Queridos "ciber-feligreses":
Hemos traspasado el ecuador de la Cuaresma, y la liturgia nos lo pone de manifiesto con el cambio de color que pasa del penitencial color morado al alegre color salmón. Es motivo de celebración constatar que la Pascua está más cerca y por eso llamamos a este Domingo ''Laetare''; es decir, Domingo de la Alegría. ¿Y de dónde viene ese nombre? pues muy sencillo, sabéis que cuando celebro la misa, al comenzar siempre digo una frasecita muy corta, normalmente de un texto bíblico. Esta antífona que denominamos "de entrada" es la actualización -por así decirlo- de lo que antes de la reforma litúrgica del Concilio Vaticano II se llamaba ''Introito'', y lo que tenía de especial era que esa primera oración no era leída como generalmente hacemos hoy, sino que el sacerdote empezaba la Santa Misa cantando ese introito en gregoriano. El nombre de "Laetare" viene por ser la primera palabra del introito propio de este Domingo que decía: "Laetare, Ierusalem, et conventum facite omnes qui diligites eam; gaudete cum laetitia, qui in tristitia fuistis; ut exsultetis, et satiemini ab uberibus consolationis vestrae" ("¡Alégrate Jerusalén! ¡Reuníos, vosotros todos que la amáis; vosotros que estáis tristes, exultad de alegría! Saciaos con la abundancia de sus consolaciones"). Tomado del capítulo 66 del profeta Isaías.
Las lecturas de este día nos viene muy bien para traer a la reflexión personal el momento que estamos viviendo; en la primera lectura del libro de Samuel, el profeta nos cuenta la gran lección que le dió el Señor cuando le mandó ir a Belén con la cuerna de aceite para ungir como rey a uno de los hijos de Jesé. Y él fue confiado, pensando que aunque fuera una familia numerosa sabría reconocer a simple vista cuál era el elegido de Dios para ser en un futuro el Rey de su pueblo. El Señor, no obstante, le advirtió: ''No te fijes en las apariencias ni en su buena estatura'' y, sin embargo, Samuel no sólo no acertó a la primera, sino que se equivocó con todos. El Señor le preparó para la prueba y pese a ello no había entendido ni tenido en cuenta que Dios no vé como los hombres, que se fijan en las apariencias; el Señor ve el corazón. ¿Quién iba a pensar en un crío que cuidaba ovejas? Y es que Dios siempre rompe nuestros esquemas, etiquetas y juicios; el sabe y nos llama más allá.
Y es que un rey y un pastor son oficios más próximos de lo que uno pueda pensar, siempre que se haga de corazón; ambos han de guiar, acompañar, querer, cuidar, proteger... quizá por eso David llegó a ser un rey tan querido y reconocido en su tiempo, pues sabía que no había otra dirección que el sendero justo. También vemos en esa imagen de pastor y rey al mismísimo Cristo, cuyo nombre significa precisamente ''el ungido'', pues como David, el Rey de reyes estaba predestinado para su misión. Así también nosotros somos ungidos con óleo y consagrados con el crisma en el bautismo asociandonos al sacerdocio, profecía y realeza de nuestro Salvador.
En su epístola a los cristianos de Éfeso, San Pablo aborda uno de los elementos destacados de este domingo: ''la luz''. Ya se nos está anunciando la fiesta de la luz, la fiesta de la Pascua. Pero el apóstol lo enfoca con gran hondura espiritual: nos dice que si en nuestra vida nos hemos encontrado con Cristo, descubierto y conocido claramente, hemos pasado de la tiniebla a la luz. Pero nos dice más, que ahora en adelante ''caminemos como hijos de la luz''; es decir, nos recuerda que nuestra condición de cristianos nos obliga en conciencia a cuidar de que nuestro estilo de vida este siempre dentro de las enseñanzas morales y doctrinales que nos exige la auténtica vivencia del Evangelio. Pablo va más allá y señala que también es obligación del cristiano denunciar ''las obras estériles de las tinieblas''. Al igual que el día de nuestro bautismo el sacerdote dijo a nuestros padres ''a vosotros padres y padrinos se os confía acrecentar esta luz; que vuestro hijo, iluminado por Cristo, camine siempre como hijo de la luz''. El apóstol afirma que le da vergüenza pensar las obras ocultas de las tinieblas, más continua con una frase magnífica: ''Pero la luz, denunciándolas, las pone al descubierto, y todo lo descubierto es luz''. Es una exhortación a vivir en la claridad, en transparencia, huyendo de la mediocridad; por eso concluye con esa llamada: ''Despierta, tú que duermes, levántate de entre los muertos, y Cristo será tu luz''. Cuando nos decimos cristianos pero no vivimos como cristianos llegamos a estar dormidos y narcotizados por "el pecado del mundo" y vivimos como muertos, por eso San Pablo nos hace este reclamo a liberarnos de todo aquello que nos hace vivir a medio gas entre tinieblas en lugar de disfrutar de la plena libertad que nos da vivir iluminados en el Señor.
