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miércoles, 6 de enero de 2021

''Epifanía''. Por Joaquín Manuel Serrano Vila
















La Epifanía del Señor es una solemnidad de origen oriental en la que como su propio nombre nos recuerda, celebramos la manifestación de Dios a todos los pueblos de la Tierra. Festejamos que Dios nace, pero no en secreto, sino que se nos comunica propone para cambiar nuestras vidas y poder comunicar este gozo y hacer partícipes del nacimiento del Mesías a los demás. 

Hay un peligro reduccionista en este día, pues algunos limitan el contexto celebrativo de al episodio de los Magos de Oriente, cuando en realidad va mucho más allá de este tierno acontecimiento. Para ser exactos, la Epifanía del Señor contempla en un sólo día tres escenas de la vida de Cristo: la adoración de los Magos, su bautismo en el Jordán y el milagro del agua convertida en vino en las bodas de Canaá. Si estamos atentos a los textos litúrgicos propios de la misa de este día, encontraremos varias referencias a estos citados momentos. 

Visualizar las escenas que entraña este relato nos ayuda a comprender mejor cómo el indefenso niño nacido en Belén es reconocido por tres sabios cuando Él aún no sabía hablar, cómo en el bautismo en el Jordán los gentiles comprenden que están ante el Mesías y, finalmente, en las bodas de Caná Jesús obra con sus propias manos un prodigio para manifestarse tal como lo que es: el Hijo de Dios. 

La antífona del "benedictus" de hoy resume maravillosamente todo el simbolismo que encierra la Epifanía con sus tres momentos: ''Hoy la Iglesia se ha unido a su celestial Esposo, porque en el Jordán Cristo la purifica de sus pecados; los magos acuden con regalos a las bodas del rey y los invitados se alegran por el agua convertida en vino''. 

Y centrándonos ahora en la adoración de los Magos, en Occidente y en España de forma especial es un hecho de los que más nos interpelan en el Tiempo de Navidad. Son estos muy días muy especiales para pequeños y grandes, para la ilusión y la alegría... ¿Pero qué significa en verdad que los Magos acudieran a Belén para adorar al Niño? El prodigio de estos sabios que encontraron al Salvador guiados por una estrella, nos habla del reconocimiento de Dios manifestado al mundo en la realidad de nuestra carne. Los Magos, fueran reyes o simples astrónomos o sabios investigadores; tres o cuatro, con séquito o sin él,  es algo finalmente irrelevante, pues lo importante y definitivo es el hecho en sí. 

Eran hombres de Dios -como dirá San León Magno- que dejan su hogar, su tierra y se ponen en marcha en un largo viaje sin seguridad ni certeza, sino movidos por la fe. Se fiaron del Señor que había anunciado proféticamente su presencia entre nosotros, y el les recompensó con su sonrisa desde la cuna. El representar a los tres magos de diferente edad y raza, es también un hermoso símil de lo que hemos cantado en el salmo: ''Se postrarán ante ti, Señor, todos los pueblos de la tierra'', cuyo reconocimiento se verifica en los obsequios que le ofrecieron: oro como Rey, incienso por ser Dios, y mirra como hombre. 

Si el 25 de diciembre nos deteníamos en la humanidad de Dios, el 1 de enero al celebrar la maternidad de María nos fijábamos en la divinidad del Niño; hoy toma especial importancia el hecho de la realeza de Cristo en esta fiesta popularmente llamante ''de los Santos Reyes''. No hablamos de Jesucristo Rey del Universo, al cual contemplamos en el árbol de la Cruz, sino de Cristo niño, Rey de los gentiles que tiene por trono una cuna de pajas y madera, y por palacio real un establo. La adoración de los Magos supone el primer reconocimiento de la realeza del Rey de reyes.

Es ésta una solemnidad que nos invita principalmente a nosotros a mirar más allá, a no dejarnos engañar por las apariencias, pues si los Magos supieron descubrir a su Rey en la humilde familia de un pesebre, también nosotros debemos de saber descubrir hoy a Cristo vivo, oculto bajo el pan y el vino de la eucaristía y, particularmente todo el año, en el  sagrario.

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