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sábado, 16 de enero de 2021

Beato Luis Ormières, profeta de ayer y de hoy. Por Joaquín Manuel Serrano Vila

Celebramos hoy unidos a nuestra comunidad de Hermanas del Santo Ángel la fiesta de su Padre fundador, el Beato Luis Antonio Ormières, presbiterio. Es un día de gozo para dar gracias a Dios por la persona, la obra y el ejemplo a seguir que nos deja como camino de santidad. Ponemos nuestra mirada en el Beato Luis para decirle que queremos ser como él, como así le cantaremos en su himno: "Signo y presencia de Dios". 

Celebrar al P. Luis nos obliga a una reflexión previa, es cierto que en el campo de la historia hemos de ver su figura en el contexto de su época, un sacerdote del siglo XIX de la Francia post-revolucionaria, pero nuestra mirada espiritual no se ciñe a esos parámetros. La idea inicial no es cómo imitar aquello que el P. Luis hacía en su día; la pregunta es: ¿Qué haría el Beato Luis aquí y ahora?. Insertemos en nuestro tiempo real el modelo nunca caduco que nos ha dejado este gigante de la educación católica. Tanto la biografía del Beato Ormières como sus pensamientos y máximas dan para mucho, más quisiera centrar mi atención en este día en tres detalles que aportan mucha luz sobre la grandeza de este sacerdote humilde y sencillo. 

1° Alma de Pedagogo. Efectivamente, desde niño mostró una fuerte vocación sacerdotal; sin embargo, lo que más atraía al joven Luis no era la predicación, la liturgia ni la vida parroquial, sino sobre todo, la enseñanza; soñaba con dar a conocer lo que él había descubierto, dar a Cristo vivo. Ya siendo seminarista destacó claramente sus valías para la instrucción y la enseñanza, por lo cual y a pesar de ordenarse con apenas 24 años, su obispo de Carcassonne no le destina a parroquias, sino como profesor del propio Seminario Diocesano. Luis  Ormières, como tantos grandes fundadores del siglo XIX sufren viendo la realidad social de sus coetáneos, por lo que encauzan su vida para dar respuesta a la problemática que tienen ante sus ojos. La pobreza educativa de la Francia rural con miles de niños sin escolarizar ni saber leer y escribir y, por tanto, no tener acceso a la palabra de Dios, interpeló el corazón de este buen sacerdote diocesano que tomó conciencia de que realmente "los pobres han de ser evangelizados, y donde están los pobres allí ha de estar la Iglesia". Se hace verdad en el apostolado del Beato Luis las palabras de Jesús: ''Dejad que los niños se acerquen a mí; no se lo impidáis, porque de los que son como ellos es el reino de los cielos'' (Mc 10,14). 

2° Profeta en su tierra. Luis Ormières es un caso curioso de cómo un pastor se decide a iniciar un camino arduo y difícil al que él le añade aún una dificultad mayor: no empezar en cualquier sitio, sino en su propio pueblo. Quizá tendría también el P. Luis sus reticencias al éxito de una empresa que comience en un entorno donde de todos es conocido y por ello no del todo valorado ni considerado. Quizás la mejor forma de aclararlo fue probar en el nivel de exigencia y dilucidar si aquello era lo que el Señor le estaba pidiendo. Así, su pueblo natal Quillán terminará siendo la cuna de una tímida aventura que concluyó siendo la Congregación de Hermanas del Santo Ángel de la Guarda. No lo tuvo nada fácil, hubo muchos obstáculos y contratiempos en el camino, más como era obra de Dios ninguna traba humana pudo frenar aquel proyecto. Hasta su mismo Obispo que siempre había animado al P. Ormières para que centrara su ministerio exclusivamente en su vocación educativa, viendo que todo se ponía cuesta arriba para arrancar con el proyecto le nombra coadjutor de San Martín de Limoux, pensando que tal vez si éste no iba adelante podría ser más provechoso dedicarse a la vida parroquial y dejar atrás la pretendida Obra. Sin embargo, como a él le gustaba decir: ''Paciencia y tiempo, hacen más que fuerza y rabia''...

3° Su fe en Dios y en los hombres. El bueno del P. Luis no sólo creía en Dios, sino que también creía en los hombres; evidentemente no ponía al hombre a la misma altura que Dios, pero sí creía que nadie estaba perdido, para él toda persona podía ser ganada para Dios y todos y cada uno tenían unas valías que habían de ser puestas en valor para los demás. El P.  Ormières descubrió en San Pablo una clave elemental para la educación ''teniendo dones que difieren, según la gracia que nos ha sido dada, usémoslos'' (Rom 12,6). Es lo que ahora llaman "adaptar y personalizar", que es lo mismo que Pablo llama gracia o don, y, respecto a esto, el P. Luis pide ''ser fieles a ese don''. 

Quiso la Providencia que la última etapa de su vida transcurriera en Asturias, cerrando sus ojos para este mundo en Gijón donde se conserva viva y con fama de santidad su memoria en la ciudad, la cual se conmocionó a su muerte. Día de gracia especial fue su beatificación en nuestra Catedral de Oviedo el 22 de Abril de 2017.

Bendecimos al Creador por este precioso carisma que la Señor ha regalado a su Iglesia, a las Hermanas de Santo Angel, familia laical y tantas realidades que en torno a esta Congregación se esfuerzan por vivir cada día el evangelio de Cristo al estilo del Beato Luis Antonio y la Madre San Pascual: "sabedores de que Dios no deja de regalarnos ángeles, de que nosotros hemos de ser ángeles para los demás, y que siendo buenos discípulos podremos llegar a ser maestros en nuestra vida diaria donde logremos hacer verdaderos discípulos".  

Beato Luis Ormières: ruega por nosotros

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