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lunes, 5 de octubre de 2020

"La Viña del Señor es la Casa de Israel". Por Joaquín M. Serrano Vila


Por tercera vez consecutiva siguiendo la línea de los dos últimos domingos el Señor nos habla de "La Viña". En este domingo XXVII del Tiempo Ordinario, sin perder de vista al santo del día y las palabras del Santo Padre que mucho tienen que ver con las lecturas del día, el Señor nos habla de nuevo al corazón. 

Comenzamos con "la viña": el profeta Isaías nos relata el canto del amigo que tenía una viña en fértil collado la cuál mimó con esmero, y a la hora de la verdad esperando que diera frutos dio agrazones. Es lo que pasa muchas veces en la Iglesia; deberíamos estar unidos y tenemos constantes divisiones, deberíamos ser reflejo de nuestra fe y somos no pocas veces antitestimonio, deberíamos ser hermanos bajo un mismo techo y parecemos enemigos al acecho unos de otros. Somos La Viña del Señor, por ello estamos llamados a ponernos a la altura de nuestra condición de seguidores del Maestro que espera de nosotros frutos y no agrazones.

El Papa Francisco, en la tarde de este sábado 3 de Octubre acudió al Santuario de San Francisco en Asís para firmar su última Encíclica junto a la tumba del "Poverello d'Assisi". Esta nueva carta del Santo Padre se llama precisamente “Fratelli tutti” (Todos hermanos); una enseñanza social que todos los católicos deberíamos revisar para darnos cuenta de cuánto camino nos falta por recorrer para aproximarnos a lo que Cristo nos pide en el Evangelio. 

San Pablo vuelve a incidir en esto en su epístola a los Filipenses: "todo lo que es verdadero, noble, justo, puro, amable, laudable, todo lo que es virtud o mérito, tenedlo en cuenta''. Quedémonos con lo bueno, fijémonos sólo en lo noble de los demás y tratemos de sacar algo de bondad incluso en aquello que parece maldad. En una ocasión, una "sabia" religiosa benedictina que falleció con 104 años y a la que en mi tiempo de seminarista entrevisté cuando llegó a los 100 -Madre Mª Paz- me dijo: "malo todos tenemos, Joaquín; tú fíjate sólo en lo bueno de las personas con que trates y vivirás más feliz..."

En el evangelio de la parábola de los labradores homicidas se prefigura y anticipa en sacrificio de Cristo por su Viña. Jesús habla a aquellos mandamases que no entendían que la enseñanza iba por ellos y, en la lógica de la razón humana al preguntarles Jesús qué hará el dueño de la viña con los labradores infieles y asesinos, éstos se sentencian a sí mismos: "Pues hará morir de mala muerte a esos malvados y entregará la viña a otros labradores que le entreguen los frutos a su tiempo". Después de presentarse como la deshechada "piedra angular", Jesús remata: "se os quitará a vosotros el reino de de Dios y se dará a un pueblo que produzca sus frutos".

Recuerdo que en la nómina que como funcionario recibía en otro tiempo había un concepto que generaba no pocas reclamaciones y enfados: "Productividad". Este complemento era aplicado desde la valoración subjetiva del Jefe del Servicio. Cierto que en lo humano puede haber -había- injusticias, pero Dios conoce perfectamente nuestra productividad en su Viña, y a Él porque no podemos engañarle, tampoco podremos reclamarle si por improductivos no cuenta con nosotros en su Viña.

San Francisco de Asís es también hoy un modelo preclaro para el camino de la fraternidad y de la productividad evangélica y espiritual a la que Cristo y su Iglesia nos llaman. San Francisco es el Santo que más se asemejó al Señor, el que reformó la corrompida Iglesia medieval desde la pobreza y entrega absoluta, y desde el abrazo del que sabe amar hasta lo que pasa desapercibido o muchos temen como a la misma "herman muerte". Así cantó San Francisco en sus "Florecillas", en su Canto de las Criaturas: ''¡Señor, haz de mí un instrumento de tu paz! Que allí donde haya odio, ponga yo amor; donde haya ofensa, ponga yo perdón; donde haya discordia, ponga yo unión''... Así sea.

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