(El Correo de Madrid) El sacerdote D. Ángel Garralda nació en la localidad navarra de Güesa en 1923. Tras ser ordenado sacerdote la Providencia le llevó a la iglesia de San Juan el Real de Oviedo, templo insigne en él que se casó el Generalísimo Franco con Dª Carmen Polo, natural de Oviedo. A los pocos años llega a Avilés, a la iglesia de San Nicolás de Bari, enraizandose en la idiosincrasia local de un modo notable, siendo párroco de la misma hasta el año 2011. Es autor de numerosas obras literarias, destacando las de historia asturiana como “Avilés su fe y sus Obras”, y las centradas en los mártires asesinados y ultrajados por las huestes izquierdistas en nuestra patria, de ellas cabe citar “La persecución religiosa en Asturias” o “Los mártires de Nembra” entre otras.
¿Cómo fue su vivencia de la guerra civil como seminarista menor?
Una vez estallada la guerra, la primera vivencia es verme pidiendo limosna para comer. Otra fue ver cómo se llevaban presos a otros seminaristas mayores (yo, en aquel entonces, tenía 12 años), mientras yo dormía, en una fonda, con mi madre y mi hermano Nazario, un año menor que yo y también seminarista. También recuerdo ir a confesarme a escondidas con un cura paralítico, Don José Gutiérrez, entrando por la puerta de atrás de su casa.
Fue testigo del terror… ¿Temió por su vida?
Yo, como niño que era, no corría realmente mayor peligro. De hecho, junto con otros niños, me disfrazaba de militar con un gorro hecho de papel de periódico y andaba desfilando por el pueblo con una escoba por fusil así que no, por mi vida no temí pero sí temí por la vida de mi madre y mis profesores y por la vida de la familia que nos recogió en su casa, porque el seminario estaba cerrado y ya no podíamos permanecer en la fonda.
¿Qué casos más impactantes recuerda?
El de mi profesor de primero de latín, Jesús Ruíz, jesuita, de 23 años, a quien tiraron al mar con una piedra atada al cuello, en la bahía de Santander. También recuerdo el caso del coadjutor de los Corrales de Buelna (Cantabria), al que enterraron vivo.
Franco salvó a la Iglesia de su exterminio, ¿Le preocupa la situación de España, que podamos llegar a algo parecido?
Sí, me preocupa que lleguemos a algo aún peor porque entonces mataban los cuerpos, pero ahora matan las almas.
¿Por qué decidió ser sacerdote?
Porque quería ser como el cura de mi pueblo. Creo que, desde que nací, quería ser sacerdote.
Háblenos de la Hermandad Sacerdotal Española, su origen y finalidad…
La finalidad principal de la Hermandad Sacerdotal fue ser la gran promotora y defensora de los Mártires.
¿Cómo fue la traición de parte de la Iglesia española al Régimen de Franco?
La traición consistió en el desagradecimiento sistemático a su mayor defensor; en darle la espalda al único que la libró de su exterminio.
¿Cómo el modernismo imperante en la Iglesia ha contribuido a la degradación moral de la sociedad española?
El modernismo imperante no defiende la verdad, se burla de ella y quien no defiende la verdad cae en el error, donde cabe todo. Quien no defiende la verdad, instituye la mentira. El sistema de este modernismo imperante es dar vía libre a la desobediencia; por eso hubo curas que pedían un tercer concilio, para poder hacer y deshacer y proclamaban “el cambio por el cambio” sin saber adónde iban… Esta manía vació los seminarios… Esos mismos curas son los que han liquidado la confesión personal, han impuesto la absolución colectiva y se han cargado el Sacramento de la Penitencia, que es el que vela por la virtud y por nuestra verdadera alegría.
¿Ve signos de esperanza, ¡que pueda haber una reacción?
Desgraciadamente, no, ni los veo yo ni los ven los obispos. Dese cuenta de que, por ejemplo, en Asturias, en los últimos 10 años, se han ordenado 20 curas y se han enterrado 128. Así no vamos a ninguna parte me temo. Con todo, creo que los nuevos sacerdotes son extraordinarios, eso sí.
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