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domingo, 25 de abril de 2021

El Buen Pastor. Por Joaquín Manuel Serrano Vila









En este avanzado tiempo de Pascua, ya avanzado, proclamamos en la misa de cada día la vida de la primera comunidad de creyentes a través del Libro de los Hechos de los Apóstoles. En concreto los pasajes que hemos escuchado presentan una realidad; las autoridades religiosas de los judíos empezaban a prohibir hablar del tema de moda: ese Jesús nazareno, que decía ser Hijo de Dios y había resucitado. Eran cada vez más los que creían en Jesucristo resucitado, por eso los sumos sacerdotes querían tomar medidas cuanto antes para frenar algo que se les empezaba a ir de las manos. 

Todo lo que los apóstoles hacían en favor de los demás, en especial las curaciones -como ha afirmado San Pedro al dirigirse a los ancianos del pueblo- lo hacen ''en nombre de Jesucristo Nazareno, a quien vosotros crucificasteis y a quien Dios resucitó de entre los muertos''. Sólo Él, el Resucitado, trae la vida y la salud a nuestro mundo de muerte y enfermedad: ''bajo el cielo, no se nos ha dado otro nombre que pueda salvarnos''. El Padre por medio del Espíritu resucitó a su Hijo, y esta verdad es la que lo ha cambiado todo. 

San Pedro también recordará a los jefes del pueblo las palabras del salmo 118 que tantas veces Jesús les había citado refiriéndose a sí mismo y que cantamos este domingo como responsorial: "La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular"; es decir, los pastores del pueblo judío han cometido un grave error, pues han despreciado al Mesías que tenían que haber recibido y reconocido. Han preferido su bienestar a la salvación del pueblo, pero en su pecado han llevado también su penitencia cuando el mismo Señor al que ellos quisieron destruir se ha convertido en referente para el Pueblo como la única fuente de vida eterna. 

Es un domingo que nos habla de lo que ya sabemos: que Dios es Amor y no se olvida de nosotros. Por amor nos ha creado, por amor nos ha redimido y al amor nos llama por la resurrección. Así San Juan en su carta nos hace esta llamada de atención: ''Mirad qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos''; atención a esto: Si compartimos la fe y hemos sido bautizados en el mismo bautismo, somos hermanos: ¿por qué nos cuesta entonces tanto querernos entre nosotros?... A veces los propios cristianos por nuestras malas actitudes hacia los demás parece que no creemos en la resurrección. Hay una letra de este Tiempo Pascual que dice: ''Alegría hermanos, que si hoy nos queremos, es que resucitó''... No podemos seguir como siempre, también tenemos que resucitar nosotros, dar pasos, ser mejores y amar mucho más, perdonando y "no llevar cuentas del mal" -que nos dirá San Pablo en Cor.13.-

Jesús se nos presenta en este día como "el Buen Pastor" y nos explica cómo es su forma de actuar con nosotros. Paciente, camina a nuestro lado; nos lleva a verdes pastos, nos protege de los enemigos, nos rescata cuando subimos a un risco o caemos por un precipicio; nos lleva sobre sus hombros y cura nuestras heridas. Que hermosa estampa ver un pastor con sus ovejas, contemplar cómo no se separan de él, como se fían ciegamente de sus indicaciones y cómo descansan cuando éste descansa, compartiendo tanto el frío como el calor. Jesucristo quiere ser nuestro pastor, pero a veces nos dejamos guiar por la verborrea de falsos pastores que sólo quieren aprovecharse de unas ovejas nobles que acaban siendo como borregos al matadero.

El cuarto domingo de Pascua se celebra siempre en la Iglesia Universal la "Jornada Mundial de oración por las vocaciones"; de forma especial es un día para tener presentes a los sacerdotes y a los que son llamados a esta misión de apacentar nuestras comunidades parroquiales. Que los sacerdotes, como nos pide el mismo Cristo, seamos buen pastores a su imagen, y nunca simples asalariados que miran más por sus intereses y comodidad que por darse por completo a sus fieles.

Seguimos necesitando vocaciones para todos los estados de la vida cristiana; jóvenes que respondan a la llamada de la vida matrimonial, chicas que respondan a la llamada de la vida consagrada, chicos que busquen al Señor en el sacerdocio, personas que respondan a la vocación misionera... Todos los estados de vida son necesarios en la Iglesia. Ojalá el Señor sea para todos nosotros el Buen Pastor bajo cuyo cuidado y guía seamos un sólo rebaño unido que se encamina esperanzado y alegre a los pastos verdes de la eternidad. 

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