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miércoles, 27 de noviembre de 2019

Adviento: mirada general, líneas, características. Por Javier Sánchez Martínez

Un blog como éste pretende ofrecer constantemente, machaconamente, si queréis, una formación seria y sólida que debe retomar y volver sobre ciertos temas para que leídos con cierta distancia de tiempo, permitan recordar contenidos, tal vez entenderlos mejor, vivirlos más plenamente.

Hay catequesis que, sin dudarlo, deben ser anuales, es decir, repetidas cada año de manera que se puedan asimilar al compás de lo que se vive en el año litúrgico. Probablemente hay un déficit en la formación, pero de manera muy resaltada en la liturgia. ¡Todos creen saber de liturgia, todos pontifican sobre liturgia! Pero lo que nos toca es conocer la dinámica misma de la liturgia, acudir a los libros litúrgicos vigentes con sus prenotandos (Introducciones oficiales), sus textos y sus ritos. En esta tarea, sin duda alguna, hay que empeñarse.

Por ejemplo, vivir el Adviento es conocer la amplitud de su liturgia, sus directrices espirituales, las líneas de fuerza de su leccionario, la contemplación de sus oraciones y prefacios y no creer, ingenuamente, que todo el Adviento se reduce a colocar la corona de Adviento y encender un cirio semanalmente. El Adviento es mucho más y la misma corona de Adviento no es tan importante ni tan central ni tan litúrgica ni tan pastoral ni tan…

Veamos la perspectiva general del Adviento, sus normas litúrgicas: entonces lo entenderemos y lo viviremos mejor.

El Adviento presenta una doble dimensión que hemos de tener en cuenta para vivirlo:

“El tiempo de Adviento tiene una doble índole: es el tiempo de preparación para las solemnidades de Navidad, en las que se conmemora la primera venida del Hijo de Dios a los hombres, y es a la vez el tiempo en el que por este recuerdo se dirigen las mentes hacia la expectación de la segunda venida de Cristo al fin de los tiempos. Por estas dos razones el Adviento se nos manifiesta como tiempo de una expectación piadosa y alegre” (Calendario romano, n. 39).

Hasta el 16 de diciembre inclusive, la mirada es escatológica: el final de los tiempos y es la espera piadosa y alegre de la parusía, del retorno del Señor pero en gloria y majestad. Las lecturas, las oraciones y los cantos deben mirar más a esta dimensión final. El prefacio (el I y el III, que son los que se cantan estos días) recuerda la venida gloriosa del Señor y los tiempos últimos.

A partir del 17 de diciembre, toda la liturgia del Adviento, en sus ferias mayores, se centra en la preparación inmediata a la Navidad, a la primera venida del Hijo del hombre en el seno virginal de Santa María. Cambia la perspectiva, el tono de las oraciones es más “navideño” y mariano, la clave de todo son los evangelios de esas ferias mayores. Los prefacios, II y IV, los que se reservan para estos días, destacan la centralidad de la Virgen María y la inminente llegada del Señor. 

Las características litúrgicas de este tiempo tienden a alimentar nuestra esperanza, con alegría, pero con moderación, y muchos elementos se reservan para que destaquen con energía renovada en el tiempo de la santa Manifestación del Señor:

-el Gloria no se canta para entonarlo junto con los ángeles en la Misa de medianoche; (claro, el Gloria según la letra del Gloria, no cualquier cancioncilla con la palabra “gloria", sino el venerable y antiguo himno del “Gloria” cuya letra es invariable);

-las flores son moderadas en el exorno, para que todo sea esplendoroso en el ciclo de Navidad; por ejemplo, la misma corona de Adviento, si se hace, se prepara con ramas verdes;

-las vestiduras moradas/violetas aguardan el blanco o dorado de los vestidos litúrgicos de la Navidad…


“El tiempo de Adviento comienza con las primeras Vísperas del domingo que cae el 30 de noviembre o es el más próximo a este día, y acaba antes de las primeras Vísperas de Navidad. Los domingos de este tiempo se denominan domingo I, II, III, IV de Adviento. Las ferias del 17 al 24 de diciembre, inclusive, tienen la finalidad de preparar más directamente la Navidad” (Instrucción Calendario Romano, ns. 39-42).

“En tiempo de Adviento se emplearán el órgano y los otros instrumentos musicales, y también se adornará el altar con flores, con la moderación que conviene a la índole de este tiempo, sin adelantarse a la plena alegría de la Navidad del Señor. El domingo Gaudete (III de Adviento) puede usarse el color rosado” (Caeremoniale Episcoporum, nº 236).

“El morado o violeta se emplea en el tiempo de Adviento” (IGMR 308d).

“No se recita el Gloria en Adviento” (cf. IGMR 31).

Sabiendo estos rasgos generales de la liturgia y la espiritualidad podemos vivir mejor este Adviento y configurarnos con el Misterio de Cristo.

Para la oración personal y la homilía el peso fuerte cae sobre:

-la primera lectura hasta el 16 de diciembre inclusive (el evangelio se busca a partir de la lectura semicontinua de Isaías como cumplimiento de la profecía; a partir del 17 de diciembre, el centro es el Evangelio,

-la oración colecta de cada día

-las preces de Laudes, ¡que son deliciosas!

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Lo publico con tiempo -hoy miércoles- para que sirva de base para la preparación espiritual, la formación de equipos de liturgia, guión para retiros sobre el Adviento, estudio en común en la sala capitular… y orientación para la homilía.

No todo, ni siquiera lo más importante, ni siquiera es necesario, es colocar la corona de Adviento que para algunos es el summum del Adviento y como si todo estuviera ya hecho. NO. El Adviento es más, y más lo que hay que preparar. Adelante con ello.

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