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lunes, 29 de julio de 2019

El extrañamiento y la omega. Por Jorge Juan Fernández Sangrador

La toma de posesión de Adrián Barbón como presidente regional

Sábado 20 de julio de 2019. Acaban de dar las 12:00 horas. En el Palacio de la Junta General del Principado de Asturias, el bullicio no sólo es inapagable sino creciente. Medio mundo está saludando a otro medio mundo en las logias que circundan la escalera magna, que, desdoblándose, conduce a la planta noble de la Casa. 

Una preciosa voz en off intenta hacerse oír valiéndose de la  megafonía. Ruega que se silencien los teléfonos móviles, como si los presentes estuviesen en el cine, el teatro o la ópera. Sonrisas. Es la toma de posesión del noveno presidente del Gobierno del Principado de Asturias, Adrián Barbón Rodríguez. Es un acto sacramental, dirá más tarde, el presidente Javier Fernández. 

La voz en off evoca el tañido de la Wamba, la añosa y grave campana de la Catedral, que , quince minutos antes, había llamado, al alimón con una hermana suya más joven, de toque más agudo, la que denominan ''de Posar'', a la feligresía que asiste diariamente a la Misa del deán. Y se enuncian entonces los dos temas que, con diferentes modulaciones, aparecerán en los sucesivos discursos de los intervinientes: el pasado y el futuro. 

Después, la descripción anticipatoria de los actos ceremoniales que van a tener lugar a continuación, una cita de Antonio Machado, la lectura de un acta por parte del Letrado Mayor de la Junta y la promesa del nuevo presidente. Este la recorta omitiendo, al referirse al Estatuto, lo de ''Autonomía del Principado de Asturias'' (''¿Habrán reparado en ello?'', me pregunto).

Y la voz en off declama unas líneas escritas por Jorge Luis Borges en ''Los conjurados'': ''Se trata de hombres de diversas estirpes, que profesan diversas religiones y que hablan en diversos idiomas. / Han tomado la extraña resolución de ser razonables. / Han resuelto olvidar sus diferencias y acentuar sus afinidades'' (''¿Por que es extraña esa resolución?, me pregunto).

Y llega el momento de los discursos de Javier Fernández Fernández, expresidente del Gobierno del Principado de Asturias; Marcelino Marcos Líndez, presidente de la Junta General del Principado de Asturias; Adrián Barbón Rodríguez, presidente del Gobierno del Principado de Asturias, y Luis Planas Puchades, ministro de Agricultura, Pesca y Alimentación. (''¿A que ha venido esa mención de las religiones y la de la extraña resolución de ser razonables?'', sigo preguntándome). 

Los intervinientes hablan del ayer y del mañana, de los recuerdos y de los sueños, de las ideas y de las sueños, de las ideas y de las palabras, de los recuerdos y de las promesas, de los sentimientos y de la razón, de los que se fueron y de los que vendrán, del principio y del fin, del urbanismo y de la ruralidad, de los aciertos y de los errores, de las dificultades y de las oportunidades (''Estas binas ¿son hendíadis o merismo?'', me pregunto), de Asturias, en fin, de España y de Europa. 

Hay citas literarias de Pedro de Silva, Augusto Monterroso, Alfonso Camín y Engels, y la voz en off recita, sin nombrar a la autora, unos versos del poema ''Casa'', de Berta Piñán (''Esto es porque Adrián Barbón la tiene ''in pectore'' para ser consejera y la voz en off ''lo sabe'', me digo).

Se menciona nuevamente la campana de la Catedral, pues fue ella la que convocó la primera Junta General, el 16 de noviembre de 1444, y se recuerda también que el lugar en el que nos hallamos fue en otro tiempo convento de San Francisco (''Las instituciones políticas modernas libres ha nacido a la sombra de la Iglesia y en el humus vital de la Iglesia'', pienso).

Y recapacito en lo que dijo Marcelino Marcos Líndez, presidente de la Junta General, en su intervención: ''Del travesaño de la Cruz de la Victoria penden las letras griegas alfa y omega, que simbolizan el principio y el fin''. Y, en ese, ''emblema heráldico por excelencia del Principado de Asturias'', la omega, que indica el futuro, está en minúscula, expresando así la persuasión de que, si los fundamentos de la convivencia política han sido, como atestigua nuestra historia, firmemente establecidos, el punto omega, en cambio, es una realidad ya incoada pero aún no consumada. Ya, pero todavía no, está ''in fieri''.

Caí entonces en la cuenta de que era la noción cristiana de historia la que me impelía a resistirme, a no aceptar intelectualmente la ocurrencia borgiana de que la racionalidad sea, de partida, extraña a la fe religiosa, ya que es precisamente ésta la que surte de los elementos de juicio que permiten tener una visión racional, cabal y realista del pasado y del presente, iluminados ambos por los esclarecedores destellos que provienen de una fuente de luz que nos atrae hacia ella desde un futuro al que pertenecen la esperanza, la acción y la unión del ahora, siendo las tres ya un anticipo de esa plenitud inefable que ha de llegar con el mañana. 

El autor es el Vicario General del Arzobispado de Oviedo

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