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domingo, 24 de octubre de 2021

''Cuenta lo que has visto''. Por Joaquín Manuel Serrano Vila

Nos encontramos en el domingo XXX del Tiempo Ordinario, un domingo muy especial dentro del mes de octubre, al celebrar también en él la Jornada Mundial de las Misiones: el DOMUND (Domingo Mundial de la Propagación de la Fe). Y es que la Palabra de Dios de este fin de semana tiene mucho que ver con la Campaña Misionera, pues nos habla de un camino que pasa por la ayuda, superar prejuicios y cegueras y tender la mano a quien nos necesita. Todos estamos llamados a ser misioneros, de forma especial dando luz y abriendo los ojos a tantos que nos gritan pidiendo compasión, la mayor parte de las veces desde el silencio. 

La jornada de las misiones va en los genes de nuestro ser cristiano y, especialmente, la exégesis de la Palabra de este domingo quiero iluminarla desde el lema de la Campaña de este año: ''Cuenta lo que has visto y oído''. Transmitir, dar a conocer y testimoniar nuestra fe, nos ayuda a crecer humana y espiritualmente y evita el empobrecimiento y acomodo de nuestra condición de cristianos. El misionero toma su fuerza de la eucaristía y de la lectura orante de la Palabra; se llena de Dios para poder llevarlo a los demás y dar gratis a manos llenas este tesoro recibido igualmente gratuito. Veamos las claves de la misión a la luz de estas lecturas:

El misionero se pone siempre en las manos del Padre. La primera lectura del profeta Jeremías nos presenta su mejor faceta: está gozoso; por eso invita a gritar de alegría. El autor parece dejar atrás el dolor del destierro en Babilonia, y ahora reconoce que hay luz al final del túnel. El secreto ha sido esperar y confiar en el Señor. Lo roto puede volver a unirse, la desesperación puede desaparecer a favor de la esperanza: ¡el Señor todo lo puede! Así se encamina el misionero, alegre y esperanzado pese a la incertidumbre de la misión sabiendo que no va a ciegas, sino que está en las mejores manos posibles. Jeremías dice: ''Entre ellos hay ciegos y cojos, preñadas y paridas''... Es decir; aquí caben todos, nadie queda excluido. Dios quiere que todos seamos su pueblo. Y remata el Profeta revelando el sentir del Altísimo: ''Seré un padre para Israel''. El misionero no va con la autoridad de sentirse "Padre", sino con la pequeñez y humildad de saberse hijo del que es verdadero Padre de todos. Sólo sirviendo servimos de algo, sólo siendo discípulos podremos hacer discípulos. 

El misionero hace de su vida un sacrificio. La segunda lectura tomada de la carta de San Pablo a los Hebreos nos habla de la caridad sacerdotal de Cristo, pues como hemos escuchado el sacerdote es elegido ''para ofrecer dones y sacrificios''. Lo que con frecuencia olvidamos es que todos participamos del sacerdocio común que nos ha sido dado en el bautismo, cuando el sacerdote en la unción del óleo nos dijo: ''para que seas sacerdote, profeta y rey''. Todos tenemos el altar más cerca de lo que pensamos, incluso las mujeres; no para un sacerdocio ministerial, sino para desarrollar el sacerdocio bautismal, tal y como lo hacen los misioneros siendo la mayoría laicos y haciendo de su vida una eucaristía permanente, una ofrenda de sí mismos a los demás, y un imitar a Cristo Sacerdote que ofreció como el mayor don su propia vida consumada en el sacrificio del altar de la Cruz.

El misionero abre los ojos a los que no ven. Como en el evangelio de hoy, en el que Jesús iba predicando por las aldeas y al salir de Jericó aparece el ciego Bar-timeo ("el hijo de Timeo"). El evangelista especifica que el invidente estaba ''sentado al borde del camino, pidiendo limosna''. He ahí un desahuciado social al que Cristo devuelve la dignidad, pero en este caso no es Jesús el que se acerca al enfermo, sino el ciego, quien al enterarse que pasaba Jesús le grita pidiéndole compasión y ayuda. El misionero no es un activista de "Ong" ni un postulante de ideologías o filosofías de vida, sino que su misión principal es transmitir el Evangelio tal como la Iglesia quiere y enseña, sin atajos, remiendos o añadidos. A veces puede dar la impresión que las misiones son una especie de campo de trabajo social, pero no; las misiones son campos evangélicos de pastoral: catequéticos, de fe y de presentación y conocimiento de Cristo, particularmente a los que nunca han oído su nombre. Por eso necesitamos curar nuestras cegueras, para poder ayudar a otros a ver de forma especial, para que vean y descubran en nosotros y por nosotros a Jesucristo. El misionero no lleva nada, es pobre y austero, pero lleva con él un tesoro: al mismo Cristo. 

Como escribía el Papa en su mensaje para la jornada misionera de este año: "La amistad con el Señor, verlo curar a los enfermos, comer con los pecadores, alimentar a los hambrientos, acercarse a los excluidos, tocar a los impuros, identificarse con los necesitados, invitar a las bienaventuranzas, enseñar de una manera nueva y llena de autoridad, deja una huella imborrable, capaz de suscitar el asombro, y una alegría expansiva y gratuita que no se puede contener"... Que este gozo de ver cómo cambia la vida de las personas que "ven y reconocen" a Jesucristo nos impulse a ser cada día más misioneros en nuestro entorno. El DOMUND nos invita a levantarnos, soltar mantos o muletas y contarle a todo el mundo "lo que hemos visto y oído". 

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