Este año estamos mirando de forma muy especial a San José al conmemorarse 150 años de su declaración como Patrono de la Iglesia Universal. El Papa Francisco ha querido declarar este Año Santo dedicado al esposo de la Santísima Virgen de modo que nos sirva de ayuda a todos los creyentes, no sólo para acercarnos más a la vida y figura de San José y crecer en devoción hacia él, sino que nos sirve también para acercarnos indudablemente a Jesús y a María. Viendo a José con qué cariño los trata a ambos podremos aprender nosotros también a amar más al Señor y a su Santísima Madre. Por esto he elegido este versículo del evangelio de San Mateo como lema del triduo y la fiesta de este año: "Toma al niño y a su Madre". Son unas palabras dirigidas a San José, pero que hoy quiero que estén dirigidas a cada uno de los presentes: tomad en vuestra vida a Jesús y a María, no les dejéis fuera, déjadles entrar en vuestro corazón.
Cuando miramos la bella imagen de Nuestra Señora del Buen Suceso vemos precisamente esto: "al niño y a su madre", y he aquí la primera gran lección que nos da la Virgen: Dios está más cerca de nosotros de lo que pensamos. Tanto es así, que hecho uno de los nuestros lo vemos en pañales en brazos de su madre como cualquier niño nuestro; carne de nuestra carne. Por María toma Dios parte en nuestra humanidad para hacernos a todos partícipes de su divinidad.
Es un día de gozo; celebrar a María siempre es un motivo de alegría, aunque este año nos falte de nuevo la romería y sigamos padeciendo la pandemia. No nos podemos reunir en gran número como antaño. Precisamente por eso debemos acudir a Ella para decirle que como en la boda de Canaá de Galilea nos falta el vino de la salud, del trabajo, de la esperanza...
Hay una frase que el cine y la televisión han hecho muy célebre: ''una madre nunca debería faltar'', que es lo mismo que decir: ¡una madre debería ser eterna!. Esto es precisamente lo que Cristo nos ha regalado desde la Cruz al darnos a su madre por madre nuestra, en la persona de Juan. Esas palabras últimas de Jesús en su agonía se nos dicen a cada uno de nosotros aquí hoy en el Carbayu y mirando a la Santina del Buen Suceso: ''¡Ahí tienes a tu madre!''. He aquí esa Madre nunca nos va a faltar, que nunca nos va reprochar nada, que siempre nos va a acoger, a aceptar... Una Madre que siempre nos va a esperar con los brazos abiertos para con reír o llorar.
Tomar al niño y a su madre va todo unido, no vale ser de Cristo y no tener devoción a la Virgen, como tampoco es coherente querer mucho a la Virgen sin contar con Cristo. Ella siempre nos lleva a Él, que es en definitiva nuestra meta. Por eso la devoción a la Virgen del Buen Suceso no se puede limitar a venir a verla una vez al año; llevemos a la Virgen y al niño con nosotros, no sólo en la cartera, en el coche o en la mesita de noche: ¡en tu corazón! Ella nos ama más; siempre nos llevará la delantera. En estos tiempos de dificultad nos ponemos bajo su protección conscientes de que es lo que decía San Juan XXIII: "estrella de la mañana que disipas las tinieblas de la noche oscura''."
No le vamos a pedir a Nuestra Señora del Buen Suceso solamente que nos ayude, porque eso lo hace siempre; lo que hemos de pedir hoy es que nos dejemos ayudar. Ella que nunca pidió nada para sí misma, sino para los demás -como lo hizo en Canaá- por eso es para nosotros el mejor referente de caridad; que sepamos dejar de centrarnos únicamente en nuestros problemas para acercarnos más a las dificultades de los que nos rodean. Que como María sepamos vivir "en clave de Dios", en "un sí sostenido" que nos permita valorar los buenos sucesos que el Creador nos regala cada día.
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