Los antiguos miraban al cielo para hacerse una idea del tiempo, y si estallaba la tormenta sencillamente esperaban a que escampase para seguir con sus tareas y proyectos. Nosotros estamos mirando el firmamento de una pandemia, que tiene también suelo y subsuelo, agenda y medidas extraordinarias. Y así, nuestra vida se ha venido ajustando a un escenario que no era el que se habían fijado desde hacía meses en nuestras calendas.
Hemos visto cómo las primeras comuniones de nuestros más pequeños, las confirmaciones de los jóvenes, las bodas de los novios, y hasta las ordenaciones sacerdotales que solemos tener al terminar el curso en la fiesta de Pentecostés, también ha sufrido una alteración desplazándose hasta septiembre. Pero finalmente, al igual que va sucediendo con los demás eventos sacramentales, también ha llegado el momento de proceder a esta importante cita donde un grupo de hermanos acceden a las sagradas órdenes: un sacerdote y cinco diáconos serán ordenados este domingo en la Catedral de Oviedo. Gran regalo para nuestra Iglesia diocesana. El sacerdote y dos diáconos -que serán ordenados también sacerdotes dentro de un año-, responden a la llamada que Dios les hizo como seguidores del Buen Pastor, abrazando el celibato como Él mismo eligió para sí, renunciando a constituir una familia para poder cuidar a tiempo pleno de la familia de Dios. Su dedicación al Señor y a los hermanos tiene esta amplitud de disponibilidad que les permite ser enviados a donde más se les pueda necesitar en la Iglesia, teniendo esa libertad afectiva y efectiva de quien sin ningún condicionante se pone al servicio real de Dios y de los hermanos.
Hay otros tres diáconos que serán permanentes. Ellos no serán ordenados sacerdotes después, pues han recibido una vocación distinta: la de continuar en ese servicio, que es lo que significa la palabra “ministerio”, de un modo “permanente”. Unos están casados ya y con familia, otro está soltero y como tal quedará, todos tienen su trabajo civil e independencia económica. Normalmente los diáconos permanentes son hombres casados y ellos responden a una llamada que desde su vocación bautismal y matrimonial han ido poco a poco madurando. Fueron llamados a la vida, a la fe y al amor para formar una familia que Dios ha bendecido con hijos. Paulatinamente ha ido naciendo la inquietud que luego se verificó como auténtica vocación para servir a Dios en el ministerio diaconal entregándose a los hermanos.
Ellos no han sido llamados al ministerio presbiteral, pero sí a dar el alto testimonio de la caridad desde su ministerio como diáconos. Se les confiará este servicio que pasa por la unción con la imposición de las manos que recibirán en la celebración de su ordenación diaconal. Estos seis hermanos que con diferente camino y con distinto ministerio reciben este domingo la ordenación sagrada, no son personas que hayan obtenido un cargo tras ganar unas oposiciones o ponerse en la fila de una bolsa de trabajo, sino que han recibido una llamada que han ido poco a poco discerniendo con la Iglesia, para decir sí a una vocación que significa servir a Dios y a los hermanos.
Habrá luces que Dios enciende y que alumbrarán en el candelero de su entrega para las penumbras de tanta gente. Habrá gracia que el Señor regala y que repartirá con las manos de estos hermanos ordenados. Habrá paz que nace del Corazón de Dios y que como bálsamo ellos pondrán en las heridas y desesperanzas de tanta gente. Bienvenidos estos seis hermanos para ejercer su ministerio entre nosotros, como una Iglesia viva que sigue viendo crecer a sus hijos en el servicio concreto a los demás.
+ Jesús Sanz Montes,
Arzobispo de Oviedo
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