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jueves, 8 de agosto de 2019

El día que Isabel me negó la Paz en Perlora.-Por Rodrigo Huerta Migoya

Este día 6 de Agosto ha sido una jornada feliz celebrando con toda la Iglesia la Transfiguración del Señor; día especial también para los católicos de Asturias por ser el día propio del titular de la Iglesia Madre, la Catedral, y el Patrono oficial de la ciudad de Oviedo que no sólo es capital del Principado de Asturias sino además sede episcopal de la diócesis.

Yo, ese día participé de la Santa Misa en la Parroquia de San Salvador de Perlora, que a las doce horas celebraba al Patrono de la localidad y titular de dicha comunidad cristiana con una hermosa Misa cantada, predicada y oficiada por tres sacerdotes. Fue una jornada realmente hermosa para compartir la fe en torno al alimento de la Palabra de Dios y de la eucaristía, tratando de vivir la catolicidad de la Iglesia.

Al ser un día laborable éramos pocas personas; yo me acerqué a dar la paz a las cuatro personas más próximas -algunas de ellas sólas en su banco- pues me daba pena un día de fiesta que ni este sencillo gesto compartiéramos. A la primera que dí la paz fue a la buena de María Jesús, que estaba en su silla habitual de la capilla lateral; luego a Victorio, a Rita y por último le ofrecí mi paz a Isabel, la de la Pedrera, la cual cruzándose me espetó: ''¡no hay paz!''... Y, ciertamente, no hay paz; ni la habrá en el mundo, ni en nuestra comunidad autónoma, ni en nuestro concejo, ni en nuestros pueblos y parroquias, vecindarios y familias enteras mientras tengamos un corazón de piedra en lugar de un corazón de carne. 

¿Entendemos por provocación que alguien te tienda la mano?, ¿que te ofrezca su paz?; ¿A qué vamos a misa?, ¿Qué significa la eucaristía para algunos? Y yo que pensaba que habíamos entendido la lección que nos presentan las Sagradas Escrituras ante la advertencia del Salvador: ''Por tanto, si traes tu ofrenda al altar, y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda delante del altar, y anda, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda'' (Mt 5, 23 - 24).

Una persona que se presenta como cristiana y amiga de sacerdotes anteriores y luego obra de esta manera antitestimonial para un creyente, no sólo se desacredita a sí misma sino que además deja a la altura del barro a sus correligionarios, sacerdotes incluidos. 

¿Que habrá sido de aquella bienaventuranza de ''Dichosos los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios''? Es evidente que el mensaje de Jesucristo no ha llegado aún a muchos corazones y que las parroquias siguen siendo en algunos casos más como una comunidad de vecinos mal avenidos -para nada fieles del Señor- que, entre intrigas, envidias y conspiraciones tragan su propia condenación en cada comunión. 

Evidentemente uno se pregunta, ¿es eso es lo que a algunos les han enseñado?; ¿Esa es la siembra que han cosechado?; ¿qué herencia espiritual de odio, rencor, y rechazo -hasta de la Paz en la misma celebración eucarística- han recibido personajes así cuando el que llega no es de mi gusto?; ¿Es eso el evangelio de Jesús de Nazaret ?; ¿ Es eso lo que les han inculcado?...

Menos golpes de pecho y más coherencia cristiana; menos ponerse de rodillas y comuniones como pinchos de tortilla y más vivir la fe compartida con TODOS los que formamos la Iglesia; menos falsos cristianismos desencarnados y resentidos y más humildad, perdón y penitencia; esa que sale de un confesonario después de un verdadero arrepentimiento, y menos comuniones de exhibición y apariencias.

De nada sirve ir a misa cuando se tiene el corazón y el alma podridos y la lengua destilando veneno. Las personas podemos y debemos tener diferencias, ideas, formas distintas de ver las cosas -¡gracias a Dios!- pero cuando sólo "mi" opinión, "mi" juicio y palabra es la "verdadera" no hacen falta ya ni misas, ni comuniones ni fiestas celebrativas. Negar la paz en la celebración cristiana de la eucaristía es algo más triste y pobre que grave, pues al final cada cual se retrata con sus gestos y es imposible esconder ni a Dios ni a los hombres sus soberbias y miserias.

Yo estoy contento de haber tendido una mano de paz que no obtuvo respuesta, aunque hubiera sido un hermoso gesto cristiano, pero para eso hay que aceptar en cuerpo y alma a Cristo que que nos enseña el perdón, la reconciliación y la PAZ del corazón. Quien no ama, ni perdona, ni se reconcilia, morirá en grave pecado mortal entre odios y resentimientos, y, por ende, negándose a sí mismo la paz eterna...

(...)Cuando entréis en una casa, decid primero: "Paz a esta casa". Y si hay allí gente de paz, descansará sobre ellos vuestra paz; sino, volverá a vosotros (...) Cuando entréis en un pueblo y no os reciban, salid a la plaza y decid: "Hasta el polvo de vuestro pueblo, que se nos ha pegado a los pies, nos lo sacudimos sobre vosotros". De todos modos, sabed que está cerca el reino de Dios. "Os aseguro que aquel día será más llevadero para Sodoma que para ese pueblo" (Lc.10)

1 comentario:

  1. Esa mujer es más mala que el veneno, no la puede ver nadie en Perlora. El saludo y la paz no se le niega a nadie. Vaya tipa

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