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sábado, 12 de diciembre de 2020

Las cardenalas de Braojos. Por Jorge González Guadalix

(De profesión cura) En Braojos estamos haciendo este año la novena a la Inmaculada que culminará el próximo lunes, día 7, con el rezo del día noveno y una solemne eucaristía de vigilia. Ayer viernes, cuando llegué a Braojos después de haber celebrado misa en Piñuécar, nevaba con ganas y la temperatura era la que se pueden imaginar. A las siete de la tarde, que es cuando comenzamos el rosario y la novena, que acabamos cada día con la santa misa, no apetecía para nada salir de casa, y menos pensando que nuestra iglesia estaría fresquita.

Seamos claros. Hubiera entendido perfectamente que no acudiera nadie al templo y más cuando entre las habituales hay incluso alguna bisabuela. Mujeres mayores, nieve, frío y cuestas para llegar a la iglesia. Lo sensato era que se quedasen en casa, que total seguro que la Virgen lo comprendía perfectamente.

El caso es que abrí la iglesia, di un par de toques de campana y dejé todo preparado para la misa y la novena, sin demasiado convencimiento. Poca fe que tiene uno, porque al rato escuché abrirse la puerta de la iglesia y luego alguna vez más. Finalmente, cinco fieles rezando a María en su Inmaculada Concepción.

Muchas veces he pensado que si la Iglesia católica se mantiene es gracias a esta gente que, con frío, nieve y heladas, o con calores y asfixias de algunos días veraniegos, ahí están celebrando, viviendo y manteniendo la fe de todo un pueblo, porque acudir en verano o el día de la fiesta patronal está bien, pero lo hace cualquiera. Lo que tiene mérito es ponerse delante de la Virgen en un día de nieve, hielo y frío en un templo como un congelador y rezar por ellos y por todos.

Hace unos días, con motivo del último consistorio, leía que “el término «cardenal» viene del latín y significa «bisagra», es decir, son el gozne sobre el que gira la Iglesia”. Vamos, que los cardenales son gente importante que sostiene y mantiene viva y anclada en la fe y la caridad a la Iglesia de Cristo. En las fotos vi a sus eminencias con sus distinguidos ropajes, me los imaginé tratando asuntos de vital importancia para la Iglesia universal y con papeles reservados bajo pena de excomunión en los que se decide la vida de la cristiandad. Y me dio la risa.

¿Risa? Sí… Risa. A ver, que si el santo padre y la santa madre Iglesia dicen que los cardenales son cardo, bisagra, y gente imprescindible para el buen gobierno de la catolicidad, no seré yo quien lleve la contraria. Pero entiendan que cuando uno ve a sus feligresas con gorro, bufanda y buen bastón desafiando las inclemencias para rezar a la Virgen, acabe diciendo que estas sí que son unas buenas cardenalas, y que si la Iglesia católica pervive y se mantiene en la fe y la confianza en Dios Nuestro Señor y en María Santísima es mucho más por mis cardenalas y otras parecidas que por los cardenales al uso, algunos realmente cardo, pero borriquero.

Me han preguntado muchas veces que si merece la pena acudir a cualquiera de mis templos a celebrar la misa para cuatro gatos. Para cuatro gatos no, para cardenales de andar por casa, ya lo creo. Ayer, nevando, cinco en Piñuécar y otros tantos en Braojos. Esta mañana, dos en La Serna. Esta tarde, que anuncian más frío y más nieve, ya veremos.

¿Y si un día no acude nadie? Pues ese día celebraré la misa con especial devoción pidiendo a Dios por ellos para que su fe no flaquee, porque si en la Iglesia católica un día acabaran los cardenales no pasaría gran cosa, pero si acabaran las cardenalas sería el fin.

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