(RD/ Josep Miquel Bausset) Un nuevo año, en este cuarto domingo de Pascua, el llamado domingo del Buen Pastor, el papa nos invita a celebrar la 58 Jornada Mundial de Oración por las vocaciones. El papa aprovecha el lema de este año: “San José: el sueño de la vocación”, para recordarnos (en este año dedicado a este Santo Patriarca), que San José fue un hombre que “no impactaba, ni poseía carismas particulares, ni aparecía importante a la vista de los demás”. Y es que “Dios mira el corazón, y en San José reconoció un corazón de padre, capaz de dar y regenerar vida en las cosas cotidianas”.
El papa nos recuerda que precisamente, “las vocaciones tienden a generar y regenerar la vida cada día”. Por eso “el Señor quiere forjar corazones abiertos, capaces de grandes impulsos, generosos en la entrega, compasivos en el consuelo de la angustia y firmes en el fortalecer la esperanza”. Como nos dice el papa Francisco, “eso es lo que el sacerdocio y la vida consagrada necesitan especialmente hoy, en tiempos marcados por la fragilidad y el sufrimiento causado por la pandemia”.
En su mensaje con motivo de esta jornada, el papa nos recuerda que “San José nos sugiere tres palabras claves para nuestra vocación”. La primera palabra que el papa destaca en la vida de San José es el sueño. Como nos dice Francisco, “todos soñamos en realizarnos”. Pero para llegar a eso, solo lo podremos vivir con el amor, que es “lo que da sentido a la vida, porque revela su misterio”.
Los evangelios, como nos dice el papa, “narran cuatro sueños de San José (Mt 1:20; 2:13,19,22)”. Estos sueños de este santo patriarca “eran llamadas divinas no fáciles de acoger”. Por eso, “después de cada sueño, José tuvo que cambiar sus planes y arriesgarse, sacrificando sus proyectos para seguir los proyectos de Dios”. Y es que San José “se dejó guiar por los sueños sin vacilar, porque su corazón estaba orientado hacia Dios”.
Como todos los que hemos acogido la llamada del Señor a seguirlo, “Dios no se muestra de forma espectacular, forzando nuestra libertad. Él nos da a conocer sus planes con suavidad”. Y es por eso que, igual que los que hemos escuchado la llamada de Dios, “los sueños condujeron a San José a una aventura que nunca habría imaginado”.
El primer sueño de San José “desestabilizó su noviazgo, pero lo convirtió en padre del Mesías”. El segundo “lo llevó a huir a Egipto, pero salvó la vida de su familia”. El tercer sueño de San José “anunciaba el retorno a su patria y el cuarto, le hizo cambiar nuevamente de planes y lo llevó a Nazaret”.
Como nos dice el papa, “en todas esas vicisitudes, la valentía de seguir la voluntad de Dios resultó victoriosa”. Y es que como remarca el papa, “no existe fe sin riesgo”, porque “solo abandonándose confiadamente a la gracia, dejando de lado los propios intereses y comodidades, se dice “sí” verdaderamente a Dios”.
Por eso en esta Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones, “San José representa un icono ejemplar de la acogida de los proyectos de Dios”. Una acogida que es activa, porque “nunca renuncia ni se rinde”, ya que San José no es un “hombre que se resigna pasivamente”. Al contrario, San José “es un protagonista valiente y fuerte”.
Después del sueño, la segunda palabra que nos propone el santo padre y “que marca el itinerario de José y de su vocación, es el servicio”, tal y como lo narran los Evangelios. San José “vivió totalmente para los demás y nunca para sí mismo”. Así, de la misma manera que los que hemos hecho la opción para seguir a Jesús, San José, “liberando el amor de su instinto de posesión, se abrió a un servicio aun más fecundo”. Y es que para San José, “el servicio no fue solo un ideal elevado, sino que se convirtió en regla de vida”.
Hay un tercer aspecto que caracteriza a San José y la vocación cristiana y que marca el ritmo de lo cuotidiano y que es “la fidelidad”. José, como nos dice el papa, fue “el hombre justo (Mt 1:19), que en el silencio de cada día perseveró en la adhesión a Dios y a sus planes”. San José sabía que “la existencia se construye solo con la continua adhesión a las grandes opciones”.
A la pregunta del papa sobre cómo se alimenta la fidelidad, Francisco nos dice que solo se puede hacer a “la luz de la fidelidad a Dios”. Y esta fidelidad es, como nos dice el papa, “el secreto de la alegría”. Cabe recordar que “en la casa de Nazaret, dice un himno litúrgico, había “una alegría límpida” que era la alegría cuotidiana y transparente de la sencillez, la alegría que tiene el que está custodiando lo que es importante” y que no es ni más ni menos que “la proximidad fiel a Dios y al prójimo”.
El papa piensa como sería de hermoso “si la misma atmósfera sencilla y radiante, sobria y esperanzadora, impregnara nuestros seminarios, nuestros institutos religiosos, nuestras casas parroquiales”.
El papa acaba su mensaje con motivo de esta jornada, deseando el don de la alegría, a los “que generosamente han hecho de Dios el sueño de vuestras vidas, para servirlo en los hermanos, mediante una fidelidad que es testimonio, en una época marcada por opciones pasajeras y emociones que se evaporan sin dejar alegría”.
Es así como son testigos de alegría y de esperanza las benedictinas de Oviedo, Santiago de Compostela, Sant Benet i la Fuensanta; las cistercienses de Carrizo, Benaguasil, de San Bernardo de Burgos i de Villamayor de los Montes; las Vedrunas de Vinalesa, Vilafranca del Penedès y Manresa; las Obreras de la Cruz de Albacete, Montcada y València; los cistercienses de Dueñas, Cardeña, Viaceli, Huerta y Poblet; los Hermanos de San Juan de Dios de Manresa y de València; los Benedictinos de Leyre, El Paular, Lazkao, Silos y Montserrat; las Dominicas de Paterna y de Borriana, los Dominicos de Salamanca o las Capuchinas de València, las hermanas de la Consolación de Tortosa y las Madres de los Desamparados y de San José de la Montaña de València y de Barcelona.
Como muy acertadamente ha declarado Luis Manuel Suárez, responsable del área de pastoral juvenil y vocacional de Confer (Religión Digital, 20 de abril de 2021), la Jornada Mundial de Oración por las vocaciones tiene tres objetivos: “suscitar en los jóvenes la pregunta por su vocación; invitar a toda la comunidad a rezar y a acompañar a los jóvenes; y sostener las vocaciones de especial consagración que surgen en los demás países”.
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