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martes, 6 de octubre de 2020

Me parece que está creciendo la desconfianza hacia el clero. Por Jorge González Guadalix

(De profesión cura) Hay un dato que nos tiene que hacer pensar alguna vez. Y es la cantidad de gente sin más formación religiosa que lo que Fulanito decía en mi casa o lo que comenta Menganita tomando café.

Pregunten, pregunten. No digo a los más habituales, y hasta ahí nos llevaríamos sorpresas, digo a toda esa gente que se ve por la parroquia alguna vez, a los papás que apuntan a los niños a catequesis, a los que traen sus retoños a bautizar, los que encargan una misa por el abuelo. A esos digo. En muchas de estas personas descubro dos cosas: formación inexistente y sospecha ante el cura.

Comienzo por la segunda afirmación. Sospecha ante el cura (y de ahí para arriba), porque es el origen de todos los males posteriores.

La sospecha viene determinada a su vez por dos asuntos. El primero, la falta de santidad de muchos clérigos que ha devenido más de lo que quisiéramos en escándalos y gordos que además todo el anticlericalismo y especialmente los anticatólicos aprovechan y difunden por todos los medios. Hoy no hay forma de ocultar digamos casi nada. El cura que se queda con la colecta en Ohio es noticia inmediata en Ratisbona, los abusos a un menor en Tananarive se conocen de inmediato en Villaburros de Arriba y las supuestas inversiones vaticanas no del todo limpias o sucias sin paliativos son conocidas en el último telediario. No sé si hoy habrá más escándalos que en otras épocas o menos, lo que es cierto es que hoy todo se difunde más. 

Tenemos luego otro asunto que me parece ahonda en el daño y el descrédito, y es la sensación que tiene la gente, y creo que no gratuita, de que cada cura piensa una cosa, hace otra y determina según su parecer. Te lo dicen a diario: “no sé por qué no puedo comulgar aunque no esté casado por la Iglesia… el cura de Tal no pone pegas", “no entiendo eso de no poder soltar un espich en mi boda, en el funeral, en algunas parroquias lo hacen", “si ya no hace fata confesarse, te dan una bendición y es lo mismo", “a mí me dijo el P. Fulánez que lo de faltar a misa el domingo no es importante", “pues a mí que no pasa nada porque los chicos se hayan ido a vivir juntos"… ¿Sigo?

Al final la gente acaba concluyendo que de nosotros no pueden fiarse. Insisto. No digo nuestros fieles habituales, gente sensata, formada y con criterio, que sigue acudiendo a su director espiritual, a su cura de confianza. Me refiero a esos medio alejados que, no digo que por su propia conveniencia, entre escándalos bien servidos todos los días en los medios y que tienen la experiencia de que en esta parroquia y la de al lado se dicen cosas contradictorias, han decidido hacer lo que les da la gana, entre otras cosas siguiendo los comodísimos dictámenes de don Benigno que les tiene dicho muchas veces que el infierno no existe y que de existir seguro que está vacío. 

Así que han decidido en la práctica que no necesitan ni formación ni consejo. Hacen lo que les da la gana y así lo exigen. Y si D. Fulano no se pliega a sus caprichos, lo critican en las redes, le llenan de improperios y acaban llamando a la sexta. Esto es lo que hay.

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