente la necesidad de acerca a Jesús, que busca el encuentro con el mismo Cristo y habla con Él; es consciente de que no está ante un hombre cualquiera, sino ante quien él mismo llama ''Maestro bueno''. Este joven busca y descubre el mayor de los tesoros: Jesucristo mismo y, sin embargo, a la hora de elegir entre los tesoros materiales y el mayor tesoro espiritual, no es capaz de tomar la decisión correcta.
Había una lucha entre su mente y su corazón que le lleva al encuentro con Jesús, pero la codicia le pudo más, aún marchándose pesaroso y triste; frustrado en su "pobreza" y tal vez con el corazón encogido de su fragilidad, se marchó. Es muy llamativo que el joven, poseedor de grandes bienes materiales, estaba interpelado por el fin de sus días: maestro bueno, ¿qué he de hacer para heredar la vida eterna?; sin embargo, teniendo la respuesta delante prefirió renunciar a esa vida eterna que anhelaba en sus tuétanos, asegurando únicamente la terrena. Es lo que le pasa a la gente con dinero, que viven con el temor de perder un céntimo de lo mucho que tienen, y viven con amargura de mantener la caja fuerte bien cerrada, como si pudieran llevarse el dinero con ellos a la sepultura. Jesús no se anda con rodeos y les dice: ¡Qué difícil les va a ser a los ricos entrar en el reino de Dios!. Lo he dicho muchas veces: No veremos nunca tras una carroza fúnebre un camión de mudanzas, ni mucho menos un furgón de caudales...
En este domingo este mensaje va para cada uno de nosotros en particular, también Jesucristo nos está mirando con cariño y nos dice: una cosa te falta, dejar de pensar en los tesoros de aquí abajo, y empieza a soñar y a encaminarte hacia el Tesoro de la eterna bienaventuranza.
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