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lunes, 13 de enero de 2020

Carta del Sr. Arzobispo

Nuevo escenario político

Vimos algunos ensayos. Pero no conocíamos la trama, ni a todos los actores, ni el previsible desenlace final. Una idea nos hicimos con buena dosis de incertidumbre, ante el enmarañado guion del que no teníamos pleno conocimiento. Digos y diegos, prisas y pausas, razones y desmentidos, memorias y reescritura de la historia… así ha sido todo este periodo que ha tenido al país en vilo durante estos meses. Hay que decir que la alternancia en la política es saludable, porque la gobernanza también genera corruptelas que es preciso enmendar, aprender de los errores y purificar la nobleza del arte político cuando éste se tuerce y se pervierte en aras de intereses económicos, ideológicos o de pura prepotencia excluyente que terminan haciéndonos rehenes del Nuevo Orden Mundial y todas sus terminales mediáticas, políticas y financieras.

Se pierde así el sentido del bien común, se esquivan los verdaderos problemas, y todo gira en torno al aprovechamiento personal más narcisista y tramposo o a la perpetuación del clan que se apropia de la poltrona con un ordeno y mando avasallador. Nuestra todavía joven democracia, que ha tenido sus sobresaltos y altibajos, tuvo como punto de partida una generosidad llena de madurez en un pueblo que quería realmente pasar página, creer en la reconciliación y alejarse del fantasma bélico y fratricida que llenó de tanto dolor y tragedia a personas y familias. Hubo una auténtica altura de miras, en aras del bien común, para afrontar la superación larga y paciente de cuantos asuntos nos retaban en aquel comienzo de andadura democrática. Con los defectos que pudiera tener, nos dimos la carta magna de la Constitución Española, que nos sirvió como hoja de ruta para comenzar a construir la convivencia entre los españoles que venían con sus luces y sombras de un largo período anterior que se deseaba quedara atrás en lo que tuviera de puntos oscuros, y que se pudiera mejorar en aquello que logró iluminarnos.

No han faltado en todos estos decenios momentos complicados por las crisis económicas, por el azote terrorista, por los amagos secesionistas. Pero también momentos ilusionantes por la incorporación a foros e instancias europeas e internacionales, el avance en la sociedad que quería seguir escribiendo su propia historia, la de una nación que, como tal, es la más antigua de Europa, con bellas páginas que han ido escribiendo nuestros mejores literatos, o esculpiendo y pintando nuestros mejores artistas, o tejiendo un estado de derecho por nuestros mejores juristas y jueces, o viendo la unidad plural de un pueblo como bien moral, o nutriendo una cultura que hunde sus raíces en los ancestros romanos y la herencia cristiana que nos ha permeado la conciencia ética y abierto horizontes de transcendencia.

Por eso, cuando se usa la mentira como herramienta política, la insidia que debilita la convivencia, la violencia como crispación que nos rompe por dentro y nos enfrenta por fuera, la censura de quien piensa distinto persiguiéndole de tantas maneras y acallando sus voces impunemente, entonces nuestro gran país, nuestro hermoso pueblo, sufre la ruptura interior y nos hace vulnerables ante pretensiones exteriores conocidas.

Estamos en un nuevo escenario político con el nuevo gobierno resultante. Sinceramente le deseo acierto, inteligencia y sabiduría para conducir con justicia el destino inmediato de España en su pluralidad de factores y en su bella herencia histórica. No es fácil el momento, a la luz de lo que, con preocupación, hemos podido ver en la sesión de investidura. Y sería una mala noticia que se deslicen actitudes, políticas y caminos que cercenen la libertad en sus variadas expresiones, la vida en todos sus tramos, y la convivencia que permite seguir escribiendo nuestra historia con verdad y belleza. Por eso, junto a mi colaboración leal con nuestros nuevos gobernantes, elevo mi oración al buen Dios en este momento grave de nuestra historia que reclama de los cristianos sencillamente que seamos lo que somos en medio de la sociedad.

+ Jesús Sanz Montes, ofm
Arzobispo de Oviedo

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