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miércoles, 2 de diciembre de 2020

''Esperando''. Por Joaquín Manuel Serrano Vila

 


Enfocamos el final de uno de los años más complejos y complicados que nos ha tocado vivir dentro de las últimas ocho décadas; todo el planeta vive esperando la llegada de una vacuna, el fin de la pandemia, la recuperación económica, poder quitarnos las mascarillas y recordar con un funeral digno a los que se han ido… Particularmente los cristianos vivimos desde la tarde del pasado 28 de noviembre ‘’esperando’’ igualmente al que sabemos nuestra salvación, nuestra salud y nuestra vida: Jesús de Nazaret. Este año va ser un adviento y una navidad especial y diferente, pero que no hemos de plantearla en forma trágica, sino más bien tratar de vivirla con autenticidad. 

Este año nos quedamos con lo esencial, tal y como hemos experimentado en los días del confinamiento: ¡sólo se permite lo que es de primera necesidad! Este drama que vive nuestra humanidad nos ha hecho parar en seco y recordar nuestra fragilidad e indigencia, y eso es lo que vamos a contemplar la noche del 24 de diciembre; Dios, frágil e indigente, se hace carne de nuestra carne, se hace uno más y viene a nosotros como somos en realidad, vulnerables y débiles. 

Podría ser buen momento para sacar partido a este mes de diciembre que queremos dejar atrás, vivirlo desde lo sencillo y cercano, aprovechando el tiempo para los más para nosotros y los nuestros. No son días para muchos viajes, ni para compras en grandes almacenes o clásicas celebraciones. Por el contrario, y especialmente los cristianos estamos llamados en esta oportunidad que nos brinda nuestra contrastada pequeñez a dar testimonio íntimo y familiar de una auténtica navidad, saboreando la belleza de nuestro pueblo o barrio, comprando lo necesario y elemental a pie de calle ayudando a nuestros comerciantes y hosteleros y compartir mesa y mantel con los que convivimos a diario -o deberíamos hacerlo- y que a menudo son los primeros que hemos dejado plantados en pasadas navidades.

La mejor forma para terminar el Adviento, el año civil y comenzar las pascua navideña y el nuevo año nos ha de llevar a buscar momentos de encuentros personales con el Señor que reactiven nuestra esperanza y vida espiritual, buscando al tiempo hacer alguna obra -que son amores- de caridad. Sólo estando en paz con Dios y con los hermanos tendremos nuestro interior bien dispuesto para que sirva de cuna del niño Emmanuel. 

Es extraño y duro hablar de la alegría de la Navidad cuando nos vemos rodeados por un paisaje de enfermedad, dramas sociales y muerte. Algo parecido pasó en aquel primer año nuestra historia cuando el niño Jesús nace en una fría noche donde no era esperado ni por nadie y nadie quería recibirlo. Y tiene que vivir sus primeros días en este mundo entre los gritos de dolor y espanto por la muerte de tantos inocentes que fueron asesinados bajo la orden de Herodes. Hoy sigue habiendo niños inocentes y mayores muertos, y muchos Herodes insensibles, soberbios e indolentes… 

¡Qué falta nos hace Dios!: ¡Qué falta nos hace que venga a nacer en el corazón de tantas soledades y sufrimientos!; ¡Cuanto necesitamos que venga a sanar tantas heridas abiertas!... ¡Ven pronto Señor; te necesitamos mucho! Será muy importante estar en vla, pendientes de tu llegada para reconocerte y no negarte nuestra posada abriéndote el corazón. El Papa Francisco decía recientemente: ‘’Él quiere acercarse a nosotros, pero se ofrece, no se impone’’.

En estas Navidad ya cercana tengamos presente su palabra y ablandemos el corazón para acogerle amándonos, reconociéndonos y perdonándonos más; podrían ser las últimas… «Mira que estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y me abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo» (Ap 3, 20).

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