(iglesiadeasturias.org) “La vida consagrada con María, esperanza de un mundo sufriente” es el lema de la Jornada Mundial de la Vida Consagrada que se celebra este domingo. En nuestra diócesis con este motivo el sábado tendrá lugar una misa en la Catedral, a las 17.00 h, presidida por el Arzobispo de Oviedo.
El lema de este año presenta a las personas consagradas con la misión de ser testigos y anunciadores de esa esperanza a través de la figura de la Virgen, como modelo total de entrega y de cercanía a quienes sufren. “Cuando estaba reflexionando sobre esta frase y preparando la jornada me di cuenta de que tiene pleno sentido. María fue una mujer que sufrió al pie de la cruz y en muchos momentos de la vida de su hijo, pero siempre se mantuvo al lado de él confiando y siempre cerca de la gente que la necesitaba. La vida consagrada es una respuesta a la llamada de Jesús y qué mejor imagen que la de María. Creo que la vida consagrada también responde a este mundo sufriente”, explica Begoña Morán, presidenta en nuestra diócesis de la Confederación Española de Religiosos (CONFER), desde el pasado mes de octubre, y superiora de la comunidad de hermanas del Ángel de la Guarda en Oviedo.
En Asturias hay 675 consagrados: 535 mujeres y 140 hombres, de ellos 98 sacerdotes, para un total de 95 comunidades que desarrollan su labor en campos muy distintos. Y es que desde la educación, que fue la labor desde al que nacieron muchas de las congregaciones, se han ido encontrando otros lugares en los que también hace falta el testimonio y la entrega que caracteriza a la vida consagrada como personas enfermas y mayores, mujeres maltratadas, misiones, etc… Así para adaptarse a las nuevas necesidades del mundo y de quienes precisan de ayuda se ha pasado, por ejemplo, “de comunidades grandes a pequeñas localizadas en los barrios y desde ellas nos integramos en Cáritas, catequesis, animación o pastoral de la salud, entre otras. También en muchos barrios obreros donde cada vez se ve más necesidad o en nuevos campos como en el trabajo con la inmigración en el que se dan pasos incluso en la colaboración entre congregaciones”.
Una implicación que llega también a las zonas más conflictivas del mundo en el que muchos religiosos han optado por permanecer viviendo “las mismas penurias y dificultades que padece el pueblo”. Y es que, como afirma la presidenta de CONFER en Asturias, “la característica principal de la vida consagrada es que es un don del Espíritu y es él quien nos va guiando porque a veces salimos al paso de situaciones para las que no estamos preparados, pero hay una entrega, una gratuidad, un seguir queriendo responder a esa llamada dentro de las posibilidades que tenemos ahora que no son las que teníamos antes”.
Una presencia que se desarrolla desde los carismas particulares que marcan la vocación de las diferentes órdenes religiosas, pero al final se resume en una misma y clara motivación: “Somos seguidores de Jesús y de su mensaje de salvación a los hombres. Estamos ahí escuchando, acogiendo y ofreciendo esperanza ante un mundo que a veces es difícil. Cada vez hay más gente necesitada de una escucha, de un gesto como es una palmada, un abrazo, un palabra: confía”. Una cercanía y acogida que para esas personas que se sienten en dificultades implica que “hay alguien a quien le importa, a una vida consagrada que no sale en lo medios, no alborota, no hace campaña, sino que trabaja calladamente”.
Y es que para Begoña Morán, la vida consagrada es también “una llamada a ofrecer el testimonio y el don y el valor de la fraternidad que no es fácil, pero es posible, ante un mundo que vive tan alterado, ese es otro testimonio: Jesús es amor y su mensaje es de amor, de fraternidad: ‘amaros los unos a los otros’. Con esto no quiero decir que lo hagamos perfectamente, pero sí que se hace un esfuerzo par dar ese mensaje. Y también en la esperanza porque el Evangelio está lleno de textos donde se nos dice ‘no estáis solos’, yo estoy con vosotros hasta el fin del mundo. A mí eso personalmente me ayuda, me alimenta y me empuja”.
Un impulso que lleva en su vida desde 1976 cuando ingresó en la congregación para profesar en 1980, y que le ayuda a enviar un mensaje a aquellas personas que puedan sentir la inquietud de entrar en la vida religiosa: “Merece la pena, cada vez encuentro más sentido a esta vida, no me arrepiento. Creo que tiene todo el sentido responder a las llamadas que uno escucha y a veces nos da miedo, inseguridad, pero yo vivo con la certeza de que Él me sostiene y además no vivo sola, vivo en comunidad, en esa familia a la que quiero profundamente. Si alguien está interesado puede ponerse al habla con CONFER, con alguna congregación y sobre todo que no tenga miedo, Dios sigue a nuestro lado”.
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