Agradecida memoria de oro: Burundi
Es pequeña la tarta para tanta vela de
agradecimiento. Cincuenta años, dicen los
antiguos, representan la “mitad de la vida”. Y lo
celebramos como se debe, porque cincuenta años
no es una cifra cualquiera. Es lo que un puñado de
asturianos, en su mayoría sacerdotes, han querido
rememorar en estos días con unas páginas todas
ellas traspasadas por la gratitud de lo mucho que
ellos recibieron mientras iban a dar. Es la ley que
siempre acompaña el toma y daca cristiano.
El escenario fue Burundi, donde tuvo comienzo en
los últimos tiempos, la entrega misionera de nuestros curas asturianos. Luego vendrá Benin, que es
la que yo he conocido ya como arzobispo de Oviedo. Y entre medio, también aparecerán Guatemala y Ecuador. En cualquier caso, se trata de una
página de misión cristiana, como tuvo comienzo
precisamente el envío misionero de aquellos primeros discípulos tras la Ascensión de Jesús a los
cielos. Toda la historia cristiana e incluso la que
preparó la llegada del Mesías esperado, tiene la
impronta viajera de quien te invita a asomarte
a otros horizontes y otras tierras. Se le dijo aquel
hombre de Dios que Él se escogió para formar de
él un pueblo: “sal de tu tierra y vete a la que yo
te mostraré” (Gén 12, 1). Abraham contaría cada
noche las estrellas, sabiendo que más serían los
hijos que nacerían de su fidelidad. Y algo parecido les dijo Jesús a sus discípulos en el trance de
su despedida: “Id al mundo entero y predicad la
buena noticia a toda la creación” (Mc 16, 15). Así
ha sido la historia cristiana en sus dos mil años de
andadura.
Salir de tu tierra, de tu lengua, de tu ámbito familiar y amistoso, para aventurarte a lo que Otro te
indicará sin más certeza que la de fiarte confiado
en su divina Providencia que jamás defrauda. Salir
de la tierra en esta historia salvadora que la Biblia
relata, es dejarse llevar continuamente por Dios,
fiarse de Él, y no adueñarse de cuanto cómodamente podríamos controlar con todos nuestros filtros y seguridades. Es aceptar que la trama de mi vida,
los hilos de mi biografía,
no son objeto de mi voraz
apropiación. Todo un misterio que me empuja al
éxtasis que me anima, al éxodo que me saca, a
la certeza de que mi vida sólo descansa en Dios.
Sólo quien se deja llevar, quien se deja salir, puede
recorrer los caminos trazados por Dios en los que
nos irá desvelado y revelando su propio misterio
abriendo para mi bien su Corazón, a fin de que el
mío aprenda a latir su pálpito divino.
Es una alegría poder recabar el testimonio, hecho
de recuerdos y vivencias, que nuestros misioneros fueron escribiendo cada día en el libro de la
vida, que ahora reseñan en esas páginas de un
libro que recogen sus vivencias africanas cuando se cumplen los cincuenta años de la llegada
a Burundi de la primera misión asturiana. Esas
páginas son un diario viajero, el de unos peregrinos convencidos que han renunciado a ser turistas de afición. Y una vez que has dado el paso y
has hecho el equipaje ligero, entonces descubres
cómo el Señor no juega con tu felicidad… si tú no
banalizas su fidelidad.
Es aquí donde entra el guiño de Dios que se agazapa para poder sorprendernos si nosotros nos
dejamos sorprender por su infinita creatividad
que es indomable ante el secuestro que con chantaje nos infligen el cansancio ahíto de aburrimiento y la rutina llena de monotonía. Pero el Señor se
sacude esas lacras y vuelve a intentar cada día
captar la atención del corazón en una aventura
siempre despierta y atrevida. Si supiéramos dejarnos provocar por la constancia tenaz de un Dios
persuasivo y respetuoso, veríamos el horizonte
de nuestro andar cotidiano sorprenderse hasta
hacernos exclamar con el estupor que su paso
por nuestro mundo hace ya dos mil años, provocaba en todas las buenas gentes.
+ Jesús Sanz Montes,
Arzobispo de Oviedo
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