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lunes, 17 de agosto de 2020

''Qué grande es tu fe''. Por Joaquín Manuel Serrano Vila









La primera lectura tomada del profeta Isaías nos puede sonar compleja, pero en realidad es muy directa. El autor nos está explicando lo que pedía al Señor a su pueblo que no es distinto de lo que nos pide ahora a nosotros: "guardar el derecho, practicar la justicia pues mi salvación está por llegar"; esto es, vivamos practicando con honestidad y entrega nuestra relación con Dios y con el prójimo, pues nos va en ello la eternidad.

Seamos de cerca o de lejos, de la raza o el color que se tercie, la clave para estar con Dios es darnos por completo a Él, que lejos de sometimiento alienante complementa y plenifica absolutamente nuestra vida. Indirectamente podemos extraer dos realidades de esta lectura: el amor a su Nombre y la finalidad de su Casa: no "tomar el nombre de Dios en vano". En nuestra tierra se blasfema mucho, pero nunca tanto como ahora. Nosotros podemos -y debemos- en tales circunstancias corregir a los nuestros, aquellos con los que tenemos confianza, y al tiempo acercarnos al Sagrario haciendo oraciones de desagravio. 

Y del fin del templo -su Casa- reconocerlo verdaderamente como lugar de encuentro sincero con Él y entre nosotros y ponerlo en práctica: "mi casa será casa de oración". No es un lugar para tertulias ni representaciones teatrales de lo alegre o lo nostálgico, sino un lugar realmente reservado a la oración y al crecimiento de la fe.

La epístola a los Romanos también utiliza un difícil lenguaje, pero todo el texto se resume en tres ideas: primero, empezar a evangelizar a los propios: familia, vecinos, a los del pueblo… San Pablo se define en ella como apóstol de los gentiles al decir: ‘’Os digo a vosotros, los gentiles: mientras sea vuestro apóstol, haré honor a mi ministerio, por ver si despierto emulación en los de mi raza y salvo a alguno de ellos’’... Quizá nos dé por pensar que la evangelización es ir a misiones en países lejanos, pero en verdad la principal misión empieza en nuestro entorno. 

La segunda idea de la Carta se refiere a que ‘’los dones y la llamada de Dios son irrevocables’’; es decir, nunca perdamos de vista que no podemos huir del plan que el Señor tiene para nosotros, como tampoco podemos adquirir los dones y gracia que no nos fueron dados ni despreciar los muchos que tenemos y ni siquiera valoramos. 

En tercer lugar San Pablo ensalza el misterio de nuestra fe, el cual radica en la muerte de Cristo por todos nosotros; en ella fuimos perdonados, redimidos y salvados. El mundo que vivía en rebeldía, en pecado y oscuridad -de espaldas a Dios tal y como experimentó la comunidad de Roma y nosotros mismos ahora- hace verdad que ‘’Dios nos encerró a todos en la rebeldía para tener misericordia de todos’’. 

Por último en el conmovedor evangelio de este domingo contemplamos el encuentro de Cristo con la mujer cananea en el territorio del país de Tiro y Sidón. Esta mujer de Canaá creía en Jesús aunque nunca lo había visto, más estaba segura que era el único que podía ayudarla. Ella es directa, no se anda por las ramas y se atreve a ponerse frente al Señor para suplicarle ayuda para su hija que estaba endemoniada. No era una petición cualquiera, sino una súplica de desesperación: ‘’Ten compasión de mí, Señor, Hijo de David’’. 

Seguramente el Señor quería dar una lección a sus discípulos, a los lugareños y presentes y, de entrada, no atiende a la mujer. Los discípulos le piden que la escuche, pues no se daba por vencida; les seguía por el camino gritando. Jesús da su primera respuesta: ‘’Sólo me han enviado a las ovejas descarriadas de Israel’’. ¿A qué se refiere el Señor? Pues a que su presencia en aquel lugar "indiferente" era para anunciar que el Evangelio también está destinado a las gentes de Tiro y Sidón -paganos- y no sólo a los creyentes. 

En la sociedad del tiempo de Jesús se hablaba de judíos -lo que se entendía como creyentes practicantes que se sentían orgullosos de pertenecer al pueblo elegido- y de gentiles -que eran los no creyentes que vivían al margen de la práctica religiosa y, por tanto, considerados impuros y "malditos"-. Por eso aunque la mujer sigue insistiendo en su propósito, al decir Jesús ‘’No está bien echar a los perros el pan de los hijos’’ -aludiendo a que ella ya tenía fe y Él venía para dar el pan de la fe a los que viven sin ésta- la mujer respondió de forma sublime: ‘’Tienes razón, Señor; pero también los perros se comen las migajas que caen de la mesa de los amos’’. Todos se quedaron asombrados, el primero el mismo Cristo que ensalzó la grandeza de su fe y, por ello, desea se cumpla su ruego quedando curada su hija en ese mismo momento. 

Este Evangelio nos invita a preguntarnos por el termómetro de nuestra fe, qué temperatura tiene... Como la mujer cananea pongamos nuestra mirada y toda nuestra esperanza en Jesús, seguros de que sólo Él puede quitarnos nuestros demonios y traernos la salud de alma y del cuerpo. También en este día propio de San Roque, abogado y principal protector contra las epidemias, le invocamos ante la Pandemia del COVID-19 que nos asola y estamos padeciendo, particularmente recordando a los difuntos y enfermos... ‘’Pues médico eres divino/ con prodigiosas señales/ líbranos de pestes y males/ Roque Santo peregrino’’. Amén

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