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domingo, 28 de julio de 2019

Homilía en la Festividad de San Félix Mártir. (28/07/2019)

Fiesta Patronal de la Parroquia de Lugones 

Gn 18, 20-32 / Sal 137,1-2a.2bc-3.6-7ab.7c-8 / Col 2,12-14 / Lc 11,1-13

Queridos hermanos:
Sumergidos en este tiempo “Ordinario”, en pleno estío vacacional inauguramos con la celebración del Santo Patrón las fiestas de la Parroquia. San Félix es la primera con la que incoamos la romería de Nuestra Señora del Buen Suceso (Virgen del Carbayu).

Además hoy, celebramos DIEZ años de algo que no se debería ni recordar, pues no nos deja en buen lugar, y es que hace ahora una década recuperábamos de su olvido esta celebración litúrgica, que igual ahora que tras “la Guerra” iniciaba la Romería del Carbayu, celebrándose después por separado y que sin mucha explicación cayó en el olvido en 1.986.

Ojalá nunca más volvamos a dejar de lado al Santo que nos preside y que da nombre a nuestra Parroquia y a tantas instituciones de nuestra localidad. Vivamos hoy el orgullo de celebrar al Santo Mártir que desde hace más de MIL años se tiene en Lugones por patrono, tal y como recoge el Libro de los Testamentos de la Catedral de Oviedo sobre las concesiones de Ordoño II. Para ser exactos, ya se cita este patronazgo el Ocho de Agosto del año 921.

La Comunidad cristiana de Lugones acude esta mañana a los pies de San Félix, pero no sólo debemos de venir hoy sino todos los domingos del año. Por eso le citamos en cada Eucaristía en el memento de los Santos; lo incluimos en las letanías sacramentales y nuestra oración se dirige de forma muy especial hacia él, conscientes de que es el mejor intercesor que tenemos ante el trono del Altísimo. Devolvamos pues a San Félix al lugar que se merece y ocupa entre nosotros.

I.                Las virtudes de San Félix a la luz de la Palabra

Las lecturas de este domingo XVII del Tiempo Ordinario nos adentran precisamente en tres rasgos que caracterizan especialmente a un santo; es decir, la vivencia perfecta de las virtudes teologales: vivir la fe, vivir la esperanza y vivir la caridad.

En la primera de las lecturas tomada del Génesis, nos encontramos el relato de Sodoma y Gomorra; de cómo Abrahán se encontró con un pueblo que le daba la espalda a Dios y que no acogía sus mandatos ni caminaba por sus sendas. Esto mismo lo experimentó el bueno de Félix cuando dejando atrás su África natal llegó a nuestro suelo para anunciar a Cristo y se encontró con pueblo mayoritariamente “sordo” y poco receptivo al Evangelio. Más él no tiró la toalla sino que siguió proclamando a los cuatro vientos la verdad de Cristo Jesús. Y es que en atención a esos pocos que sí estaban abiertos a la gracia, San Félix ejerció la caridad de vivir el anuncio del Reino en un ambiente hostil, muy parecido al actual.

San Félix esperó en Dios. Se alargaron las torturas contra su cuerpo; se alargaba el escarnio y la agonía, y aun así no se sintió en ningún momento abandonado por Dios. Se hizo verdad en su entrega martirial las palabras del salmista que hoy hemos cantado: “Cuando te invoqué me escuchaste Señor”.

Finalmente aceptó la muerte a pesar de que entre tortura y tortura le dieran la posibilidad de vivir si renunciaba a  Dios, pero él no apostató en ningún momento sino que sus labios, su mente y su corazón profesaron el credo más solemne de toda su vida con la entrega de ésta. Su Sí a morir con y como Cristo fue la demostración de que estaba seguro de que también en él se cumpliría la promesa de la vida eterna. La fe de San Félix se demostró en el derramamiento de su sangre, y así nuestro Santo experimentó lo que nosotros confiamos compartir también con él y que San Pablo nos ha recordado antes en su epístola; que al igual que en el bautismo fuimos sepultados con Cristo y hemos resucitado con él y así esperamos que compartiendo el descanso del sepulcro podamos también ser partícipes de la victoria del Señor sobre la muerte.

II.              De la oración a la acción

El evangelio del día no se limita a recordar la oración que el Señor nos dejó sino que el Maestro pasa de explicarnos de cómo orar a cómo vivir la acción del cristiano en casos prácticos. Así nos presenta la caridad no sólo para con los nuestros: ¿Qué padre si su hijo le pide un pez le dará una serpiente?... El Señor también nos llama al amor con “el otro”; el desconocido o el que nos importuna.

Tratemos de abrir la puerta de nuestras vidas a aquellos que nos son antipáticos, a aquellos a los que negamos el pan, a aquellos que perseguimos y machacamos de palabra y de obra, al igual que  los que entorno al año 304 acabaron con la vida de nuestro héroe por no pensar ni sentir como ellos.

III.            Tres peticiones a nuestro Patrono

Quisiera presentar hoy a nuestro Santo Patrono tantas situaciones complejas que vivimos y por las que quisiera pedir su intercesión: En primer lugar por tantos cristianos hermanos nuestros que están regando el suelo de este mundo con su sangre por no negar ni renegar de su fe, particularmente en Oriente Próximo y Medio -nunca me cansaré de pedir por ellos y denunciar esta injusticia que paradójicamente sólo afecta a los cristianos y que sistemáticamente omiten, silencian y acallan nuestros medios de comunicación-. San Félix, tú que lo experimentaste en tu propia carne acompáñalos en sus patíbulos.

De forma especial quiero pedirle por España y por Cataluña -la tierra en la que predicó y murió San Félix-. Que los que formamos la Iglesia de Cristo nos dediquemos a proclamar el Evangelio y no caigamos en las manipulaciones tendenciosas que barnizadas de religiosidad “propia” desacreditan y desnaturalizan la catolicidad de la Iglesia y de nuestra propia misión.

Que nuestra Patria ESPAÑA, tierra de María, de Santos y de evangelizadores, vuelva a ser plenamente de Cristo como antaño lo fue. Que los que formamos la Iglesia de Cristo  -Obispos, sacerdotes, religiosas y fieles laicos- nos centremos en vivir la autenticidad de la fe lejos de las costumbres y modas del mundo y de sus políticas y políticos de “quita y pon”.

La evidencia de nuestra sociedad occidental descristianizada está llevando a un amplio sector de la Iglesia a apostar -seguro- a caballo perdedor y a rendirse a las modas pasajeras desde el pasotismo y la indiferencia.

Por último hoy quiero pedirle a nuestro Santo Patrón por nuestra Parroquia y nuestro pueblo de Lugones; por sus enfermos, moribundos y difuntos; por las familias que lo están pasando mal o que peligran en su convivencia; por los comerciantes y trabajadores que no llegan a fin de mes; los ancianos, niños y jóvenes, y por los adultos que viven tristes o desanimados por múltiples circunstancias.

 Que San Félix nos alcance del Señor no tanto lo que queremos sino más bien lo que necesitamos para nuestro peregrinar por este mundo, mereciendo por nuestra entrega como la de San Félix, también con él y por Cristo la vida eterna.

Joaquín, Párroco

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