(www.lasalle.es) Este 9 de octubre. la Iglesia Universal celebra la memoria de los Santos Mártires de Turón , canonizados por el Papa Juan Pablo II el 21 de noviembre de 1999 y por tanto, puestos como modelo, que eso significa «canonizar», ofreciéndonos a todos su gesto heroico y generoso, de reconciliación y perdón. Pero, ¿cómo comenzó todo?
Turón es un pueblo minero a 20 kilómetros de Oviedo, y a unos 6 kilómetros de Mieres. Los Hermanos dirigían escuelas gratuitas en 12 localidades de la región y acogían sobre todo a los hijos de los mineros. En Turón eran 8 Hermanos. Las fuerzas socialistas y comunistas, así como también la logia masónica de la zona, tenían como único objetivo destruir la escuela de los Hermanos.
El comité revolucionario de Turón, llevado por el odio a la religión, comenzó su labor a la medianoche del día 4 de octubre de 1934. A las seis de la mañana detuvieron a los tres sacerdotes del pueblo. Poco después a otras personas de reconocida militancia católica. Los Hermanos se acababan de levantar y se preparaban para comenzar la oración comunitaria. Estaba con ellos el Padre Inocencio, pasionista de Mieres.
A pesar de estar avisados del peligro inminente que corría, con cierto temor, y de acuerdo con el Padre Inocencio, los Hermanos decidieron celebrar la Santa Misa. Durante el ofertorio se sintió gritar a la puerta del colegio. Comenzaron a dar golpes para que abrieran. Era un grupo de revolucionarios armados de escopetas. Ante tal situación, el celebrante propuso consumir todas las formas del sagrario, para evitar profanaciones, y así lo hicieron. Seguía el griterío y los golpes en la puerta. Un Hermano fue a abrir la puerta y el jefe del grupo dijo que querían registrar la casa en busca de armas. Todo el grupo irrumpió en el colegio, registrando las clases. Luego pasaron al piso superior, y después de haber registrado cada rincón de la casa sin encontrar nada de lo que buscaban detuvieron a los religiosos y los condujeron a la “Casa del Pueblo”. Cuatro días más tarde, el 9 de octubre y a la media noche, fueron encaminados al cementerio, donde delante de una fosa ya preparada fueron ejecutados.
La serenidad y valentía con la que los Hermanos y el Padre Pasionista aceptaron el martirio impresionó a los mismos revolucionaros, como más tarde ellos mismos declararían: “serían los mejores maestros, si no enseñasen Religión”. Con su gesto, los Hermanos dibujaban una hermosa historia de amor sublime, en medio del odio y el rencor. Por eso los recordamos con alegría y agradecimiento. Y nos damos cuenta que con su gesto, actitud y recuerdo, nos muestran el verdadero camino para seguir a quien sabemos es nuestro Camino, Verdad y Vida: Cristo Jesús.
Los cuerpos de los Hermanos mártires fueron exhumados y llevados al cementerio de Bujedo (Burgos) el día 26 de febrero de 1935. El 9 de octubre de 1944, en la diócesis de Oviedo se inició la causa de beatificación, cuyos trámites concluyeron el 22 de junio de 1945. La documentación fue enviada a Roma. Allí se siguió tramitando y en 1988 fue firmado el decreto por el que se reconocía el martirio. La beatificación se realizó en Roma el 29 de abril del año 1990.
El mismo día de la beatificación, en la ciudad nicaragüense de León, la joven de veintidós años Rafaela Bravo Jirón, afectada de un cáncer de útero, quedó instantáneamente curada. Previamente, ella y su esposo habían realizado dos novenas a los nuevos beatos solicitándoles la curación. Los médicos atestiguaron la curación milagrosa de quien estaba a punto de morir y esta se tramitó a Roma. Aceptado el milagro (elemento necesario para “canonizar” a alguien), los beatos mártires de Turón, fueron canonizados por el papa San Juan Pablo II el 21 de noviembre de 1999.
En el monasterio de Santa María de Bujedo (Burgos) se encuentran la mayor parte de sus restos. Parte de sus reliquias son honradas y veneradas hoy, en el templo de San Martín de Turón, parroquia que vio la entrega de estos hombres en la educación y enseñanza de los hijos de los mineros.
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