Y no perdemos de vista la luz, para verla ahora en otro contexto hermoso. Jesús, en el Evangelio se encuentra en su camino con un ciego y se detiene para ayudarlo, se agacha para hacer barro con su saliva y untarle los ojos al invidente, al cual manda ir luegoa lavarlos a la piscina de Siloé. Dicho manantial era un lugar muy sagrado en la ciudad de Jerusalén de aquel tiempo; es como cuando a un enfermo le recomendamos hoy en día ir a las piscinas del Santuario de Lourdes. El hombre así lo hizo; fue, se lavó y recuperó la vista al limpiarse con aquel agua los ojos. He aquí otro signo bautismal y de renovación en el encuentro con el Señor y en el cumplimiento de sus mandatos.
El ciego lo celebra por todo lo alto, y tan increible les parecía a las gentes de Jerusalen -que llevaban décadas viéndolo ciego y mendigando sentado por las calles de la ciudad- que él tenía que insistir repetidamente que sí que era ciego pero que había sido curado. Claro, se corrió la voz por toda Jerusalén y ello provoca dos realidades: por un lado el que crecieran los seguidores, adeptos y curiosos que veían que aquel que muchos ya reconocían como "Mesías" no podía ser un farsante a la vista de sus obras. Y por otro lado, despertaba más odio entre los que le sentían como un peligro para la hegemonía del poder que venían ejerciendo con tiranía -los fariseos- los cuales encontraron el argumento perfecto para quitar importancia al milagro del ciego y acusar a Jesús de endemoniado, so pretexto de que como "había curado en Sábado" y no por ello guardaba la ley, lo que hacía no podía venir de Dios. El debate entre si era un pecador o un profeta dividió a la gente, hasta que los sacerdotes mandaron llamar al que había sido ciego para "interrogarle".
Tenemos que tener en cuenta que en tiempos de Jesús un ciego de nacimiento, una persona que nacía con un defecto o enfermedad, se consideraba que nacía ya en pecado por las culpas de sus padres, por eso cuando el ciego habló defendiendo el portento del Nazareno, uno de los presentes le mandó callar recordándole que ya había nacido en pecado, y expulsandolo por considerarlo indigno. Más Jesús, vuelve a restaurar por segunda vez la dignidad perdida de aquel pobre hombre al buscarle y encontrarse de nuevo con él, preguntándole: ¿Crees tú en el Hijo del hombre? Éste se postra a sus pies, asintiendo: ''Creo Señor''. Y es que el que busca a Jesús lo encuentra, y una vez hallado su vida cambia; recobra la vista con los ojos del corazón y se convierte automáticamente en "testigo de la luz".
A menudo vemos sin ver, nos lavamos sin limpiarnos; estos días sabemos lo que es lavarnos de verdad, sin dejar un rincón de la piel. También nosotros hemos de ir a la piscina del corazón de Dios para purificarnos, para regresar a la Casa del Padre, al Amor Primero... Ojalá esta Cuaresma -esta cuarentena- y confinamiento (este penitencial "arresto domiciliario") nos ayuden a interiorizar cuánto bueno hacemos dando continuidad en nosotros a la Palabra de Dios, y cuánto no tan bueno requiere ser mejorado. Así podremos culminar nuestro desierto cuaresmal y llegar al Oasis de la Pascua con la alegría que prefigura este domingo y asentir: ''me lavé, y veo''.
Mucho ánimo, fuerza y confianza en Dios. Juntos venceremos. Juntos veremos la Gloria de Dios.
Mucho ánimo, fuerza y confianza en Dios. Juntos venceremos. Juntos veremos la Gloria de Dios.
Joaquín, Párroco
Muchísimas gracias. Haces una labor que el Señor te premiará. Nos ayudas mucho en estos días duros.
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