(Iglesia de Asturias) Este próximo lunes 29 de julio, coincidiendo con la fiesta de San Melchor de Quirós, se celebra en la diócesis el Día del Misionero Asturiano. Con este motivo y como cada año, la Delegación episcopal de Misiones organiza un encuentro de todos los misioneros asturianos, familiares y amigos, que durante estos días se encuentran descansando en Asturias. En esta ocasión, la jornada se desarrollará en el Santuario de Villaoril (Navia). “Allí celebraremos la eucaristía, a las 12,30 h presidida por nuestro Arzobispo, don Jesús, y por la tarde haremos una visita a Luarca”, explica Pedro Tardón, Delegado de Misiones. “La idea es que cada año se visite un Santuario diferente de nuestra diócesis y se deposite allí una imagen de San Melchor, nuestro primer y hasta el momento único santo, con el objetivo de que su vida y su presencia se conozca más”, afirma.
Uno de los participantes en este encuentro será el sacerdote asturiano Avelino Brugos, que llegó a Brasil en el año 1973. Allí ha realizado diferentes labores, en distintas parroquias y en comunidades en el campo, aunque en los últimos años está asentado en la ciudad de Feira de Santana, en el estado de Bahía (nordeste del país). Actualmente trabaja como formador y director espiritual del seminario de la diócesis.
“La misión le despoja a uno de muchas cosas: de la familia, de los amigos e incluso de la propia iglesia en la que uno creció, y va, lejos, a encontrarse con otra realidad, otros pueblos y otra iglesia incluso”, afirma.
Reconoce que, desde que llegó a Brasil, la vida en el país ha cambiado mucho: “Yo llegué en tiempos de dictadura, y de dictadura “brava”. La Iglesia en aquel tiempo tenía una vitalidad y un dinamismo muy grande y sirvió de gran ayuda para que se superase esa situación tan horrible que es una dictadura, como aquellas que tenían lugar en aquellos años en América Latina”.
“La Iglesia en aquellos tiempos era una iglesia de comunidades –afirma–. Ese era nuestro primer objetivo pastoral: la creación de comunidades, que estaban muy inmersas en la realidad de los pueblos. Y al mismo tiempo se trabajaba para transformar esa realidad, creando sindicatos que verdaderamente fueran representativos de la gente, y sirvieran para ayudar a todos los que lo necesitaban. En aquellos tiempos estaba comenzando la jubilación para los mayores, promovida ya por el gobierno anterior. La Iglesia ayudó a que las personas pudieran jubilarse porque no había documentos, era la Iglesia entonces la que daba documentos. Luchamos para que aquellas comunidades uniesen bien la vida y la fe”.
“En los últimos años, en cambio, las cosas son diferentes –reconoce–. Hoy la vida es muy difícil en las ciudades. Hay una realidad que nos está desafiando mucho, y es que existe una gran violencia en el entorno. Tan sólo en nuestra ciudad el año pasado fueron asesinadas 370 personas, más de una persona al día. Y todos los días tenemos este problema. Ese miedo que se encuentra dentro de la vida misma lleva a la gente a vivir en condominios cerrados de casas que tienen muro, valla eléctrica, y vigilancia. Para llegar allí uno tiene que identificarse y pedir autorización a la persona que va a visitar para poder visitarla. En nuestra ciudad hay más de 1.000 condominios. La mitad de la gente vive ahí por miedo, para que los hijos tengan un poco más de seguridad”.
Cuando regresa unos días de vacaciones a su Asturias natal, el sacerdote Avelino Brugos es consciente de que no conoce la realidad de la Iglesia diocesana, aunque afirma que “Por lo que oigo y me dicen, veo que la Iglesia aquí no lo tiene nada fácil tampoco”. “Pero veo también que hay mucha gente buena –afirma–. Cuando voy a la iglesia quedo impresionado porque veo mucha gente. Me dicen que es gente mayor, pero es gente al fin y al cabo, gente que tiene una vida y una experiencia. La pena es que no consigamos pasar eso a los jóvenes, dar el salto a otras generaciones”.
En su diócesis, el Seminario cuenta con 27 jóvenes seminaristas en proceso de formación y discernimiento. “No son las vocaciones que se necesitarían –afirma Avelino Brugos– conforme a la mentalidad de una Iglesia que todo lo centra en el sacerdote. Los laicos aquí sienten irremediablemente una responsabilidad porque hay parroquias que están formadas por cuarenta comunidades a las que el sacerdote no puede llegar más que una vez cada dos o tres meses. ¿Quién reúne al pueblo durante el tiempo normal? Sobre todo, las mujeres. Ellas son las que verdaderamente llevan aquí ese ministerio de la animación y de la catequesis. Hay una buena organización, un buen grupo de catequesis en la diócesis y los seglares tienen un papel importante”.
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