Que Lugones sea noticia no es en sí ninguna noticia, pues raro es el día en que no figure su nombre en los medios de comunicación. Y no siendo la capital de concejo de Siero, es sin lugar a dudas la localidad más emblemática del cuarto concejo más grande de Asturias. Una vez más, un candasín responsable de la parroquia de San Félix ha representado en Covadonga a todos los feligreses de Lugones, prologando la novena a la Virgen de Covadonga.
Y a fe, que hizo una homilía de esas que mueven el espíritu, abren el alma y ponen la "piel de gallina" a quienes la escuchan. Y es que de aquello de lo que el corazón está lleno, habla la boca. Y fue tal el torrente de su oratoria que dejó muy claro su amor a Nuestra Señora, su personal agradecimiento a la patrona de Asturias, y su total entrega y devoción a la Madre de todas las madres.
Ciertamente: no es muy difícil arrancar del corazón de los asturianos una jaculatoria a Ella dedicada, pues su devoción está plasmada en la historia, en las costumbres y sobradamente demostrada en cerca de las doscientas capillas, dedicadas a la Virgen, como publicara D. Florentino Fernández, en su libro "La Virgen en el Principado de Asturias". Pero, no obstante, D. Joaquín, conocedor como el que más de esta devoción mariana, aprovechó la basílica de Covadonga -escenario propicio-, las personalidades y fieles que allí se reunían, para pasar de las "musas al teatro". Y así, hablando desde su formación teológica y doctrinal como sacerdote que lo es, por expreso deseo de la Santina -como bien recordaba y agradecía- hizo un llamamiento a la coherencia, entre fe, razón y obras, que nos corresponde realizar a todos los católicos, para vivir como pensamos y no terminar pensando como vivimos. Sus referencias a los ejemplos y enseñanzas de Juan Pablo II, del Papa Francisco y de los sacerdotes y obispos, relativas a vivir consecuentes con nuestra fe, le llevaron a no obviar -como no podía ser de otra manera- el sacramento de la confesión, tan personal como secreto e individual. La práctica tan nuestra de la romería y de las procesiones. La visita a tantos lugares destinados a la devoción a la Madre de Cristo, haciendo hincapié en su esposo San José.
No parecía fácil ser el primero que abriese la novena a Ntra. Señora de Covadonga, pero él lo hizo desde la modestia de su condición de párroco, pero con la grandeza de intención del Sto. Cura de Ars, al que creo llevaba -y tiene- como modelo. Así, en menos de treinta minutos, no se dejó a nadie en su alocución: desde sus anteriores compañeros de armas, recordando a los ciento dos fallecidos en Afganistán; hasta sus padres, que fueron quienes le acercaron por primera vez para que fuera arropado y protegido bajo el manto de nuestra patrona. Agradeció igualmente a todos aquellos que le ayudaron en su vocación y a quienes confiaron en él para prologar este año la novena. Y tuvo, cómo no, unas palabras de igual agradecimiento para sus feligreses de Viella y de Lugones, que le acompañaron hasta las montañas de Covadonga.
No ha podido tener la Virgen mejor hijo para hablar de ella, ni Lugones mejor embajador en Covadonga. Gracias, D. Joaquín Serrano.
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