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miércoles, 1 de enero de 2020

Theotókos. Por Joaquín Manuel Serrano Vila

En algunas parroquias anuncian misas de "año nuevo''; pues a saber que aunque ciertamente sea el primer día del año, los cristianos no celebramos el año nuevo. Hoy celebramos a "Santa María Madre de Dios" en una solemnidad preceptiva que se situó en este día no buscando "cristianizar'' de algún modo el primer día del año civil, sino porque así nos vino dado.

En su origen la fiesta de este día era "la circuncisión del Señor", con la cual concluía la Octava de Navidad, pues según la tradición judía a los ocho días de nacer, el niño se llevaba a circuncidar. 

Con la reforma litúrgica del Concilio Vaticano II se consideró más apropiado cambiar la celebración de este último día de la Octava, dejando de ser de la Circuncisión del Señor y pasando a la Maternidad de María. No es una celebración que se "inventara" en el pasado siglo, sino que el culto a María como verdadera Madre de Dios, hunde sus raíces en los comienzos del mismo cristianismo. Oficialmente, desde comienzos del siglo V la Iglesia tiene por verdad de fe que María es verdadera Madre de Dios, cuando el Concilio de Éfeso la definió como la "Theotókos", saliendo al paso de la herejía nestoriana que propugnaba que Dios no podía tener madre. 

Menos de un siglo después, en Roma se empezó a celebrar el culto a María con este título de "María Madre de Dios", el cual, según los historiadores, comenzó precisamente con la consagración de la Iglesia de Santa María la Antigua en el Foro de Roma, un 1 de Enero del ya siglo VI, convirtiéndola en una de las primeras iglesias dedicadas a Nuestra Señora. 

Hoy celebramos esta solemnidad que es de María y también de Jesús, pues contemplamos la unión entre Madre e Hijo en una alegría con la que cerramos la solemne Octava navideña y, también (porque no hay oposición sino complementariedad) iniciamos el nuevo año civil con la Madre de Dios como intercesora.

La festividad de María Madre de Dios se incluyó oficialmente en el calendario litúrgico en 1931 por el Papa Pío XI, al conmemorarse el XV centenario del Concilio de Éfeso (en la actual Turquía). Aunque en un primer momento esta fiesta tenía su fecha el 11 de Octubre, la cual se sigue celebrando por el "Vetus Ordo", mientras que en el "Novus Ordo" lo celebramos el 1 de Enero.

El evangelio de hoy nos invita a unirnos a los pastores para ir presurosos a contemplar la tierna escena de cómo Dios se hace niño; indefenso, necesitado del calor y de la ternura de su Madre. Si estos días atrás reflexionábamos sobre la propia Familia de Dios, hoy nos centramos exclusivamente en la figura de la Madre, pues Él tiene mucho que decirnos a través de Ella.

Si miramos la escena de María con el niño en brazos, lo primero que uno siente es paz; qué mejor petición a María que interceda por la paz del mundo y nos conceda a nosotros la que necesita nuestro corazón. La Iglesia Universal celebra también este 1 de Enero la "Jornada mundial de Oración por la Paz", y qué mejor forma de empezar el año nuevo que deseando y deseándonos poner paz donde no la hay, sobre todo y tantas veces en nuestro propio corazón.

En la primera lectura del Libro de los Números, al rememorar la bendición que Dios había impartido sobre Moisés, destaca: ''El Señor te muestre tu rostro y te conceda la paz”; ésta es una característica que evidencia que Dios ha entrado de veras en la vida de un pueblo, de una parroquia, de un barrio; es decir, que se respira y se vive con paz.

Cuando rezamos el rosario, en las letanías, el primer "piropo" que le regalamos a Nuestra Señora es decirle "Santa María", para, a continuación, ponerle el primer título: "Madre de Dios". Decir que María es la Madre de Dios es la advocación más grande, el título mayor con el que la reconocemos. No hay Corona, Medalla ni atributo mejor para Ella  que ''ser Madre'', y Madre de su Creador. 

Indirectamente, es también una fiesta del Hijo, pues al llamar a María Madre de Dios estamos reafirmando que creemos que Jesús es el hijo de Dios; la fiesta de Dios Hijo, del Dios encarnado que se hace Hijo. Como nos recuerda también hoy la epístola de San Pablo a los Gálatas: ''nacido de una mujer; nacido bajo la ley, para rescatar a los que estaban bajo la ley''.

Miremos de nuevo a María, miremos al Hijo; por Ella le tenemos a Él, y por Él, con Él y en Él, todos la tenemos a Ella por Madre.

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