De las miles de historias, leyendas y anécdotas en torno a la devoción a Nuestra Señora del Buen Suceso, sin duda una de las más importantes fue lo ocurrido a comienzos del siglo XVII cuando el mismísimo Papa entonces hizo suyo este nombre y devoción a Madre de Dios del Buen Suceso.
Todo comenzó casi medio siglo atrás en Madrid, hacia 1567, cuando el noble católico Bernardino de Obregón tuvo una profunda experiencia espiritual con un mendigo. Bernardino decidió cambiar el rumbo de su propia vida, y así dejó atrás la ostentación y lujo en el que estaba instalado para dedicarse a los más pobres y harapientos de la capital de España. Empezó a tener voluntarios, colaboradores y otros jóvenes que se querían sumar a su buena obra, naciendo así la Congregación Religiosa de los Mínimos para la Asistencia de Enfermos -llamados familiarmente ''Mínimos''- cuya regla de vida se inspiró en la de la Orden Tercera de San Francisco de Paula. Contaron con la aprobación del Nuncio y la autorización del rey Felipe II, el cual vio en ellos una solución a los problemas de atención sanitaria de la ciudad. Muere Obregón contagiado por una epidemia de peste en 1599, más una vez desaparecido él su familia religiosa sigue creciendo y su sucesor, el hermano Gabriel de Fontanet, considera que antes de continuar expandiéndose era menester pedir a Roma el reconocimiento definitivo y oficial de la Congregación. Así, en 1606 el superior general junto al hermano Guillermo de Rigosa inician el camino a pie de Madrid a Roma.
Cuando estaban a punto de llegar a la frontera de España con Francia, una gran tormenta les sorprendió y se perdieron por las inmediaciones de la Sierra de Valdacha. Tal fue la tormenta, las avalanchas y riadas que se empezaron a producir, que ya daban por perdidas sus vidas, más únicamente rezaban pidiendo a Dios una muerte serena. Y así buscando un lugar sereno donde esperar la muerte, "una luz les brilló", haciendo uso de la conocida expresión bíblica.
Los dos religiosos caminaron entonces hacia aquel lugar luminoso que vislumbraron de lejos, y allí encontraron una cueva cuyo interior estaba plagado de flores silvestres, las cuales crecían a los pies de una hermosa imagen de la Madre de Dios. Los frailes se quedaron perplejos; pasaban las horas y no sabían qué milagro era mayor, si el haber salvado la vida, que la tormenta ya pasara o la hermosura de la talla descubierta, la cual parecía demasiado hermosa para haber sido realizada por cualquier artesano.
Decidieron llevarse la efigie con ellos, por lo que la metieron en uno de los canastos del equipaje y partieron con la Madre de Dios como compañera de camino hacia la Ciudad Eterna. Una vez en Roma, durante la audiencia con el Papa Pablo V los dos hermanos de Congregación le explicaron al Pontífice con todo lujo de detalles lo que les había ocurrido y cómo habían encontrado la pequeña talla en el momento más crítico. Cuando los religiosos mostraron la Imagen, el Papa se arrodilló ante ella, le puso su cruz pectoral al cuello y tomándola en sus manos con piedad la besó y abrazó.
Al Romano Pontífice lo que más le impactó fue el rostro de la Virgen, pues era tan dulce que parecía estar sonriendo; cuando tantísimas imágenes de ese tiempo y anteriores mostraban una Madre de Dios más bien seria y sin expresión. A su regreso a España los frailes contaron que el Papa había dicho: ''Buen Suceso habéis tenido'', de ahí que desde entonces surgiera este nueva advocación de Nuestra Señora del Buen Suceso.
Cuando los religiosos presentaron los temas burocráticos que tenían previsto tratar con el Vicario de Cristo, éste aludió a la sonrisa de la Virgen y al éxito de su viaje aduciendo que si Dios y su Santísima Madre estaban con ellos, cómo se iba a oponer él a una obra que ya contaba con el aprobado del Cielo. Incluso se llegó a decir que el Papa al despedirlos, no les deseó que su obra llegara a buen término, sino que en concreto ''que tengan de nuevo un Buen Suceso''
Poco tiempo después se cuenta que la Congregación escribió desde España al Pontífice recordándole lo sucedido, y rogándole que reconociera oficialmente esta nueva advocación, petición a la que Su Santidad no sólo accedió sino que le concedió numerosas indulgencias, rogando se propagara en la Iglesia Católica este piadoso nombre y advocación de la Madre del Cielo. Desde aquel día capillas, ermitas, santuarios, oratorios, iglesias, parroquias, conventos, basílicas etc., están dedicados a este querido nombre de Nuestra Señora.
No tenemos constancia de en qué fecha llegó esta advocación a nuestra Parroquia de Lugones, pero que está claro es que fue muy pronto, ya que a principios del siglo XVIII su culto estaba ya muy arraigado en el lugar.
Pero también esta devoción coexistía en la zona con uno de los santos más queridos en la Iglesia Universal, San Antonio de Padua, y cuya capilla se encontraba dentro de las propiedades de la Familia Estrada Nora, en el Carbayu. Con el paso de los años el culto al Santo Paduano quedó en un segundo lugar, pasando la Santísima Virgen del "Buen Suceso" a ser Patrona del Carbayu por decisión de sus gentes.
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