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miércoles, 23 de octubre de 2019

La comunicación cristiana de bienes. Por Joaquín M. Serrano Vila

A iniciativa de un párroco en la Zona Nordeste del Arciprestazgo de Oviedo y con la anuencia de otros se ha puesto en marcha -sin que falten críticas, escepticismos y reservas- una red de comunicación cristiana de bienes que trata de abarcar a toda la diócesis y sobre lo que quisiera reflexionar hoy.

En mi humilde opinión, creo sinceramente que es algo que puede hacer un gran bien a la Iglesia que peregrina en Asturias; sin embargo, se requiere para un buen resultado la implicación y respaldo de varios factores: el apoyo centralizado del proyecto, la colaboración del clero y de la Curia y, lo más difícil, concienciar, explicar y catequizar sobre esta necesidad a los fieles.

No estamos ante algo nuevo, pero quizá sí es necesario recuperar de forma oficial y pública este buen hacer que se remonta a los tiempos del Señor y los apóstoles.

En Asturias, por ejemplo, experimentamos esta generosidad en la postguerra, cuando la mayoría de templos de la geografía diocesana fueron destruidos y diócesis con más posibles y menos afectadas por la contienda "partieron su capa" con nosotros enviando no sólo dinero sino ornamentos, orfebrería, imágenes, etc... Aún hoy, en muchos pueblos de montaña de Asturias se pueden ver en sus humildes parroquias cálices de plata que vinieron de Pamplona con la inscripción de su donación, o imágenes venidas de Castilla, o casullas más anteriores a los años treinta en templos de los años cincuenta.

Incluso pasada la etapa de recuperación de templos, se mantuvo en la diócesis hasta los años sesenta la buena costumbre de los párrocos que daban a conocer mediante el boletín oficial diocesano lo que les sobraba o faltaba: un altar, un retablo, una pila, un armonium...

Y siempre se ha seguido haciendo en mayor o menor medida. En Lugones, por ejemplo, se regalaron cantidad de enseres a parroquias rurales: la megafonía anterior, focos y apliques, el ambón viejo, campanillas, lavabos, cálices de escaso valor, y muchísimos objetos que con el tiempo se fueron almacenando sin uso pero que en una parroquia rural "pobre" hacen un gran bien. Hasta los bancos viejos fueron a parar al mundo rural, la lámpara de forja, un calentador de aire caliente o el viejo órgano que se instaló en la hermana parroquia de Viella... Y estas cosas me consta que lo han hecho, hacen y harán siempre muchas otras parroquias grandes colaborando con las más pequeñas y necesitadas. 

Aunque haya quienes piensen lo contrario, creo que es mucho más fácil ser párroco en una parroquia "grande" que en un pueblo, pues en una parroquia mayor el párroco puede encontrar respaldo en su Consejo Pastoral y en su Consejo Económico. El tamaño de la localidad difumina todo un poco, pero un pueblo pequeño, como dice el refrán, siempre tiene algo de "infierno grande" y cualquier cosa siempre es magnificada para bien o para mal.

No hace falta siempre decir o justificar dónde está cada cosa o a dónde fue a parar cualquier cachibache, ni si estaba mejor en un trastero esperando con los años la basura ante una limpieza general, que en otra parroquia que lo necesiten... Creo que esos juicios no nos tocan a nosotros; la buena obra solidaria hecha queda, y sabiéndolo Dios mismo y los colaboradores es suficiente. Todo esto, no obstante, ha de hacerse sin perder de vista el marco jurídico y, en casos de cosas "más importantes" tratar de conjugar la buena acción con las exigencias canónicas sobre los bienes muebles de cada parroquia.

Recuerdo un sacerdote que estuvo en zona rural mucho tiempo y tenía una parroquia sin sagrario; estuvo diez años mendigando uno por toda Asturias y al final lo hizo él mismo de madera como buenamente pudo. Lo trasladaron después a una parroquia de Oviedo y se encontró en un armario con cuatro sagrarios "viejos". Se enfadó y dijo: con lo que yo mendigue un sagrario y aquí me encuentro cuatro ya inservibles muertos de risa...

La sana propuesta tropezará seguro con viejos modelos y conceptos, pues todos tenemos muy metido en la cabeza que las cosas de "mi" parroquia son de "mi" parroquia, y si la nuestra tiene dos pilas bautismales y la de al lado una ensaladera para bautizar, que ahorren y se la compren que las nuestras las compramos nosotros. La cuestión nunca conjugada será si la ensaladera está porque no hay forma de comprar una pila...

Otro tópico un tanto "aldeano" que dificulta la iniciativa, es la consideración de que lo que hay en la Iglesia no es de la Iglesia sino "del pueblo"; ahora vete y explicales que la iglesia, la rectoral o el cementerio no es de "todo" el pueblo -entidad abstracta por otra parte y sin personalidad jurídica- sino del pueblo fiel, de la comunidad cristiana, de la feligresía y parroquia, finalmente llamada a compartir.

Me parece brillante esta iniciativa por su capacidad de solucionar y dar respuesta solidaria a muchos problemas ordinarios, pero para evitarles disgustos a los párrocos que la secunden, entiendo que desde la administración diocesana y Consejo de Vicarios se debería respaldar, apoyar y refrendar este proyecto para que pueda llevarse a efecto satisfactoriamente. Sé de muchos sacerdotes que si no han compartido en el tiempo muchas cosas que les sobran es por "miedo a conflictos": a los fieles, al propio arzobispado, a disgustos innecesarios en una edad en la que ya no se está para ello... Al final, ¿sacamos al burro del pozo y curamos en sábado siendo éste para el hombre, o será el hombre para el sábado?...

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