Fiesta Patronal de la Parroquia de Lugones
Gn 18, 20-32 / Sal
137,1-2a.2bc-3.6-7ab.7c-8 / Col 2,12-14 / Lc 11,1-13
Queridos hermanos:
Sumergidos
en este tiempo “Ordinario”, en pleno estío vacacional inauguramos con la
celebración del Santo Patrón las fiestas de la Parroquia. San Félix es la
primera con la que incoamos la romería de Nuestra Señora del Buen Suceso
(Virgen del Carbayu).
Además hoy,
celebramos DIEZ años de algo que no se debería ni recordar, pues no nos deja en
buen lugar, y es que hace ahora una década recuperábamos de su olvido esta
celebración litúrgica, que igual ahora que tras “la Guerra” iniciaba la Romería
del Carbayu, celebrándose después por separado y que sin mucha explicación cayó
en el olvido en 1.986.
Ojalá nunca
más volvamos a dejar de lado al Santo que nos preside y que da nombre a nuestra
Parroquia y a tantas instituciones de nuestra localidad. Vivamos hoy el orgullo
de celebrar al Santo Mártir que desde hace
más de MIL años se tiene en Lugones por patrono, tal y como recoge el Libro
de los Testamentos de la Catedral de Oviedo sobre las concesiones de Ordoño II.
Para ser exactos, ya se cita este patronazgo el Ocho de Agosto del año 921.
La Comunidad
cristiana de Lugones acude esta mañana a
los pies de San Félix, pero no sólo debemos de venir hoy sino todos los
domingos del año. Por eso le citamos en cada Eucaristía en el memento de los
Santos; lo incluimos en las letanías sacramentales y nuestra oración se dirige
de forma muy especial hacia él, conscientes de que es el mejor intercesor que
tenemos ante el trono del Altísimo. Devolvamos pues a San Félix al lugar que se
merece y ocupa entre nosotros.
I.
Las virtudes de San Félix a la luz
de la Palabra
Las
lecturas de este domingo XVII del Tiempo
Ordinario nos adentran precisamente en tres rasgos que caracterizan
especialmente a un santo; es decir, la vivencia perfecta de las virtudes
teologales: vivir la fe, vivir la
esperanza y vivir la caridad.
En la
primera de las lecturas tomada del Génesis, nos encontramos el relato de Sodoma y Gomorra; de cómo Abrahán se
encontró con un pueblo que le daba la espalda a Dios y que no acogía sus
mandatos ni caminaba por sus sendas. Esto mismo lo experimentó el bueno de Félix cuando dejando atrás su África
natal llegó a nuestro suelo para anunciar a Cristo y se encontró con pueblo
mayoritariamente “sordo” y poco receptivo al Evangelio. Más él no tiró la
toalla sino que siguió proclamando a los cuatro vientos la verdad de Cristo
Jesús. Y es que en atención a esos pocos que sí estaban abiertos a la gracia, San
Félix ejerció la caridad de vivir el anuncio del Reino en un ambiente hostil,
muy parecido al actual.
San Félix
esperó en Dios. Se alargaron las torturas contra su cuerpo; se alargaba el
escarnio y la agonía, y aun así no se sintió en ningún momento abandonado por
Dios. Se hizo verdad en su entrega martirial las palabras del salmista que hoy
hemos cantado: “Cuando te invoqué me
escuchaste Señor”.
Finalmente
aceptó la muerte a pesar de que entre tortura y tortura le dieran la
posibilidad de vivir si renunciaba a Dios, pero él no apostató en ningún momento
sino que sus labios, su mente y su corazón profesaron el credo más solemne de
toda su vida con la entrega de ésta. Su Sí a morir con y como Cristo fue la
demostración de que estaba seguro de que también en él se cumpliría la promesa
de la vida eterna. La fe de San
Félix se demostró en el derramamiento de su sangre, y así nuestro Santo experimentó
lo que nosotros confiamos compartir también con él y que San Pablo nos ha
recordado antes en su epístola; que al igual que en el bautismo fuimos
sepultados con Cristo y hemos resucitado con él y así esperamos que compartiendo
el descanso del sepulcro podamos también ser partícipes de la victoria del
Señor sobre la muerte.
II.
De la oración a la acción
El
evangelio del día no se limita a recordar la oración que el Señor nos dejó sino que el Maestro pasa de explicarnos de cómo orar a cómo vivir la acción del
cristiano en casos prácticos. Así nos presenta la caridad no sólo para con los
nuestros: ¿Qué padre si su hijo le pide un pez le dará una serpiente?...
El Señor también nos llama al amor con “el otro”; el desconocido o el que nos
importuna.
Tratemos de
abrir la puerta de nuestras vidas a aquellos que nos son antipáticos, a
aquellos a los que negamos el pan, a aquellos que perseguimos y machacamos de
palabra y de obra, al igual que los que
entorno al año 304 acabaron con la vida de nuestro héroe por no pensar ni sentir como
ellos.
III.
Tres peticiones a nuestro Patrono
Quisiera
presentar hoy a nuestro Santo Patrono tantas situaciones complejas que vivimos
y por las que quisiera pedir su intercesión: En primer lugar por tantos cristianos
hermanos nuestros que están regando el suelo de este mundo con su sangre por no
negar ni renegar de su fe, particularmente en Oriente Próximo y Medio -nunca me cansaré de pedir por ellos y denunciar esta injusticia que paradójicamente
sólo afecta a los cristianos y que sistemáticamente omiten, silencian y acallan
nuestros medios de comunicación-. San Félix, tú que lo experimentaste en tu
propia carne acompáñalos en sus patíbulos.
De forma
especial quiero pedirle por España y por Cataluña -la tierra en la que predicó y murió San Félix-. Que los que
formamos la Iglesia de Cristo nos dediquemos a proclamar el Evangelio y no
caigamos en las manipulaciones tendenciosas que barnizadas de religiosidad
“propia” desacreditan y desnaturalizan la catolicidad de la Iglesia y de nuestra
propia misión.
Que nuestra
Patria ESPAÑA, tierra de María, de Santos y de evangelizadores, vuelva a ser
plenamente de Cristo como antaño lo fue. Que los que formamos la Iglesia de
Cristo -Obispos, sacerdotes, religiosas y fieles laicos- nos centremos en
vivir la autenticidad de la fe lejos de las costumbres y modas del mundo y de
sus políticas y políticos de “quita y pon”.
La evidencia
de nuestra sociedad occidental descristianizada está llevando a un amplio sector
de la Iglesia a apostar -seguro- a caballo perdedor y a rendirse a las modas pasajeras
desde el pasotismo y la indiferencia.
Por último
hoy quiero pedirle a nuestro Santo Patrón por nuestra Parroquia y nuestro pueblo
de Lugones; por sus enfermos, moribundos y difuntos; por las familias que lo
están pasando mal o que peligran en su convivencia; por los comerciantes y
trabajadores que no llegan a fin de mes; los ancianos, niños y jóvenes, y por los adultos que viven tristes o desanimados por múltiples circunstancias.
Que San Félix nos alcance del Señor no tanto
lo que queremos sino más bien lo que necesitamos para nuestro peregrinar por
este mundo, mereciendo por nuestra entrega como la de San Félix, también con él
y por Cristo la vida eterna.
Joaquín, Párroco
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