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martes, 21 de enero de 2020

«La palabra “ecuménico” aún pone nerviosos a algunos sectores». Por Silverio Rodríguez Zapico

Estamos tocando ya la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos (18-25 de enero), un octavario de oración que nos recuerda la necesidad de que los seguidores de Jesús caminemos hacia un destino común, pero teniendo en cuenta al mismo tiempo las dificultades institucionales y reales que se dan en este campo. Hay que ver la energía que ponen en sus palabras algunos curas y laicos cuando te sueltan: “El ecumenismo es decir bien claro: la puerta está ahí, si quieren que vuelvan a casa.” Uno se queda de piedra… Y no se trata sólo de la jerarquía católica, también piensan así bastantes grupos evangélicos españoles.

Comenzar la Semana de la Unidad es volver a preguntarse: “Y eso del ecumenismo, ¿qué es?”. Diríamos que una referencia clara y directa al movimiento ecuménico que nació hace ya más de un siglo en el gran Congreso de Edimburgo con una idea de misión. Es decir, que si las iglesias querían dar un testimonio, no podía ser un testimonio dividido.

Así que la palabra clave para la evangelización y para la misión comenzó a ser la unidad de la Iglesia. Desde entonces ha habido toda una serie de encuentros que responden a la idea última de llegar a la unidad visible de la Iglesia.

Hemos dado pasos en todos los ámbitos: por ejemplo, en el del diálogo teológico entre iglesias. Se hicieron comisiones para los temas teológicos más agudos: la justificación entre la Iglesia luterana y la católica; bautismo, ordenación, eucaristía, sacramentos en general, autoridad… temas en los que se han dado muchos pasos.

Lo que es más importante ahora es tal vez reconocer algo que antes no había existido: los prejuicios, las enemistades, y la fobia interna que había de unas confesiones con otras, sobre todo en lugares que históricamente habían tenido “sangre” y persecución (Alemania, Ginebra…) y a veces con crueldad. Porque ninguna Iglesia tiene las manos limpias, por cuestiones ideológicas o doctrinales.

Sé lo mucho que impresionan las visitas y encuentros de Papas con Patriarcas (Pablo VI con Atenágoras; Juan Pablo II con Bartolomé I…) Si ha habido tanto acercamiento ha sido porque hemos entrado en una fase de secularización muy fuerte. Las iglesias ya no son el cuerpo imperante social, política e ideológicamente en lo que llamamos Occidente. Entonces: o presentamos un frente común, o nos encontraremos una sociedad cada vez más laica, donde no pintaremos nada y se hará muy difícil llegar con el mensaje evangélico .

Con todo, la labor ecuménica ha dado más pasos. Hemos conseguido proyectos comunes de calidad. Un ejemplo de estos proyectos es, por citar alguno bien concreto, la Biblia Interconfesional. La han hecho, en España, la Conferencia Episcopal y las Sociedades Bíblicas. Por fin cuajó, y hoy tenemos un texto bíblico común para todas las confesiones y que es un verdadero acierto.

Si el trabajo ecuménico nació con una idea de misión, nos queda bastante por hacer. Pero veo mucha esperanza en la capacidad de la gente en superar diferencias muchas veces establecidas por elementos institucionales eclesiales, incluso más que por los mismos fieles. Evidentemente, el que en una parroquia se pueda constituir, por ejemplo, un grupo de acción caritativa en el que estén participando católicos y evangélicos de dos o más confesiones distintas… y que sepan que, si se quiere hacer llegar el Evangelio, hay que hacerlo de una manera común, dando testimonio de entrega y atención a los más necesitados, eso supone un brote nuevo. Una forma de crecer en la unidad. Cosas así no son visibles estructuralmente, pero son tremendamente reales. Igualmente, la posibilidad de crear un grupo de estudio bíblico o de oración, en una iglesia evangélica o católica, y acercarse juntos a la Palabra de Dios, es otro elemento muy positivo. Es mucho más importante esto, que el que se junten el Papa y el Patriarca. Teniendo en cuenta pues, esta dimensión pastoral del ecumenismo y siendo objetivos, mucho nos queda por hacer aún.

El mejor sueño sería aspirar a un cristianismo de testimonio muy personal, en el ámbito de esos grupos pequeños, porque nadie puede vivir una fe aisladamente, estamos llamados a vivirla en comunidad. No son pocos los que por estos días repreguntarán: Entonces, ¿qué nos falta en España para dar pasos en el ecumenismo? Falta un hecho real: la experiencia de la interconfesionalidad. Ya hay familias luteranas viviendo en el mismo bloque con familias católicas y también musulmanas, pero en España no hay perspectivas de pluralismo religioso como en Inglaterra, Estados Unidos o Alemania. Todavía queda un tremendo resquemor entre los evangélicos españoles por haber sido discriminados y hasta perseguidos durante el nacional-catolicismo. Todos esos elementos desempeñan un papel muy importante. Lo primero es que la gente tome conciencia de que hay españoles no católicos y que lo de ser anglicano o protestante no es sólo cosa de extranjeros y turistas.

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