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domingo, 25 de julio de 2021

''Santiago Apóstol''. Por Joaquín Manuel Serrano Vila


Aunque hoy la liturgia y la Palabra correspondería al domingo XVI del Tiempo Ordinario, sin embargo y por la fecha, la Solemnidad del Apóstol Santiago eclipsa la misma, y no es para menos al recordar a quien nuestra nación honra por ser su Patrono y por ser quien desde antiguo la tradición ha señalado como el primer evangelizador de nuestro suelo.

Es una jornada para sentirnos orgullosos de nuestras raíces, de la antigüedad de nuestra fe que se enlaza directamente con los primeros anunciadores del evangelio. San Pablo soñaba con venir a estas tierras, y dicen los de Tarragona que allí estuvo. La tradición nos indica que hasta aquí llegó Santiago "el mayor", el hijo de Zebedeo, y que no fue el suyo un camino de rosas. Así salió a su paso la Santísima Virgen sobre un pilar junto al Ebro, animando su misión y estimulándole para llevar la buena nueva hasta el fin del mundo, hasta "el finisterre".

Ver en su anuncio el recorrido y peripecias del Evangelio y sus transmisores desde el siglo I hasta hoy deja a cualquiera boquiabierto; lo grande que ha sido la fe de nuestro pueblo, la cosecha incontable de buenos frutos que traído el mensaje de Cristo a España no sólo cambió nuestra historia y en buena medida la del orbe cristiano y católico. Es inconcebible Europa y sus tradiciones sin la España cristiana que emana de la Reconquista, como igualmente la España actual sin la Asturias de Pelayo y de toda la monarquía -cristiana- asturiana...

San Pablo en su epístola a los Corintios aborda una realidad que no nos es ajena: ''llevamos un tesoro en vasijas de barro''. ¿Cuál es el tesoro?: El Señor, su Palabra, su Cuerpo. ¿Quiénes somos las vasijas?: los sacerdotes, religiosos y laicos, llamados a ser discípulos valientes del Resucitado. A menudo corremos el riesgo de no valorar como merece "el tesoro", pues nuestras flaquezas tan miserias humanas salen a relucir recordándonos que seguimos en un mundo al que no pertenecemos. Esto lo experimentaron los primeros apóstoles cuando el Señor los llamó por su nombre, no porque supiera de sus perfecciones únicas, sino más bien de sus sanables pobrezas.

Por su parte, la primera lectura tomada del Libro de los Hechos, nos presenta el gran gesto del Apóstol Santiago que a pesar de mostrarse junto a su madre y hermano como un interesado de los primeros puestos, acaba comprendiendo que el camino del evangelio no va por ahí. El desprendimiento de Santiago el Mayor será de tal forma que se convertirá en el primero de los apóstoles en confesar al Maestro con su propia sangre. Lo había asegurado pero realmente no se lo creía de verdad. La cercanía y el amor a Cristo le hará beber, ciertamente, su mismo cáliz.

En el episodio de Jesús con María la de Salomé -la madre de Santiago y Juan- vemos la palabras del Señor como un anuncio de cómo habrá de ser la muerte de nuestro Apóstol: «Mi cáliz lo beberéis; pero el puesto a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo, es para aquellos para quienes lo tiene reservado mi Padre». En aquel momento lo más probables es que no entendieran nada, pero el Señor les iba preparando para la que sería su pasión y muerte qué, en la mayoría de los casos y por el mismo motivo, habría  de ser parecida a la suya.

Los restos del Apóstol fueron traídos desde Jerusalén, y descubiertos en torno al año 813 siendo rey de Asturias Alfonso II el Casto, que habría de ser el primer peregrino a Compostela siendo Oviedo el primer punto de partida de este Camino, el cual se ha extendido por toda Europa y por el mundo. Debido a la pandemia, la Santa Sede ha ampliado el año jubilar hasta el 2022 para poder acercarnos de forma más holgada. Peregrinar, nos recuerda que no estamos parados, que somos Iglesia en camino, llamados todos a regresar a la meta que es Cristo por medio de la devoción a este amigo tan cercano del Señor. Peregrinos como Santiago para encontrarnos con nosotros mismos, con los hermanos y con el camino de la vida que con sus subidas y remansos nos invita a hacerlo en la búsqueda de la santidad que nos lleva a Cristo.

Quiero concluir con este fragmento de la oración que San Juan Pablo II escribió en una de sus visitas a nuestra tierra en 1989:

Señor Santiago,
necesitamos para nuestra peregrinación
de tu ardor y de tu intrepidez.
Por eso, venimos a pedírtelos
hasta este “finisterrae” de tus andanzas apostólicas.

Enséñanos, Apóstol y amigo del Señor,
el CAMINO que conduce hacia Él.
Ábrenos, predicador de las Españas,
a la VERDAD que aprendiste de los labios del Maestro.
Danos, testigo del Evangelio,
la fuerza de amar siempre la VIDA.

Ponte tú, Patrón de los peregrinos,
al frente de nuestra peregrinación cristiana y juvenil.
Y que así como los pueblos caminaron antaño hasta ti,
peregrines tú con nosotros al encuentro de todos los pueblos.

Contigo, Santiago Apóstol y Peregrino,
queremos enseñar a las gentes de Europa y del mundo
que Cristo es –hoy y siempre–
el CAMINO, la VERDAD y la VIDA.

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