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lunes, 21 de septiembre de 2020

"Id también vosotros a mi viña". Por Joaquín Manuel Serrano Vila

El Señor en este domingo quiere animarnos y "despertarnos"; es momento de dejar atrás el verano, los miedos de la pandemia y afrontar con prudencia pero también con coraje y valentía el nuevo curso y todo el futuro, conscientes de que nuestras vidas han cambiado y posiblemente para siempre. Pero tampoco es momento de hacer mayor el drama; es hora de ponerse manos a la obra y edificar el reino de Dios en esta sociedad que nos ha tocado vivir y anunciar y vivir el evangelio con COVID-19 igual que antes sin él.

La primera lectura, es el fragmento de la profecía de Isaías donde se proclama el capítulo 55: Buscad al Señor mientras se le encuentra, invocadlo mientras esté cerca; que el malvado abandone su camino y el criminal sus planes; que regrese al Señor y Él tendrá piedad; a nuestro Dios, que es rico en perdón. Mis planes no son vuestros planes, vuestros caminos no son mis caminos –oráculo del Señor–. Como el cielo es más alto que la tierra, mis caminos son más altos que los vuestros, mis planes que vuestros planes''. No hace falta añadir ni comentar nada más; es clarísima la explicación, ahora falta recordar esta verdad todas esas veces que no salen las cosas como nosotros las esperamos o queremos y nos enfadamos con Dios. En ese momento hemos de ser humildes ante ese designio de la providencia divina que no entendemos en cada momento y afirmar con reconocimiento de Dios: ''mis planes no son tus planes''. Dejémonos sorprender por el Altísimo, pues de lo que nos parece de entrada una desgracia, de lo que nos parece "cruz",  Él sacará luz. A Dios, si le dejamos estar en nuestra vida, si contamos con Él a las buenas y en las malas; si tengo confianza con el Señor por medio de la oración, sólo así experimentaremos como nos dice el salmista: ''El Señor  está cerca de los que lo invocan''.

La epístola de San Pablo a los cristianos de Filipos nos revela las profundidades del alma del Apóstol. Pablo escribe la carta desde la cárcel, y en ella se ve cómo no habla de teorías, sino que ha experimentado hasta tal punto el descubrimiento de Cristo en su vida que la ha cambiado hasta considerar incluso el fin de la misma -es decir, la muerte- una ganancia. Y San Pablo confiesa a esa comunidad cristiana de la zona griega de Macedonia que se ve en un dilema, pues por un lado ansía morir para estar con Cristo, pero por otro sabe que su sufrimiento físico, sus exhortaciones, sus escritos, su presencia, contribuyen a la edificación de la Iglesia que está en sus comienzos; así afirma: ''quedarme en esta vida veo que es más necesario para vosotros''. Y el dilema, en dilema se queda; no se llega a una respuesta, se queda en un reclamo que el Apóstol hace y que es lo que hemos hacer en el "impasse" entre sufrir en vida y vivir en muerte. "Lo importante es que vosotros llevéis una vida digna del Evangelio de Cristo".

Y centrándonos en el Evangelio, queremos destacar de él tan sólo tres ideas. Todo el texto gira en torno a la parábola de la viña: como primer detalle tenemos el comienzo del relato: ''El Reino de los Cielos se parece a''... ¿a qué?; ¿qué es en realidad la viña? Está claro que es símil de la Iglesia, de la Parroquia, de la Diócesis. ¿Se parece nuestra vida al Reino de los Cielos, o vivimos la esquizofrenia de en un infierno mundano anhelando un cielo idílico?. La cuestión es si intentamos y luchamos porque nuestra vida y entorno se parezca al Reino de los Cielos. 

La segunda idea gira entorno al concepto de la justicia en el obrar; queda claro que la justicia de Dios no es nuestra justicia, la cual pivota demasiadas veces la envidia como motor de muchos males propios y ajenos. El  Señor no recuerda que la última palabra la tiene Él, y advierte que su misericordia o rigor no dependerá de nuestros actos. Él sólo desde su corazón justo juzgará quienes serán primeros y últimos, no nosotros ni tan siquiera los tribunales de este mundo. He aquí la profecía de la primera lectura: ''mis planes no son vuestros planes, ni mis caminos vuestros caminos''.

Por último, este texto es una perfecta invitación a tomar parte en la tarea de anunciar y ser mensajeros del Señor con  nuestra propia vida. El dueño de la viña va llamando a los desconocidos, parados, olvidados o despistados que se encuentra por el camino. Es la invitación de Jesús hoy a todos nosotros: "Id también vosotros a mi viña". Yo no trabajo en la Viña del Señor por que me gusta -¡o nó!- este Papa, este Obispo, este cura... Nosotros somos llamados por Cristo en nuestras diferentes circunstancias a participar en la Viña, los demás son mediaciones de Dios y sólo a Él le corresponde el juicio.

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